Un enfado no tiene porqué suponernos un conflicto, sobre todo si aprendemos a usarlo en vez de que nos use él. Para ello es necesario empezar a desvelar los estados de necesidad que nos llevan a enfadarnos, apartando los juicios que precisamente son las neblinas que nos impiden verlos, y comenzar a crear estrategias para vivir nuestros enfados desde la observación imparcial y a la vez desde el sentido del humor. Un enfado no tiene porqué ser negativo, a veces desbloquea situaciones enquistadas: nos da el valor para decir o hacer lo que anhelábamos y no nos atrevíamos. Pero aún hay más en este tema de los enfados ...
El enfado es un poder que se puede aplicar con consciencia y sabiduría, siempre que nuestros estados mental y emocional no estén sometido a él.
¿Te imaginas, querido lector, riéndote sanamente de tus propios enfados ... ? No hace falta luchar contra los enfados, tan solo hay que aprender a desarmarlos. ¡Ahhh ... y además pueden ser muy útiles! Permíteme que te explique un truco que empleo para abrir los botes de cristal que se me resisten: me concentro para provocarme un enfado, todos estamos muy entrenados en esto, puedo ayudarme de algún que otro taco, verás como a medida que aumentas tu ira va creciendo tu energía, ahora tan sólo debes dirigir toda esa energía a tu mano y girar la tapa del bote, notarás la sensación psicológica de que el recipiente ahora es mucho más pequeño e indefenso y ... ¡Voilà!: la tapa cede, no ha podido con el poder de tu enfado. Seguro que a raíz de este ejemplo se te ocurrirán nuevas aplicaciones para tus enfados voluntarios; ya me contarás ....