Revista Cocina

Como evitar la rutina en la cama

Por Dolega @blogdedolega

Alma hand

Ayer Domingo, tonto, lluvioso y otoñal, me ha dado por pulular por internet.

Lo malo de andar sin rumbo fijo es que acaba uno en sitios realmente curiosos. De repente, no me pregunten cómo, que ya saben que aquí en el ciberespacio sabemos por donde empezamos, pero nunca dónde terminamos, recalo en un sito muy femenino dónde me dan buenos consejos.

Cómo ser una mujer sexy, cómo mantener la pasión de mi pareja, cómo huir de la rutina en la cama… Todo ello, por supuesto, dirigido a parejas jóvenes, que no a vejestorios que adoramos la rutina en la cama, básicamente porque la rutina quiere decir, continuidad.

Ustedes me entienden: “Déjate de tontadas y vamos a lo que funciona”.

Recuerdo nuestra vida cuando teníamos esas edades en que la rutina es una amenaza y las bronquitis y las otitis y los deberes y el ballet y el futbol…

En aquel entonces rutina, lo que se dice rutina era lo que menos teníamos. Ni siquiera en la cama, porque la cosa estaba tan complicada por las miles de cosas que teníamos que hacer en los respectivos trabajos y con los niños pequeños, que un rato de solaz se convertía en algo parecido a la primitiva. Todas las semanas lees que le ha tocado a alguien, pero nunca eres tú.

De repente recordé una situación por la que seguro todos los padres han pasado alguna vez y que se queda en nuestro recuerdo con una amplia sonrisa. Las pilladas.

¿Qué son las pilladas? Esto:

Una noche estábamos el consorte y yo en el fragor de la batalla cuando, sin previo aviso, se abrió la puerta de nuestra habitación de par en par. En la oscuridad, se podía ver la silueta del Niño, en pijama con algo en la mano. Tendría unos cuatro años más ó menos.

El consorte metió un brinco con voltereta incorporada hacia su lado de la cama y se oyó un enorme “clank” que adiviné era su cabeza dando contra su lamparita de noche. Rogué que no acabáramos en urgencias con tres puntos de sutura ya que era de latón y la base tenía una especie de picos. A continuación me acordé de todos sus antepasados por no haber cerrado con llave la puerta, él había sido el último en entrar en la habitación.

Allí estábamos quietos como muertos, mientras yo intentaba disimuladamente tirar del edredón para taparme antes de que la criatura llegara a la cama.

-Mamá, mamá.

Yo allí haciéndome la dormida y preocupada porque el Consorte no se movía. No sabía si era parte de la estrategia ó directamente se había abierto la crisma y se estaba desangrando.

-Mmm qué.

Sentía a Curro en mi cara.

Como evitar la rutina en la cama

La mascota de la expo de Sevilla del 1992 que su padre le había traído hacia unas semanas. Distinguía a Curro por la enorme nariz y la Cresta de colores, ambas de plástico, mientras el resto del muñeco era de peluche. Un horror, pero él lo adoraba.

-¿Qué hacéis, estáis jugando?

Dolega ten cuidado con lo que contestas… Si dices que sí, va a decir que él también quiere jugar. Si dices que no, seguirá el interrogatorio…

-Nooo, no estamos haciendo nada.

-Sí que hacíais algo, porque había ruidos.

De repente el consorte empieza a gemir mucho, pero mucho, mucho…

-¿Porque llora papá?

-Pues hijo ni idea…¿Y tú porque lloras?

Le pregunto en la oscuridad ya intrigada yo también por los gemidos, imaginando de todo.

-¡¡Mi pierna, tengo un calambre!!

-Espera que enciendo la luz

-¡¡¡NOOOOO la luz no!!!

Me imagino que está ahí destapado, empalmado y espanzurrado boca arriba. Me levanto corriendo, busco la bata a tientas por el suelo, cojo al niño de la mano…

-Venga cariño, vamos a la cama que papá está malito.

-¿Qué le pasa, porqué llora?

A estas alturas el Consorte ya gritaba sin miramientos como si lo estuvieran matando.

-Porque le duele la pierna mucho, cariño. Vamos a la cama que tengo que ir a darle una pomada para que se cure.

Lo meto en la cama, le doy dos besos a él y dos a Curro, lo arropo y salgo escopetada a la habitación a ver qué le pasa al otro que grita sin parar y temo que despierte a la Niña también.

-Ha sido el susto que me ha dado el jodío niño. Encima casi me abro la cabeza contra las malditas lámparas esas, que pesan cien arrobas. ¡Que dolor!

-Eso te pasa por dejar la puerta abierta.

Ya logro controlarle el calambre a base de estirar el pie correspondiente, le doy una buena dosis de réflex y claro, de todos es sabido que el olor a réflex y la libido no se llevan nada bien.

Y dice el sitio éste que se pongan muchas velas por la habitación para darle un ambiente romántico y diferente… Era lo único que nos había faltado, encima prenderle fuego a la casa.

 


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