Lo que entre en el cerebro durante los primeros ocho años de vida, probablemente se quedará ahí siempre.
Glenn Doman
- Mónica Soldevila –
Basándonos en los principios metodológicos surgidos a partir del enfoque constructivista y de la fundamentación teórica de David Ausubel de que el aprendizaje debe ser funcional (que sirva para algo) y significativo (que esté basado en las experiencias y conocimientos previos del alumno), en la escuela empezamos trabajando los nombres propios de todos los niños de la clase como iniciación a la lectura y a la escritura.
El nombre propio es el texto por excelencia, pues es el primero que el niño se interesa por reconocer (leer) y escribir. Es su signo de identidad, aquel que le identifica y le diferencia de los otros y con el que, además, puede marcar sus producciones como propias:
- Aquí pone, David, porque este dibujo es mío. Lo he hecho yo.
Más adelante empezarán a interesarse por el nombre de sus compañeros y sus familiares. Gracias al interés que estos nombres despiertan en el niño podemos planificar un sinfín de actividades motivadoras para trabajar en clase, con la intención de proporcionarles material que potencie sus mecanismos de reconstrucción del lenguaje escrito. Estudios de psicología contemporánea han demostrado que el niño, para comprender la naturaleza de la escritura, debe re-inventar la gramática, es decir, reconstruirla de una manera activa. Se trata de un proceso casi igual al del aprendizaje del lenguaje oral, incluso se utiliza la misma parte del cerebro. Además, el aprendizaje del lenguaje oral y el aprendizaje del lenguaje escrito se complementan; aquellos niños que tienen un vocabulario rico y utilizan el lenguaje oral con corrección, generalmente destacan en el aprendizaje de la lectoescritura.
No se trata de mirar los nombres propios que tenemos escritos en clase sino de reconocerlos. Esto se hace al pasar lista todos los días, al repartir el material, al ver quienes se quedan al comedor, a quién le toca ser el encargado…
A partir de los nombres, los niños irán deduciendo las letras y su correspondencia con los sonidos del habla, combinándolas, cambiándolas de orden, añadiendo más letras a una palabra, quitando letras… El nombre propio y el de sus compañeros les sirven de modelo de escritura estable (saben que se escribe así y no se puede cambiar) y los utilizan para contrastar todas las hipótesis que van elaborando sobre la escritura.
Un niño puede ser capaz de reconocer su propio nombre escrito a los dos años de edad, si sus padres o familiares se lo han enseñado. Sin embargo, le llevará mucho más tiempo aprender a escribirlo, debido, entre otras cosas, a que esto también implica el desarrollo de la motricidad fina. Por este motivo, en niños tan pequeños, empezamos a practicar la escritura con letras de madera, de cartón, plástico… que les permiten colocar unas junto a otras y formar “palabras inventadas”. (Decimos inventadas porque una persona alfabetizada no puede entenderlas, pero en realidad estamos hablando de un proceso madurativo que ocurre en la mente del niño y que es necesario para su desarrollo)
Estas son algunas de las acciones que se llevan a cabo en las clases de infantil:
· El maestro prepara tarjetas con el nombre y la foto de cada niño. Cada niño sabrá lo que dice su tarjeta desde el principio. Cuando los niños son pequeños utilizamos letras mayúsculas. La finalidad será tener nombres en cada rincón del aula, para poder confeccionar listas, nombrar a los niños, hacer grupos, marcar sus pertenencias (los niños tendrán también el nombre en su percha, su archivador, su delantal, sus libros…)
· A partir de los cuatro años, quitaremos la foto y dejaremos sólo el nombre.
· Es imprescindible que cada niño sepa lo que dice su tarjeta. A veces coinciden dos niños con el mismo nombre en la clase. Entonces el profesor tiene que asegurarse de que cada uno sabe lo que está escrito en su tarjeta. Por ejemplo: si a uno le ponemos DANIEL M. que tenga claro que no pone Daniel Martínez sino Daniel M. También debemos evitar que donde dice TERE la niña piense que dice TERESA. Debido a lo importante que es para el niño la relación de identidad que establece con su tarjeta, si no tiene claro lo que pone en ella, no nos será útil como material para avanzar en el aprendizaje de la lectoescritura.
ACTIVIDADES CON LOS NOMBRES:
· Escribir siempre el nombre en los trabajos.
· Elaborar murales con los nombres de todos los niños.
· Poner el nombre de los “encargados” de clase cada día.
· Adivinar de quién es la tarjeta.
· Mezclar todas las tarjetas y que cada niño coja la suya.
· Colgar cuatro tarjetas con cuatro nombres en la pizarra, leerlos entre todos. Cerrar los ojos y el profesor quita uno. ¿Cuál falta?
· Dibujar a un compañero de la clase y escribir su nombre.
· Completar el nombre propio al que le falta una letra.
· Hacer listas de nombres propios de la clase siguiendo diferentes criterios:
- Empiezan igual.
- Chicos y chicas.
- Los que tienen A.
· Componer el nombre propio o el de los compañeros con letras recortadas de revistas.
En poco tiempo los niños toman conciencia de la primera letra de su nombre. De ahí frases del tipo:
- Esa es la de mi nombre.
Al mismo tiempo, el maestro irá introduciendo material escrito de otros tipos: cuentos, revistas, periódicos, carteles, fichas… para que el niño vaya empezando a distinguir los distintos tipos de texto y a conocer las funciones del lenguaje escrito, más allá de la simple designación de los compañeros de la clase y los objetos.
Si el maestro reparte una nota para los padres, antes la leerá en clase, de este modo mostrará a los niños la función comunicativa del texto escrito.
En clase se trabaja en grupo en la mayoría de las actividades, de este modo, la fuente de información, que puede ser tanto escolar como extraescolar, puede venir también de otros compañeros y así todos contribuyen en la mutua alfabetización.
Un compañero nunca aceptará que otro escriba mal su nombre y le insistirá hasta que éste lo haya escrito correctamente.
Paralelamente a esto, el maestro va enseñando las letras y los números mediante juegos, fichas y canciones. Así el niño va familiarizándose con la representación de estos. Por ejemplo, les explicará que la i es un palo con un puntito arriba y dedicarán algunas sesiones de clase a pintar letras i.
Aprenderán el abecedario cantando. El niño puede memorizar el abecedario, aunque, cuando hable de las letras, las llamará por su sonido. Debemos distinguir entre el nombre de una letra, por ejemplo, la EME y el sonido de ésta /m/. No te extrañes si le dices a tu hijo de 3 años que tu nombre empieza por la letra ELE y él te dice que no, que es la /l/. Esto se hace porque a la hora de construir sílabas es más fácil partir del sonido de las letras que del nombre de éstas.
A los cinco años ya sabrán escribir muchas palabras e irán aprendiendo más, pero todavía les quedará un largo camino por recorrer pues el aprendizaje de la lectoescritura es un proceso muy largo.
Tradicionalmente, se pretendía que el niño aprendiera a leer y a escribir solamente a partir del abecedario, esto sería por inducción (de lo pequeño a lo grande; de las letras a las palabras y a las frases). Actualmente se tiene en cuenta la forma de funcionar del cerebro del niño y se le facilita el aprendizaje mediante la deducción, a través de la propia construcción de conocimientos que el niño va relacionando con lo previamente aprendido. (A partir de lo grande, deducirá lo pequeño; de las palabras y frases a las letras). Una vez comprendido el lenguaje escrito, ya estará preparado para profundizar en la ortografía y la gramática.
Más información en CÓMO APRENDEMOS A LEER Y A ESCRIBIR – ENFOQUE CONSTRUCTIVISTA
www.educamania.es
BIBLIOGRAFÍA:
Ferreiro, E. y Teberosky, A. (1979) Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño. México: Siglo XXI.
Goodman, Y. (1991). Los niños construyen su lectoescritura. Un enfoque piagetiano. Buenos Aires: Aique.
Carlino P., Santana D. (1996). Leer y escribir con sentido. Una experiencia constructivista en Educación Infantil y Primaria. Madrid: Visor.
Teberosky, A. (1982) Nuevas perspectivas sobre los procesos de lectura y de escritura. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI.
Kaufmann, Ana M. (1989) Alfabetización de niños: construcción e intercambio. Buenos Aires: Aique.
Vernón Carter, Sofía (1997) El proceso de construcción de la correspondencia sonora en la escritura (en la transición entre los periodos pre-silábico y el silábico). Colección Tesis, DIE, México.
Shea, Mary. (2011) Parallel Learning of Reading and Writing in Early Childhood. Routledge. New York.