Revista Cultura y Ocio

Cómo entender los silencios

Publicado el 25 marzo 2014 por Elinfiernodebarbusse
Cómo entender los silencios
El abate Dinouart publicó en 1771 un librillo titulado El arte de callar donde trata del silencio y examina y clasifica sus diferentes significados. "El rostro habla por la lengua -dice- y no basta, para callarse, con cerrar la boca. Porque no habría en eso ninguna diferencia entre el hombre y los animales. El silencio del hombre deber significar."
El abate, que establece como máximo grado de la sabiduría el saber callar, diferencia diez tipos de silencios: un silencio prudente y un silencio artificioso; un silencio complaciente y un silencio burlón; un silencio inteligente y un silencio estúpido; un silencio aprobatorio y un silencio de desprecio; un silencio político; y un silencio de humor y de capricho. Y sobre cada uno aclara:

1. El silencio es prudente cuando se sabe callar oportunamente, según el momento y los lugares en que nos encontremos en sociedad, y según la consideración que debamos tener con las personas con quienes nos vemos obligados a tratar y a vivir. 
2. El silencio es artificioso cuando uno solamente calla para sorprender, bien desconcertando a quienes nos declaran sus sentimientos sin darles a conocer los nuestros, bien aprovechando lo que hemos oído y observado sin haber querido responder de otro modo que mediante maneras engañosas. 
3. El silencio complaciente consiste no sólo en aplicarse en escuchar sin contradecir a quienes se trata de agradar, sino también en darles muestras del placer que sentimos con su conversación o con su conducta; de modo que las miradas, los gestos, todo supla la falta de la palabra para aplaudirles. 
4. El silencio burlón es una reserva maliciosa y afectada para no interrumpir, en las cosas carentes de sentido o desconsideradas, las tonterías que oímos decir, o que vemos hacer, para gozar del placer secreto que proporcionan quienes son sus víctimas, imaginándose que uno los aprueba y admira. 
5. Es un silencio inteligente cuando en el rostro de una persona que no dice nada se percibe cierto talante abierto, agradable, animado, e idóneo para reflejar, sin la ayuda de la palabra, los sentimientos que se quieren dar a conocer. 
6. Es por el contrario un silencio estúpido cuando, inmóvil la lengua e insensible el espíritu, toda la persona parece abismada en una profunda taciturnidad que no significa nada. 
7. El silencio aprobatorio consiste en el consentimiento que uno da a lo que ve y a lo que oye, bien contentándose con prestar una atención favorable, que pone de relieve la importancia que le atribuimos, bien testimoniando, mediante algunos signos externos, que lo consideramos razonable y que lo aprobamos. 
8. Es un silencio de desprecio no dignarse responder a quienes nos hablan, o que esperan que opinemos sobre el tema, y mirar con tanta frialdad como orgullo todo lo que viene de su parte. 
9. El silencio de humor es el de un hombre cuyas pasiones sólo se animan según la disposición o la agitación del humor que en él domina, y del que dependen la situación de su ánimo y el funcionamiento de sus sentidos; el de un hombre al que parece bien o mal lo que oye dependiendo del mal o del buen funcionamiento físico, que sólo abre la boca para hacer afirmaciones extravagantes y para decir únicamente cosas desatentas o fuera de lugar. 
10. El silencio político es el de un hombre prudente que se reserva y se comporta con circunspección, que jamás se abre del todo, que no dice todo lo que piensa, que no siempre explica su conducta y sus designios; que, sin traicionar los derechos de la verdad, no siempre responde claramente, para no dejarse descubrir. Tiene por divisa estas palabras de Isaías, Secretude meum mihi. Hay otras polémicas arteras, pérfidas, que la sociedad conoce de sobra y que es inútil definir aquí, omnium temporum homines; su silencio es el explicado en el número 2 anterior.

Supongo que ustedes -como yo- alguna vez habrán practicado uno o varios de estos silencios. Y también -¡cómo no!- habrán sufrido en sus carnes la aspereza o bálsamo de otros. Ecce homo.
Imagen: Hombre mirando al mar, de Emilio González Sainz, 2007

Volver a la Portada de Logo Paperblog