El enfado es una de las emociones desagradables que más nos cuesta gestionar pues es más persistente y, a su vez, muy sencillo de justificar (cuantas más vueltas damos a nuestro enfado, más justificaciones le encontramos). Asimismo, el cansancio y el estrés propician que se apodere de nosotros rápidamente y sin grandes motivos: en dichas situaciones el detalle más insignificante puede ser el detonante de nuestro secuestro emocional.
Existen distintos tipos de enfado, según si es una reacción a una serie de provocaciones o respuesta a una sensación de amenaza, la reacción a otra emoción e, incluso, el instrumento para lograr algo.
Sea como fuere, ese enfado no es ni bueno ni malo y pretende darnos una información muy importante en forma de remanente energético. Por ello, es necesario escuchar qué nos dice y con qué se relaciona para lograr sacarle partido en nuestro beneficio.
Las siguientes pautas te ayudarán a gestionar el enfado:
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Dale el alto a la vorágine de pensamientos que hay en tu cabeza: deja de justificar tu enfado y de seguir buscando más detalles que lo acrecenten e intensifiquen. Simplemente respira, sé consciente de que darle más vueltas solo va a empeorar tu estado y, si te ves con ganas y/o fuerzas, reencuadra lo sucedido (por ejemplo: esta persona me ha tratado mal porque ayer le despidieron y está pasando un mal momento -en lugar de buscar más motivos para enfadarte con dicha persona-).
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Exterioriza absolutamente todo lo que tenga relación con tu enfado de la forma que más te apetezca: puedes escribirlo o contarlo a una persona de confianza, incluyendo tus sensaciones, juicios, resentimiento, etc. Esto funciona en muchos casos aunque, en según qué estadios del enfado y dependiendo de la persona con la que compartas tu emoción puede ser contraproducente (pues vuelve a generar la emoción y crece la intensidad de la misma hasta encendernos de nuevo, sobretodo si nuestro interlocutor además “nos pincha”).
- Deshazte de la tensión muscular y energética que guarda tu cuerpo, tómate unos minutos para desahogarte: grita, baila, corre, haz kick boxing… El cuerpo también necesita expresar el enfado para recuperar la relajación y debemos darnos permiso para permitir que esto suceda.
- Escucha a tu enfado y encuentra su trasfondo: si te enfadas porque tu hijo no come bien es porque te preocupa su salud y desarrollo físico; por el contrario, si te enfadas porque tu marido no te hace caso es porque tienes cierta necesidad de sentirte valorada por él… ¿Qué se esconde tras la emoción?
- Ahora que tu cuerpo y tus emociones vuelven a seguir su curso tranquilamente y contando que ya has identificado las necesidades que han motivado tu enfado… ¿Qué vas a hacer al respecto? Te recomiendo expresar dichas necesidades a la persona afectada o involucrada. Por ejemplo, siguiendo los enfados que he mencionado antes, se podría expresar de la siguiente forma: “hijo, me he sentido mal porque me preocupa tu salud y cuando no comes tan bien como deberías siento que no soy suficientemente buena” o “me he enfadado porque necesito sentirme querida y, como estás tan ocupado y tienes poco tiempo para dedicarme entonces pienso que no me quieres”.
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Ya has expresado tus necesidades pero… ¿Cómo vas a cubrirlas? Es importante que no temas ni te sientas mal por pedir ayuda o un poco de colaboración pues, sin ésta, tu carga emocional volverá a generarse y los gritos y enfados regresarán y se mantendrán como hasta ahora.
¿Qué hacer cuando el que se enfada es otro?
Aunque parezca complicado permanecer inmóvil frente a una persona muy exaltada por su enfado, lo más importante es no intervenir; esto es: no hacer nuestro su enfado ni intentar calmarle o hacerle entrar en razón.
Para lograr que su enfado no te afecte puedes imaginarte protegido/a en una pompa del color que más te guste, que impide que sus improperios o su energía te invada, evitando así contagiarte con su enfado. De la misma forma, recuerda que intervenir en la línea ascendente de un enfado donde la excitación se encuentra en su mayor apogeo no permite dar tiempo a una reducción de la intensidad y… ¡Solo estarás echando más leña al fuego!
Cuando la persona ha vuelto a su estado normal, bajando la intensidad de su enfado, entonces podemos acercarnos para descubrir qué es lo que le ha sucedido y de qué forma podemos colaborar para cubrir sus necesidades (seguir el esquema anterior con las pautas para uno mismo puede ayudar a otra persona). Otra opción muy válida y segura es esperar que la persona regrese a nosotros, calmada y con ánimos de explicarse. Si te preguntas cuál es la mejor opción… ¡Depende de la persona! Algunos prefieren sentirse acompañados y requieren de esa presencia cuando han empezado a calmarse, otros necesitan todo el tiempo y el espacio y regresan cuando se encuentran lo suficientemente seguros y calmados para poder exteriorizar lo que ha sucedido.