Revista Cultura y Ocio

Cómo escribí mi primera novela

Publicado el 02 mayo 2019 por Griselrnunez
Cómo escribí mi primera novela
Nada mejor que iniciar con la experiencia, porque de pronto hay algunos que piensan que mis consejos son sacados desde la teoría. ¡Faltaba más! Me he tenido que sufrir y practicar cada técnica para asegurarme que funciona (o por lo menos conmigo sí). Así que quiero contarte cómo logré escribir mi primera novela
Cómo planificar tu historia desde la idea al borrador será un post dividido en tres partes. La idea es que puedas tener algunas herramientas para ser capaz de materializar tu libro, de sacar todo eso que tienes en tu mente y trasladarlo al papel. 
Todavía recuerdo el día en que escribí “fin” en aquel Word. Fue hace seis años. Ya tenía en mi trayectoria literaria miles de poemas y cuentos terminados, pero jamás había dado el paso a la novela, a pesar de tener un montón de ideas, conflictos, semiplanificaciones, personajes… listos, esperando que me diera la tarea de escribir su historia. 
¡Mis personajes me estaban volviendo loca! Se aparecían en mis sueños y no me dejaban descansar. Los oía mientras manejaba a mi casa. Los veía al dar un paseo por un parque o salir al supermercado. Internamente algo iba jugando en mí, era como ese gusanillo que te dice: “Ey, avanza a escribir esta novela”. 
Pero no me sentía capaz. Tampoco me hacía el tiempo. Tenía mil excusas para no sentarme a escribir una obra de larga extensión. Y cuando comenzaba, me enfrentaba a la hoja en blanco sin planificación ninguna. 
Por no planificar, por no tener idea del camino que les iba a trazar o cómo terminaría la historia, lo que podía haber sido una novela terminaba siendo un cuento. La extensión variaba entre cuatro a diez páginas. De ahí no pasaba. 
¡Algo estaba mal en mí! ¿Cómo era posible que, teniendo toda una telenovela en mi cabeza, al momento de llevarla al papel, no me gustaba el resultado, el conflicto o la línea argumental terminaba siendo débil o sufría una crisis creativa
Y después me engañaba a mí misma: “es que te falta una taza de café para activar las neuronas”. La buscaba. Pero no, me faltaba también la inspiración. Ordenaba el escritorio, encendía una vela aromática, ponía música de ruido blanco, me aseguraba que la temperatura fuera óptima… Pero no, tampoco podía escribir. 
Entonces el café se enfriaba o se acababa, y ahí iba a buscar más, junto con una magdalena. Volvía a ver la hoja en blanco. Y no encontraba forma alguna de iniciar con la historia con la seguridad de que se convertiría en una novela, de que pasaría las diez hojas, de que les daría a mis personajes el final que merecen. 
Entonces acepté el reto NaNoWriMo. Para los que no lo conocen, la idea es escribir en un mes, 30 días, una novela corta. En realidad, para escribir lo que tú quieras. El reto consiste en sobrepasar las 50,000 palabras en ese mes. Así que lo vi como simples matemáticas: 
7 días por 4 semanas = 28 días. No contaría con los otros 2, por si fallaba un día de los otros, poder reponer. ¡Pero tampoco quería escribir 28 días corridos! Necesitaba un descanso: 5 días de escritura, de lunes a viernes, para tener sábado y domingo de descanso, por 4 semanas, eran 20 días. 
¡Escribir 50,000 palabras en 20 días! Ya no eran 30, sino 20 porque yo misma me había disminuido los días… Dividí la cantidad de palabras entre cada día y me dio 2,500. Es decir, cada día debía escribir un mínimo de 2,500 palabras. 
Rápidamente fui al Word y verifiqué cuantas páginas era eso, para más o menos calcular si era posible o no. Según un formato tamaño carta, me daban cinco páginas completas. ¡Bien! Yo podía escribir cinco páginas diarias. Más que una meta mensual o semanal, tenía una meta diaria: alcanzar las 2,500 palabras. Y eso lo había hecho antes… 
¿Pero cómo? Si no era escribir 20 cuentos, sino una novela. 
Y recordé que las novelas se dividen en capítulos y que puedo escribir, tal vez, un capítulo al día. Si veía cada capítulo como un cuento, entendiéndolo como poseedor de un inicio atrapante, el desarrollo de un conflicto o situación y un cierre que invite al lector a seguir leyendo, entonces podía hacer una planificación que me ayudara a lograrlo. 
Oye, pero me tardé toda una tarde para hacer ese análisis. Era 31 de octubre y el NaNoWriMo comenzaba el 1 de noviembre. ¿Cómo rayos iba a planificar toda una novela en un par de horas? 
Y recordé uno de esos cuentos que había escrito y que prometían ser mucho más. Recordé cómo me sentí decepcionada al plasmar en tres páginas una historia tan profunda y emotiva, ambientada en un contexto histórico de mi país. Releí el cuento y ¡dividí sus partes en capítulos! Sí, eso hice. 
Aunque en su momento lo sentí como un reciclaje, como autoplagiarme, sabía que esa historia merecía ser contada de otra forma. 
Hice un resumen de todo lo que se supone que sucedería de principio a fin, todos los eventos, situaciones o conflictos importantes. Y elaboré una línea argumental que dividí en 20 capítulos. La analicé de rabo a cabo y entrelacé momentos en que otros personajes debían intervenir, escenas que sí o sí deberían aparecer... Me aseguré de que mi protagonista evolucionara a lo largo de la historia. 
Y no te creas, no lo tenía todo claro. En ese momento solo tenía clarísimo que la vida de Catalina Marfisi debía ser contada y que solo yo sabía cuál era. 
Inicié el primer día centrándome en la sinopsis que hice del capítulo uno. Esa era mi meta diaria, escribir en 2,500 palabras (o más) la historia de ese capítulo. Y para mi sorpresa, teniendo claro lo que debía escribir, no hice más que sentarme en el computador y retumbó el teclado. Tardé cuatro horas para superar mi meta. Pero lo hice. Ahora solo debía hacerlo 19 veces más. 
Y así pasaron los días. La primera semana fue difícil, pues tardaba entre 4 y 5 horas. No veía televisión, no comía, no veía el teléfono, ni siquiera hablaba con otra persona hasta que no completara mi meta. 
Llegó el fin de semana y, aunque no escribí, se me ocurrió ver de qué trataba el capítulo que tocaba el próximo lunes. ¿Y a que no sabes? Pasé esos dos días pensando en la novela, imaginando los diálogos, viendo de qué forma lo podía desarrollar. 
Cuando llegó el lunes, me senté en el computador y en una hora y media tenía todo escrito. Capítulo terminado. Meta superada. Una genialidad haber disminuido el tiempo de escritura. 
Así que leí la sinopsis del capítulo que debía escribir el próximo día, y en mis tiempos libres o muertos pensaba en ello. Esto me facilitó muchísimo la escritura, pues podía estar cocinando y creando una escena. O podía ir camino al trabajo decidiendo si la protagonista actuaría de una forma u otra ante x situación. Y al momento de escribir, solo tenía que poner en papel aquello que ya había ordenado y planificado con más detalles en mi mente. 
Hasta que llegué a la última semana. Me faltaban cinco capítulos y… me di cuenta de que era estirar mucho la historia. En realidad, debía eliminar dos capítulos y quedarme con 18. Pero como cada día escribía un poco más de 2,500 palabras y hubo más de algún día que llegué a las 3,000 palabras; pude darme el lujo de hacerlo. 
Reestructuré el final de la historia. Seguí escribiendo esos cinco días. Y al finalizar el mes, tenía 53,500 palabras y 260 páginas en Word. ¡Un borrador! Que después me di la tarea de imprimir y corregir en papel. ¡Mi primera novela! 
De esa vez, no paré. Podía escribir una novela en un mes, un borrador que después debía ser trabajado y pulido, pero que ya era la idea plasmada al papel. ¡Y eso es lo que te quiero enseñar! Que si yo pude, tú puedes. Y que, para lograrlo, hay ciertas herramientas o ideas que debes tener claras antes de comenzar. 
En el próximo post te explicaré cómo planificar tu historia, con el objetivo de que puedas pasar de la idea literaria al borrador o manuscrito. 
¿Crees que también puedes escribir un libro en un mes?  ¿Te interesaría leer mi novela?
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