Los grandes escritores tienen dos cosas en común: la demencia lúcida y los orígenes. El Gabo escribió Cien Años de Soledad en su peor época, pasando frío y hambre. Julio Cortázar inició su carrera en las letras con un pequeño ensayo en oposición al gobierno de turno argentino. Y yo me introduje de lleno en el mundo del papel y la tinta cuando no tenía ni un solo amigo.
Mi adolescencia fue dura; no voy a entrar en detalles, pero desde los trece hasta los dieciocho años era un fantasma para mis demás compañeros. Pasé por cosas muy traumáticas: desórdenes alimenticios y el divorcio de mis padres. Empecé escribiendo en un diario íntimo y a mis 26 años ya cuento con una gran cantidad de manuscritos e historias de mi creación.
No se nace escritor, uno se hace escritor por necesidad, ya sea afectiva o económica, como una forma de terapia o por un simple pasatiempo. Y lentamente, cuando ves que las palabras fluyen con armonía desde tu corazón y a través del lápiz, todo parece ser más sencillo.
Hay dos momentos muy importantes para todo escritor, dos que marcarán el resto de su vida y carrera: cuando decide mostrar esos trocitos de su alma en papel a una persona en especial y cuando le dan su primera crítica literaria. En mi caso, no mostré nada hasta hace muy poco, a mi exnovio, quién fue lapidario y cruel con su opinión, asegurando que yo no llegaría lejos, que jamás podría igualar a los grandes de la literatura y que lo mejor era abandonar esa estupidez. Por mucho tiempo le hice caso...
Pero así como los momentos malos pasan, él también pasó. Después mi actual pareja me preguntó si tenía algún pasatiempo; le susurré “me gusta escribir”… “¿Sos escritora?”, preguntó. Fue la primera vez que me galardonaron con ese título. “Aprendiz”, respondí. Ahora él es quien no deja que abandone mi sueño de, el día de mañana, ver mis creaciones literarias compartiendo un estante junto con mis mentores.
Sin embargo, no se puede ser profeta de su tierra: mis padres no están de acuerdo en que le dedique mucho tiempo a la escritura o a la lectura… Ellos quieren que termine mi carrera, que sea una profesional de las leyes, como lo es mi padre, como lo fue mi abuelo. Mi mamá no lee lo que escribo, escudándose en que “no le interesa”, y mi papá sencillamente no tiene tiempo para perder en estupideces.
Ser un escritor es un trabajo duro, del día a día; te obliga a escudriñar cada uno de los rincones de tu mente, a exprimirla como un limón, buscando una miga de genialidad que deje boquiabierto a los lectores sin caer en los clichés. Ser un artista de letras es desmembrar parte de tu alma y dejar que todo el mundo te lea, cual libro abierto.
Los grandes escritores han sido perseguidos, asesinados, quemados en la hoguera, odiados, amados, deseados e imitados... sobrevivir a todo eso los hace eternos. Sueño con ser eterna algún día.
¿Cómo fue tu comienzo en las letras? ¿Cuál fue la reacción de la primera persona a la que le mostraste tus escritos? ¿Alguna vez te han llamado escritor(a)? ¿Cómo te sentiste? ¿Cuál es tu sueño como aprendiz de escritor? ¿Qué esperas lograr? ¿Tu familia te apoya en tu pasión por la escritura y/o la lectura?