por Jonny Martínez
Si usted cae en la trampa de la culpa, estará atrapado en una telaraña negativa: se castiga a sí mismo por sus errores y eso le parece luego tan doloroso que acusa de sus errores a los demás.
Lo más probable es que eso le haga daño tanto a su propia autoestima como a sus relaciones con los demás. Puede detener ese ciclo.
Primero, aprenda a no imponerse niveles imposiblemente altos para sí mismo. Muchos problemas parecen ser errores solo debido a definiciones poco realistas sobre lo que supone el éxito.
En cualquier caso, los errores son perdonables. Todos los cometemos. Aceptar los propios errores y aprender de ellos le permitirá asumir la responsabilidad sobre sí mismo y desarrollarse como individuo.
Es muy posible que, de niño, se le dijera constantemente que era culpable por cometer errores, y se le castigara por ello.
Con el paso de los años, se acostumbro a que la culpa fuera un vía de una sola dirección que conducía hasta usted: siempre era usted el que se equivocaba y a nadie más se le castigaba, especialmente no los adultos.
Al crecer interiorizo esa forma de pensar, convencido de que siempre tenía la culpa. Probablemente, no recuerde el haber aprendido de sus errores, o que se le dijera que no importaban; en lugar de eso, está seguro de recordar los sentimientos y las expectativas de culpa y castigo en cuanto hiciera algo mal.
Ya como adulto, quizá intente escapar inconscientemente a la experiencia de ser encontrado culpable y castigado por los demás, y haya descubierto que la mejor forma de hacerlo es acusándose primero a si mimo. Puede llegar incluso a acusarse de cosas completamente fuera de su control o que, simplemente, usted no hizo.
Una vez que se ha iniciado ese ciclo, se encontrara disculpándose cada vez que algo sale mal y sintiéndose permanentemente aplastado y sin valor. No acepte automáticamente los errores como fallos propios.
Es importante saber cuándo ha sucedido algo por culpa suya, no para castigarse por ello, sino para aprender de la experiencia.
Afloje un poco la marcha, sorpréndase cuando cometa un error, pero no se sienta totalmente derrotado. Estas tácticas le ayudaran a comprender cuando ha sucedido algo por culpa suya y cuando no; solo así puede asumir la responsabilidad por sus errores y aprender de ellos. Quizá sea tan doloroso para usted admitir sus errores que intenta desviar la culpa hacia los demás.
Debido a ello, es posible que le resulte muy duro pedir disculpas cuando está claro que ha cometido un error, lo que no hace sino complicar el error con sentimientos de falta de honestidad y de culpabilidad. Necesita aprender cuando no se puede echarle el muerto a otro.
No permita que su propio fracaso para conseguir ese nuevo trabajo sea culpa de su familia, de su jefe actual de los entrevistadores o de los dioses, No le eche la culpa de sus errores a la mala suerte a la falta de oportunidad o a los demás.
Depende de usted el crear sus propias oportunidades; usted es el responsable. Aceptarlo así le sitúa en una posición que puede permitir mejorar su habilidades ya se trate de relacionarse mejor con los demás o de realizar las tareas y librarse de la trampa de cometer los errores una y otra vez.
Echar la culpa a los demás es como esconder la cabeza bajo el ala. Aceptar la responsabilidad por los propios errores no debería constituir una carga: eso forma parte de ser un adulto.
Necesita ser objetivo o en su análisis de lo que ha salido mal, y asumir la responsabilidad cuando es debido, ya se trate de usted mismo o de los demás.
Si usted acepta sus errores sin permitir que dañen su autoestima, se sitúa en una posición de verdadera fuerza.
Autor Jonny Martínez - jmartinez09arrobagmail.com – www.liderazgoymercadeo.com