Revista Salud y Bienestar

Cómo evitar el dolor de una discusión

Por Robertosancheze

Esto es sólo mi opinión, que cambia constantemente. No me creas. Crea la tuya.

(Como cada lunes, me gustaría aportar mi granito de arena para que el primer día de la semana sea un gran día para ti. Por eso comparto este capítulo revisado y actualizado de “Una vida sencilla”. ¡Feliz lunes!)

¿Cuántas veces puede llegar a discutir una persona en toda su vida? ¿10, 20, 50, 100, 2.000 veces? Sería algo difícil de calcular, pero sin ninguna duda son muchísimas, probablemente demasiadas.

Muchos pensarán que una discusión es una batalla entre dos razones. Uno la tiene. El otro no. El que la tiene gana. El que no la tiene pierde. Hasta hace no mucho tiempo yo también pensaba así, pero ya no. Hoy sé que todos los lados acaban perdiendo.

Que uno de los dos acabe teniendo “la razón” no significa nada, y da lo mismo si al final de la discusión aparentas tenerla tú. Las secuelas de ese momento de tensión que acaba de ocurrir son igual de nocivas para el “ganador” que para el “perdedor”. Después de discutir, especialmente con alguien que quieres o con quien convives diariamente, se te queda mal cuerpo, mal sabor de boca, incluso dolor de cabeza y seguramente, siempre que no seas un psicópata carente de empatía, cierto sentimiento de culpa. Discutir no es agradable, posiblemente tampoco sano, y el cuerpo también nos lo hace saber. Discutir duele.

Cómo evitar el dolor de una discusión

Eugenio contaba:

Dos hombres se encuentran por la calle. Uno le dice al otro:
–¿Usted cómo se conserva tan joven?
–Pues mire, no discutiendo con nadie.
–Pero hombre, por eso no será.
–Pues no será por eso.

Lo primero para evitar el dolor de una discusión es comprender que aquí no hay una única verdad, ni una sola, ya que la vida y la realidad que cada uno cree son interpretaciones de las propias experiencias individuales. Lo que es absolutamente cierto para mí no tiene por qué serlo para quien tengo enfrente, y viceversa. ¿Quién soy yo para creerme poseedor de la verdad, de la razón? Es sólo mi punto de vista. Nada más. Y permítanme la licencia: no hay ciencia ni religión ni filosofía ni creencia que conozca la verdad de la realidad por encima de la experiencia individual, por mucho que a muchos les pese.

Una vez comprendido esto, como éste, en parte, es un blog de simplicidad, la respuesta a cómo evitar el dolor de una discusión es simple: no discutiendo.

Entonces… ¿hablamos?

Tan fácil como eso. ¿Verdad que cada uno tiene su opinión y que ambas son igual de válidas? ¿Verdad que hablando tal vez logremos acercar posturas y ponernos de acuerdo, o tal vez todo lo contrario y sigamos pensando totalmente distinto? ¡Qué más da! ¿Verdad que aún así tampoco es tan grave y no pasa nada? Cada uno puede pensar lo que quiera y seguir su camino, incluso separándonos. Otra vez, no pasa nada.

¿Tan importante es “tener razón”? ¿Tanto para que duela? ¿Tanto para hacer daño?

Mejor hablemos. Tú tienes tu punto de vista y yo tengo el mío. ¿Qué tal si simplemente lo exponemos? Si nos atrae el tema podemos alargarlo un poco y desglosar aún más nuestra opinión. A eso se le llama conversar. Y si no, pues podemos dar la… ¿discusión?… la exposición por zanjada. Y a otra cosa mariposa. Pero sin dolor.


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