En las mesas de los restaurantes de todo el mundo, los colores de los paquetes de edulcorante ayudan a instantáneamente identificar el contenido. Si el paquete es blanco, se trata de azúcar, si es rosa, es sacarina, azul es aspartamo y si se trata de un paquetito amarillo, el contenido es sucralosa.
Alcanzar una para verter en una taza de café o té a veces puede sentirse a veces como una ruleta edulcorante, con el torbellino de afirmaciones confusas y contradictorias acerca de que son seguros y cuáles no lo son.
Hay quienes todavía asocian la sacarina con el cáncer. La Administración de Alimentos y Medicamentos en Estados Unidos trató de prohibirlo en la década de 1970, debido a que un estudio de la industria química hecho en ratas descubrió que desarrollaban cáncer de vejiga.
Pero el Congreso impuso entonces una moratoria para retrasar la prohibición y los paquetes de rosas de Sweet’N Low, la marca más conocida en todo el mundo de sacarina se mantuvo en las mesas de los restaurantes. Investigaciones posteriores mostraron que actúa de forma diferente en las ratas y los seres humanos y que no representaba riesgo alguno para las personas.
Aunque muchas personas han manifestado una persistente preocupación sobre los edulcorantes artificiales, todavía se utilizan masivamente a nivel mundial. El mercado de los edulcorantes artificiales reporta ingresos de 1.5 mil millones de dólares al año.
El mundo científico es también una dicotomía de conclusiones. Para cualquiera de los edulcorantes, uno puede fácilmente encontrar un estudio que ofrece un análisis tranquilizador de seguridad como otro donde se enumeran efectos alarmantes. Es posible que pueda haber efectos a largo plazo en las personas que se harán evidentes sólo después de que hayan estado consumiendo estos edulcorantes durante décadas.
La comunidad científica sostiene que en base a consideraciones convencionales de seguridad alimentaria, los edulcorantes han sido vastamente probados sobre cualquier toxicidad potencial y salieron libres de riesgo para el ser humano.
Numerosos estudios realizados en animales probaron que algunos de los componentes de los edulcorantes artificiales generaron daños en la salud. Aunque se ha avanzado en los estudios sobre humanos, los resultados no fueron los mismos, los compuestos considerados nocivos para los animales eran inocuos en las personas. Los especialistas recomiendan no confiarse de estos resultados dado que son necesarios muchos años de estudios para lograr resultados generalizables.
Con las preguntas acerca de los edulcorantes artificiales, algunos pueden preguntarse: ¿Qué tan malo es el azúcar, de todos modos? El azúcar blanco ofrece el más puro sabor de la dulzura. Es natural. Pero sus efectos nocivos para la salud son los que mejor se han establecido: promueve el sobrepeso.
Una investigación publicada el año pasado que analizó datos de salud de más de 100 mil enfermeras en los Estados Unidos durante casi un cuarto de siglo encontró una fuerte correlación entre el aumento de peso y el consumo de bebidas azucaradas y postres. No hubo aumento de peso para aquellos que bebían bebidas con edulcorantes artificiales.
La obesidad conduce a numerosos problemas de salud: la diabetes, enfermedades del corazón e incluso cáncer. Las bebidas azucaradas como las gaseosas y los jugos de frutas contribuyen al aumento de peso. Por lo general, si la dieta cambia, las señales de hambre se ajustan para asegurar una nutrición adecuada. Pero el sistema digestivo humano parece pasar por alto las calorías líquidas. Una persona que toma las 140 calorías en una lata de de Coca-Cola no elimina subconscientemente 140 calorías en otras partes de la dieta.
En términos de riesgo relativo los peligros conocidos del azúcar y el aumento de peso en comparación con las incertidumbres de los edulcorantes artificiales, las bebidas endulzadas artificialmente son mucho menos malas que las bebidas azucaradas.
Aún así, refrescos de dieta no son óptimos. La mejor solución para proteger la salud: comer y beber menos cosas dulces.