Luis Britto García
¿Cómo se fabrican superhombres? De la misma manera que super toros o super caballos. Hace notar Platón en La República que para obtener corceles veloces los criadores aparean los más corredores hasta conseguir potros más rápidos. Igualmente, planificando uniones entre seres humanos se podría transmitir sus rasgos deseables a sus descendencias. Para Platón, el Estado ideal es aquel en el cual cada quien desempeña la función para la cual es más apto: Productor, Guerrero, o Filósofo Gobernante. Mediante selección y educación, se podría formar los ciudadanos más capaces para cada cometido. Pero más adelante se podría perfeccionar el sistema haciendo dichas capacidades innatas y hereditarias, mediante una lotería, supuestamente regida por los Dioses y en realidad por los Filósofos Gobernantes, que favorecería la unión de las parejas más caracterizadas por ciertos rasgos deseables, los cuales supuestamente se reforzarían en su descendencia.
Sobre la heredabilidad o no de ciertas características han corrido torrentes de tinta. Es indiscutible que cada nuevo ser viviente recibe la mitad de su código genético del padre y la mitad de la madre. Se heredan ciertas minusvalías, como la diabetes y la hipertensión, y al parecer algunas excelencias, como el buen sistema inmunológico o la inteligencia potencial. Lamentablemente, los hijos de los genios retrogradan al nivel promedio de inteligencia, con honrosas excepciones, como las de la familia de Johann Sebastián Bach.
Durante milenios la humanidad aceptó como hereditarios el poder político y el económico, con los lamentables resultados que evidencian las monarquías y el capitalismo. Nuestros genes son lo único que poseemos de forma innata: toda otra herencia que nos asigne dominio político o económico sobre nuestros congéneres es cuestionable.
Religiones y literaturas exaltan la excelencia física que permite destruir el mundo: sólo los utopistas encomian la inteligencia que posibilita entenderlo. Ocupados en proponer super sociedades, han descuidado la necesidad de crear super habitantes. Apenas Federico Nietzsche postuló en el siglo XIX que el hombre debía ser superado y anunció el Super Hombre, pero astutamente se abstuvo de definirlo salvo por su incapacidad de sentir piedad por el hombre ordinario. Nuestros antepasados Sapiens parecen haber sido factor fundamental de la extinción de nuestros tardos parientes Neanderthales. La literatura fantástica parece un hervidero de superhumanos: El monstruo de Frankenstein, de Mary Godwin Shelley; el superdotado Odd John, de Olaf Stapledon; los telépatas de El Hombre Demolido, de Alfred Bester; los telekinéticos de Sturgeon en More tan Human; los resucitadores de Phillip K. Dick en War with Centaurus. Desde el cada vez más permeable muro de lo imaginario nos contemplan con miradas ambiguas, quizá despectivas.
Para sortear la infertilidad, desde mediados del siglo XX se crearon bancos de esperma, que exigen de los donantes requisitos mínimos constitutivos de un modesto programa eugenésico: edad entre 18 y 40 años, buena salud física y mental propia y de antepasados inmediatos, a veces educación secundaria. En 1980 el millonario adepto a la eugenesia Robert K. Graham fundó el Repository for Germinal Choice, banco de semen que sólo admitía como donantes académicos de alto nivel, premios Nobel, atletas olímpicos, superdotados, pues entre sicólogos y siquiatras prevalece la tesis de que la inteligencia es en gran parte hereditaria (https://edition.cnn.com/videos/bestoftv/2014/10/08/orig-lisa-ling-this-is-life-the-genius-experiment.cnn). Hasta 1999, fecha de cierre del proyecto tras la muerte de Graham, habían nacido dos centenares de bebés. Los resultados se mantienen en secreto para proteger la privacidad de donantes, receptores y sobre todo de los engendrados. Avanza una investigación para totalizar los datos que los involucrados quieran aportar voluntariamente (https://slate.com/human-interest/2001/02/the-genius-babies-and-how-they-grew.html). Sus resultados decidirán nuestro futuro.
Pues desde entonces la posibilidad de determinar la aptitud física e intelectual de las generaciones venideras se ha multiplicado. El análisis de embriones fecundados en probeta permite desechar los que presenten malformaciones o enfermedades genéticas. Otro avance posibilita identificar los genes responsables de ciertos rasgos hereditarios. Con técnicas de edición genética CRISPR desarrolladas por la microbióloga Emmanuelle Charpentier y la biotecnóloga Jennifer Doudna es posible cortar la doble espiral del ADN del embrión o la semilla de cualquier ser viviente e incorporarle o sustraerle segmentos que modificarán sus características. Se trabaja para alterar de tal manera cerdos, vacas, insectos. Tales técnicas están en sus comienzos, y sus resultados son menos precisos mientras mayor es la complejidad de los seres a ser modificados. Pero nada, salvo las consideraciones éticas, impide que se apliquen a los seres humanos (https://www.jotdown.es/2024/03/futuro-imperfecto-23-modificacion-genetica/).
¿Qué argumentos éticos deberían ser valorados ante la posibilidad de elegir a voluntad la estatura, salud, aspecto e inteligencia de nuestra descendencia? Las mismas que hasta ahora han suscitado la herencia de los poderes políticos y económicos. Postula la Ley de Hierro de las Oligarquías de Mitchell que el poder tiende a concentrarse en pocas manos. Los descendientes de quienes acaparan el poder político y económico heredarán y monopolizarán también el costoso privilegio de generar descendencias saludables, inteligentes y longevas. La escisión económica de la humanidad en clases sociales será confirmada por la división innata en castas biológicas hereditarias prevista por Aldous Huxley en Brave New World (1932). Añadamos que la automatización tiende a ocupar todos los trabajos que no requieran de excepcional capacidad intelectual. La inferioridad física e intelectual de quienes no gocen del privilegio de la modificación genética los hará además incapaces de organizarse y defenderse de manera eficaz contra alguna Solución Final dispuesta por la bondadosa élite de la Bioligarquía.
Tanto los medios de producción económica como los de perfeccionamiento genético han de ser propiedad común del género humano, para evitar que se conviertan en herramientas contra la propia humanidad.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO