Al despedirnos del pueblo godo, podríamos repetir con el autor del discurso que precede al Fuero Juzgo: "Fue una gran época, un periodo interesante... el que corrió desde el siglo V hasta el VII... Fue una gran nación la que venció a los romanos, rechazó a los hunos, sojuzgó a los suevos, y se estableció desde el Garona hasta las columnas de Calpe. Fueron una gran Iglesia y una gran literatura las que tuvieron a su frente a Ildefonso y a Eugenio, a Leandro y a Isidoro. Y fue más grande aun que tos estos elementos que le dieran vida, el célebre código que nació en esa sociedad, que ordenó su monarquía, que caracterizó esa época, que fue redactado por esos literatos y esos obispos. Cuando faltas y yerros por una parte, cuando la ley de la naturaleza por otra, acabaron con el pueblo y con sus monarcas, con los próceres y con los sacerdotes, con el poder y con la ciencia de aquella edad, el código se eximió justamente de ese universal destino, y duró y quedó vio en medio de las épocas siguientes, que no sólo le acataron como monumento, sino que le observaron como regla y se humillaron ante su sabiduría".
Nosotros, sin constituirnos en apologistas de los godos ni de sus sistema de gobierno, cuyos defectos hemos apuntado, añadiremos, por último, que si hemos de juzgar de la civilización de un pueblo, no por el ostentoso aparato de los triunfos militares comprados a precio de sangre humana; no por el brillo exterior de pomposos espectáculos, que fascinan y corrompen a un tiempo, sino por su mayor moralidad, por el menor número de inútiles matanzas de hombres, por el mayor respeto a la humanidad, a la propiedad, a la libertad individual de sus semejantes, por la mayor suavidad de sus leyes y de sus castigos, por su mayor justicia y su mayor consideración a la dignidad del hombre, España debió grandes beneficios a un pueblo que modificó y alivió la dureza de la esclavitud, que abolió la bárbara costumbre de entregar a los hombres para que fueran devorados por las fieras del circo, que hizo menos mortíferas las guerras, que economizó la pena de muerte, que consignó en sus leyes la libertad personal, y que le dio, en fin, una nacionalidad y un trono que no tenía.
Bajo este concepto la civilización goda aventajó en mucho a la romana, como guiada por el principio civilizador y humanitario del cristianismo. Así, a través de sus defectos de constitución, de las leyes bárbaras conservadas en su código, de los regicidios que mancharon el principio y el fin de su dominación, y de otros males de que no pretendemos eximir aquel periodo de tres siglos, incomparablemente menos terrible para España que lo fuera para los pueblos de Europa, la sociedad siguió su marcha progresiva, aunque lenta, hacia su mejoramiento social. Ahora retrocederá otra vez para encontrarse más avanzada al cabo de centenares de años, que tal es, y tan pausado y por tantas contrariedades interrumpido el desarrollo de la vida de la humanidad.
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.