Cómo gestionar el miedo a la desilusion y la decepción

La estrategia más común para gestionar el miedo a la desilusion o la decepción es EVITARLAS.

El problema de esta estrategia es que al evitar la desilusión o la decepción también estamos evitando:

Experimentar o disfrutar de actividades que nos interesan.
Empezar nuevas y enriquecedoras relaciones.
Realizar proyectos que llevamos años retrasando o que se nos acaban de ocurrir.

En definitiva, estamos evitando LA VIDA con el pretexto de que si no sale o no es como yo quiero lo voy a pasar mal.

Y por no pasarlo mal creamos relaciones que no nos acaban de llenar, envidiamos a aquellos que están haciendo lo que quieren y nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos y con partes de nuestras vidas.

Evitar pasarlo mal a la vez elimina la posibilidad de pasarlo bien, de sentirnos conectados en nuestras relaciones, de la satisfacción que da aprender algo nuevo, de avanzar en nuevos proyectos o incluir nuevas actividades en nuestras vidas. ¡¡De sentir plenitud, alegría, bienestar!!

Este es un precio muy grande a pagar por no pasarlo mal, así que vamos a ver cómo gestionar el miedo a la desilusión y la decepción sin tener que evitarlas.

CASO 1:

Cuando se trata de querer hacer o emprender algo nuevo el miedo suele ser a no conseguirlo, a mostrarte a ti mismo que no vales para ello o a que deje de ser una opción y perder la esperanza.

Ante esta situación esto es lo que propongo:

Activa la actitud del principiante.

Cómo:

Recuerda que emprender algo nuevo es un proceso de aprendizaje que no ocurre en un solo paso.
Y que el hecho de que la primera vez no salga exactamente como esperas es lo más normal, de hecho es de esperar.

Igual que ocurre cuando aprendemos a andar: sabemos qué es lo que hay que hacer, lo vemos a nuestro alrededor, pero nos ponemos a hacerlo y ¡pum! nos caemos. Así una y otra vez hasta que aprendemos a mantener el equilibrio por nosotros mismos.

Pensar que porque ya somos mayores tenemos que saber hacer todo a la primera nos lleva a frustrarnos rápidamente y nos hace abandonar antes de llegar a terminar el proceso de aprendizaje.

Después de cada paso que no ha salido como esperabas párate a reflexionar y encuentra un aprendizaje.

De esta forma siempre ganas algo y la decepción desaparece para dar paso a una experiencia rica en aprendizaje y sentido.

CASO 2:

Cuando el miedo es a que otras personas nos decepcionen, por ejemplo en el trabajo o en las relaciones personales, la propuesta para avanzar es:

Comunica cuáles son tus expectativas, ilusiones, qué esperas.

No supongas que porque para ti esas expectativas son triviales, – ¡o lo mínimo de esperar! -, la otra persona va a conocerlas o compartirlas.

Lo que para una persona es trivial y de sentido común para otra puede que no lo sea, así que comparte aquello que sea especialmente importante para ti y pregunta qué es importante para la otra persona.

Diversifica las formas en que nutres tus necesidades.

El ser humano tiene necesidades físicas, de significado, de disfrute, de paz, de reconocimiento, etc., y cuando dejamos por ejemplo que todo el disfrute que hay en nuestra semana venga de una sola actividad y justo dos semanas seguidas la persona con la que hacemos esa actividad no puede practicarla es muy probable que nos desilusionemos con esa persona, o con la vida. Si contamos con otras actividades que también nos permiten disfrutar será más difícil desilusionarnos ¡porque tenemos opciones!

Pon en la relación aquello que pides o quieres que haya.

Así, si quieres más comprensión o cariño, pon más compresión o cariño. Esta es la forma más directa de crear y conseguir lo que quieres. Te pones al mando tú, responsabilizándote de crear lo que quieres y tu atención deja de estar centrada en que la otra persona no es o hace lo que esperabas.