Como en una pesadilla (Gatita con látigo) (USA, 1964)

Título original: Kitten with a whip

Director: Douglas Heyes

Guion: Douglas Heyes. Novela: H. William Miller

Música: Joseph Gershenson, William Loose, Henry Mancini, Hans J. Salter, Frank Skinner, Carl W. Stalling, Herman Stein

Fotografía: Joseph F. Biroc

Género: Intriga, Thriller

Reparto: Ann-Margret, John Forsythe, Peter Brown, Patricia Barry, Richara Anderson, James Ward, Diana Sayer, Ann Doran, Patrick Whyte, Audrey Dalton, Leo Gordon, Patricia Tiara, Nora Malowe, Frances Robinson, Maxine Stuart

Argumento

La joven Jody Dvorak es una delincuente juvenil que acaba de fugarse del reformatorio donde estaba recluida tras apuñalar a una mujer…
Para esconderse de quienes la buscan ahora se refugia en la casa del político David Patton. Este le ofrece ropa nueva pero Jody exige algo más: disponer de su mansión, como si fuera suya, durante unos días e invitar a algunos amigos.
Si no obedece, ella se encargará de que su carrera política se vaya al garete.

Interesante pero también irregular film, que tiene dos mitades bien distintas en cuanto a atractivo, al menos para mi gusto.
La primera mitad, en la que se conoce el dúo protagonista, está muy bien. Ese juego de ella donde perversión e inocencia se mezclan,alterando la vida de él, un hombre honesto y responsable en la vida.
Los cambios de carácter de ella, los honestos intentos de él para ayudarle, la extorsión, son elementos sugestivos que hacen se siga con fluidez la trama, oscura en el fondo, con mucha intriga y suspense.
Sin embargo, cuando aparecen los "amigos" de ella, aunque todo se torna más violento y hay más dinamismo en la historia, desaparece algo íntimo que me estaba gustando, para volverse todo más sucio y deshonesto, amén de, y esto es lo peor, menos creíble.
Con todo, creo que lo positivo gana a lo negativo y se puede resaltar la labor del dúo protagonista, con una Ann-Margret, aquí con 23 años, prácticamente en sus comienzos, con un difícil papel que lo saca con nota, así como la banda sonora de nada menos que siete personas, entre los que se encuentra el maestro Henry Mancini, y la buena fotografía en blanco y negro a cargo de Joseph F. Biroc.
Está bien, aunque podría haber sido más redonda.