Revista Infancia

Cómo enseñamos a los niños a reconocer sus emociones

Por Aguamarina Maribel Jiménez
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little-girl-2516582_1920Empezamos la temporada 2018 en la sección Soñando una escuela con un artículo muy interesante sobre cómo enseñar a los niños a reconocer sus emociones… ¡Gracias Turquesa!

Este año me gustaría empezar con un artículo sobre emociones…

Sabéis que me gusta hacer referencia a cosas prácticas, ejemplos que me pasan en el día a día en la escuela porque me parece que así podéis conectar mejor con aquello que os explico. Me gustaría contaros cómo enseñamos a los niños a reconocer sus emociones…

Los niños deben poder conectar con sus necesidades auténticas

En la escuela donde trabajo damos mucha importancia a dejar que los niños conecten en todo momento con sus necesidades auténticas. Los niños se mueven libremente por diferentes espacios de aprendizaje en función de cómo están y dando respuesta en todo momento a cómo se sienten.

Si en algún momento vemos a un niño que está en un espacio pero su necesidad no es la de estar en ese espacio le invitamos a que conecte con la emoción que está sintiendo y a darle respuesta.

Por ejemplo:

T. está en el espacio de cálculo pero está hablando más alto de lo que hemos establecido por norma y su actividad es un tanto acelarada contribuyendo a alterar el ambiente de trabajo. T. necesita encontrar otro espacio para atender sus verdaderas necesidades. “T., ¿a ti te apetece estar aquí?¿dónde crees que podrías estar mejor?”

En otras situaciones, como en los momentos de conflicto, damos voz a los niños para que puedan expresar cómo se han sentido. Les invitamos a que se expresen ante una determinada actuación y que identifiquen qué necesitan.

Contribuimos a generar el espacio para que los niños se puedan expresar libres, sin juicios, sin tapujos, sin hacerles sentir mal por aquello que están sintiendo… Y sobre todo siendo auténticos.

Ser coherentes con nuestras emociones

Los humanos tenemos unas neuronas en nuestro cerebro llamadas neuronas espejo que básicamente nos permiten aprender a imitar el comportamiento o la acción de otro a través de la observación. Los adultos hemos aprendido a reprimir nuestras emociones y a fingir algo que en realidad no sentimos.

Podemos estar enfadados por una discusión con nuestra pareja pero con nuestro lenguaje podemos decir todo lo contrario: ¡Te he dicho que no estoy enfadada! (imaginemos decir esto con una cara que lo único que nos trasmite es enfado). Pues bien, si los adultos que acompañamos a los niños no somos coherentes con aquello que estamos expresando les damos a entender que no está bien aquello que sentimos o que es lícito mentir sobre cómo nos sentimos.

Para nosotros es muy importante que los niños sepan conectar con sus necesidades auténticas, a veces nos encontramos con niños que aún siendo tan pequeños ya han olvidado dar respuestas a sus necesidades y solo dan respuestas para satisfacer… al adulto. Y ya ni hablemos de los adultos, tan desconectados de lo que de verdad queremos.

Aprendizaje vs. emociones

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Me gustaría contaros algo en referencia a la educación y las emociones. Hace tiempo que se dice que los aprendizajes cuando van unidos a las emociones son más significativos y tienen más permanencia en nuestro cerebro pero cuando descubrí el por qué me fascinó.

Resulta que la parte del cerebro especializada en generar las emociones es la amígdala, que se encuentra en la estructura más antigua de nuestro cerebro (cerebro reptiliano).

Evolutivamente es extremadamente importante ya que constituye un mecanismo que acelera nuestras respuestas y por ello ha sido y es clave para nuestra supervivencia.

¿Y esto porqué es importante que lo sepamos? Porque, como bien explica el neurocientífico David Bueno, gracias a esto sabemos que cualquier aprendizaje que tenga componentes emocionales , el cerebro lo interpretará como clave para la supervivencia, lo almacenará mejor y podrá recurrir a él de manera más eficiente.

Si un aprendizaje no es asociado a contenidos emocionales, el cerebro no le encontrará ninguna utilidad y, por tanto, lo olvidaremos rápidamente.

Las emociones son clave en los aprendizajes para un adecuado modelo educativo. Ahora bien han de ir de la mano de emociones positivas si queremos que los aprendizajes estén asociados a sentimientos de bienestar y placer. Aprender a través de la alegría y el placer hace que las personas sientan placer de aprender cosas nuevas. El aprendizaje a través del miedo (como se ha hecho a lo largo de muchos años) hace que no tengamos ningunas ganas de querer aprender nada nuevo.

Interesante, ¿verdad?

Cómo aprender a regular las emociones

En cuanto a la regulación de emociones… ¿cómo se aprende? Pues como casi todo en esta vida: practicando.

Hay que dejar que experimenten con sus emociones. Si no les dejamos que vivan en toda su esencia su enfado o su tristeza, por ejemplo, no van a ser capaces de conocer estas emociones en su esencia, ni reconocerlas en sí mismos y mucho menos adoptar una actitud ajustada de autoregulación…

Estoy cansada de escuchar cuando un niño se ha caído y se ha hecho daño: “Eso no es nada, no llores”. ¿Qué les estamos enseñando con eso? A que cuando sientan dolor no deben expresar tristeza (aunque la sientan) ya que parece que no hay que hacerlo (quien sabe por qué). ¿Cómo se traduce eso cuando somos adultos? ¿Os suenan adultos que son incapaces de llorar o de expresar tristeza porque se avergüenzan?

Practicando en el almuerzo

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En la escuela ofrecemos a los niños un almuerzo ecológico en el que ellos deciden qué comer o no en función del hambre que tengan (con ello trabajamos conceptos entre otros como la autoregulación). Es curioso observar cómo al principio de curso muchos niños llenaban sus platos de comida y después no eran capaces de acabarlo. No tenían práctica con el hecho de servirse su propia comida, están acostumbrados a que se lo hagan. Poco a poco han aprendido a identificar el hambre que tienen y equipararlo con la comida que cogen para que no sobre y no se desperdicie.

El otro día pusimos pan, aceite y sal por primera vez.  Hubo un montón de panes saladísimos imposibles de comer, pues no tenían ninguna práctica al respecto, pero desde entonces saben perfectamente regular la cantidad de sal que ponerse.

Los niños aprenderán a autoregular sus emociones de manera natural acompañándoles a que practiquen y experimenten las reacciones y las posibles consecuencias que se derivan de ellas, de esta manera lograrán tener una buena inteligencia emocional y no solo serán más felices, según dicen, tomarán decisiones más acertadas, tendrán más éxito en los negocios y serán mejores líderes.

¡Espero que os haya gustado! ¡Nos volvemos a leer el mes que viene!

Vol.2 (2)

Turquesa
Cómo enseñamos a los niños a reconocer sus emociones

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