Revista Cultura y Ocio

Como escribí «Tres malditos en Lay City»

Publicado el 27 octubre 2022 por Amenofis05 @PabloC_Autor

Si eres un apasionado de la novela negra, deberías leer las novelas del autor clásico por antonomasia, Raymond Chandler, y conocer las aventuras de su personaje, el detective Philip Marlowe. Quizá sea Chandler uno de los autores que popularizaron el género, con permiso de Conan Doyle y su inmortal Holmes, y con la aprobación de Dashiell Hammett. Chandler dibuja una sociedad gris, funesta, quizá observada desde el punto de vista cínico y oscuro de su personaje. Cínico y pesimista, Marlowe emplea su tiempo libre en beber whisky, leer poesía y jugar partidas de ajedrez consigo mismo... y también trata de mantenerse alejado de las femme fatales que pueblas sus aventuras:

"Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Soy de California, nacido en Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando acaben conmigo en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo". El largo adiós, de Raymond Chandler.

Cuando hace muchos años comencé a escribir novela negra, tenía en mente tanto a Chandler como a otros autores: Pizzolatto, Hammett, Camilleri, Vázquez Montalbán, Mendoza (si, Eduardo Mendoza me marcó muchísimo por su manera de escribir novela negra satírica) e incluso a Conan Doyle. La serie protagonizada por Miguel Herrero bebía mucho más del humor de Mendoza, el pesimismo de Pizzolatto y algunos toques de sarcasmo de Chandler, pero traté de que fuese muy diferente.Un tipo casi normal en una situación casi anormal, Decisión encadenada y El undécimo: no combatirás, fueron marcándome el camino para disfrutar de la escritura de un género que me apasiona. Con Una novela negra defectuosa marqué un toque negro muy interesante y en el que las influencias más clásicas estaban presentes.

Pero llegó 2022 y me apetecía escribir novela negra de nuevo. Después de un largísimo parón desde el 2016, quería regresar al ruedo literario con algo que me apeteciese de verdad. Empecé a escribir relatos sueltos con el propósito de hacer mano y adquirir soltura en la escritura.

Y entonces surgió el relato Tierno, el primero de los que componen Tres malditos en Lay City.

La vida de Jason Morales después de perder su primer combate profesional de boxeo cambiará para siempre después de aceptar el caso de una misteriosa viuda. El inicio del relato reune algunos de los clichés del género: la aparición de los gánsteres de turno con sus matones clásicos y una pincelada costumbrista para ubicar al lector en el escenario en el que se movería ( Lay City). Pero desde el momento en el que comencé a teclear las primeras palabras me sentí muy cómodo y la historia transcurrió con fluidez, como si hubiera estado escribiendo textos similares toda la vida. Deseaba plasmar mi percepción de la novela negra clásica pero con un pequeño filtro adaptado a los tiempos en los que nos movemos. Jason Morales no sería un investigador veterano, curtido y cínico como Philiph Marlowe. Quería un personaje más tierno, por así decirlo. Alguien que dude entre qué camino seguir mientras no tiene más remedio que avanzar a tientas por la vida. Un detective novato al que es posible engañar y manipular, un luchador duro y experto en el ring, pero tierno en la vida personal. Lo disfruté muchísimo, y no me dí cuenta de que estaba plantando las semillas de una de las mejores novelas que he escrito en toda mi vida.

-Tú también crees que estoy tierno -respondió Jason con tono divertido.

-Más que tierno, chaval -replicó el viejo con tono cómplice-. Siempre podrás volver al ring a repartir palos a quien se atreva a ponerse delante de ti... Allí te veo maduro y duro como una piedra.

Tierno

Porque el relato gustó muchísimo entre mis lectores de testeo. Tengo la suerte de rodearme de gente que me aprecia y que disfruta mucho leyendo lo que escribo, proporcionándome su opinión sincera, y me animaron a seguir escribiendo dentro del mundo de Lay City. Querían más casos de Jason Morales, pero a mí me apetecía crear historias con otros personajes. Así que continué escribiendo y apareció el capitán Leroy Jethro Dickinson.

Joder, seguí disfrutando como un bellaco. Quise que el protagonista de Algunos cabos sueltos fuese muy parecido al agente Leroy Jethro Gibbs, protagonista de la serie de ficción Navy: investigación criminal. Me molaba esa frialdad con la que se relacionaba con el mundo que encerraba un particular infierno personal. Creé al capitán Dickinson como una especie de trasunto de Gibbs llevado al otro lado de la ley: el criminal. Y así apareció este antiguo capitán de infanteria del Primer Ejército de los Estados Unidos, veterano de la Gran Guerra y víctima del ostracismo al que se les somete a muchos de los soldados que regresan de la guerra. Sin empleo en su nueva vida civil, toma la decisión de aprovechar sus habilidades marciales y organizar una pequeña banda criminal durante el inicio de la década de los años 20. Y le va bien hasta que es traicionado por uno de sus hombres durante un atraco al Bay City Bank y es apresado por la policía, que lo manda a la sombra con una condena de treinta años.

-No apruebo su pasado delictivo, capitán Dickinson. Creo que sus capacidades le podían haber permitido establecerse honradamente. -Lo dudo mucho, general. -Leroy carraspeó, como si aún encontrase incorrecto contradecir a un superior-. Dejé el ejército en 1920 porque el general al que desobedecí al salvarlo a usted me hizo la vida imposible dentro del ejército. Si, es cierto: logré ascender a capitán durante la guerra, pero, al llegar la paz, los dos años siguientes fueron infernales gracias a él. Cuando volví a la sociedad, nadie quería emplear a un antiguo soldado. No había sitio para mí, nadie me lo había reservado. Era un oficial que había renunciado a su cargo. Eso era poco habitual, y nadie deseaba darme un empleo. Quizá la mano alargada del General Taylor Smith también actuaba en el mundo civil.Algunos cabos sueltos

Y la nueva vida de Dickinson comienza en 1933 cuando el general James Walker, con quien Dickinson había servido en Francia, lo reclama de la cárcel para investigar la desaparición de su hijo. Aquí encontramos un mundo mucho más oscuro que en la historia anterior, compartiendo tanto escenario como personajes secundarios: Bernie Salbers, la Viuda Norris, la periodista Dartold, el teniente Watson... Dickinson camina por unas calles que ya no reconoce, se siente fuera de lugar y con muchas cuentas pendientes que saldar con los que tuvieron algo que ver con su detención.

Leroy depositó un billete de cinco dólares sobre la mesa y lo observó. Incluso el dinero había cambiado en aquel lapso de tiempo: los billetes eran un tercio más pequeños que los que empleaba cuando gozaba de libertad. Negó con la cabeza ligeramente, acercando el billete hacia el atareado camarero. Este enarcó una ceja y detuvo su trabajo.Algunos cabos sueltos

Pero poco a poco comienza a adaptarse, porque al fin y al cabo él es un superviviente y está preparado para pelear contra la adversidad. Cuando yo escribía esta historia tenía en mente el desarrollo general de la obra completa como una historia de tres personajes malditos que se encontrarían en las páginas finales. Tenía curiosidad por ver como podrían congeniar los tres protagonistas en el relato final: Brigada de Suicidios.

Y es que, después de terminar Tierno, tenía claro que quería escribir una historia en la que la protagonista de verdad fuese la ciudad en la que transcurriría la acción, muy al estilo de la genial Sin City de Frank Miller. Y la ciduad se llamaría Lay City como homenaje a la Bay City (que también aparece en las historias) creada por el genial Chandler.

Ahora le toca el turno de aparecer al teniente Justin Saul Mallard y su inseparable confidente el doctor Edward James Adams. Aquí homenajeé a otro de los geniales personajes de Navy: El doctor forense Donald "Ducky" Mallard. Un escocés remilgado, tendente a la sobreactuación, inteligente, ácido y mordaz. En realidad, es la relación que tienen Mallard y el doctor Adams la que homenajea esa relación tan especial que tienen Gibbs y Mallard en la serie de ficción.

Mallard dirigió una sonrisa cómplice y Eddy lo observó con detenimiento.
-Tienes mal aspecto, Justin -observó, mirándolo por encima de los cristales de sus gafas-. ¡Aunque es mejor que el último visitante de esa mesa! -Volvió a ahogar una risotada. Brigada de Suicidios

Justin Mallard es un teniente de policía que fue considerado años atrás como el mejor investigador de Lay City, pero después de resolver un caso muy delicado su equilibrio emocional quedó muy dañado. Como agradecimiento a sus servicios, el alcalde de Lay City evitó que Mallard fuera dado de baja por depresión y lo destinó a la Brigada de Suicidios de Lay City, recién creada para que él encontrase el lugar adecuando donde reponerse del varapalo sufrido. Pero Mallard encuentra en esta nueva posición un lugar muy cómodo desde donde poder disfrutar de una apacible vida sedentaria. Quizá las burlas de sus compañeros no ayudasen a que Mallard recobrase la pasión por su oficio, pero la visita de la Viuda Norris a su despacho lo cambia todo al insinuarle que uno de los casos que ha cerrado como suicidio podría no serlo. Mallard lo investiga con muy pocas ganas de volver al camino de la investigación, pero no puede evitar sentir de nuevo la adrenalina que proporciona un buen caso. Así que se mete de lleno a espaldas de sus superiores. Aquí tenemos de vuelta a la Viuda Norris, Ana Dartold, Bernie Salbers, el teniente Watson... y a Jason Morales y Leroy Dickinson, con quienes tiene que aliarse para resolver el caso que lo ocupa.

Disfruté de lo lindo cuando los personajes compartían escena, sinceramente. Es como si las historias de estos tres tipos malditos confluyeran en una sola línea argumental, marcando el final de un trayecto que comenzó con Tierno. Y, aunque sea el teniente Mallard quien lleve la voz cantante en el asunto, cada uno de ellos encuentra su propio momento para brillar. Son personajes muy diferentes unos de otros pero con un objetivo en común, y logran ponerse de acuerdo a pesar de sus diferencias. El vigor y la decisión de Morales, la frialdad y la eficacia de Dickinson y la inteligencia y el instinto de Mallard confluyen en un par de momentos que me hicieron disfrutar muchísimo mientras los creaba.

Ahora, amigo lector, te toca disfrutar a tí de este pequeño homenaje al género negro. Yo ya lo he hecho escribiéndolo...

Leroy Jethro Dickinson se inclinó ligeramente sobre la mesa. Su mirada brilló gélida una vez más.-Entonces, según veo, usted y yo tenemos un problema -dijo con aspereza-. Y yo me dedico a resolver problemas.Brigada de suicidios

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Como escribí «Tres malditos en Lay City»


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