Revista Coaching

Cómo gestionar equipos sin morir en el intento

Por Iñaki González @goroji

Mature businessman presenting to colleagues at a meeting

Pongamos que te ha caído del cielo (o te lo has currado) un equipo de empleados al que tienes que dirigir de forma eficiente. Si no lo sabes ya, hay algo que tienes muy claro: depende de ti que trabajen como tienen que trabajar

O lo que es lo mismo: si no diriges a tus empleados, estos tienen una alta probabilidad de acabar rascándose la nariz la mayor parte del día. Y luego cuando tus superiores (porque siempre hay algún superior) vengan a decirte qué está pasando, el que se comerá el marrón (marronazo, por cierto), serás tú.

Así que de lo que va este artículo es de enseñarte algunas cosas que te echarán una mano para gestionar tu equipo de forma que no mueras en el intento. Eso sí, date por avisado de una cosa: no es fácil, hazte un seguro de vida antes, por si las moscas.

Paso 1. ¿Qué tipo de líder vas a ser?

Eso es lo primero que tienes que decidir, si liderar el equipo desde un punto de vista u otro. Es esencial, porque lo que no puedes hacer es ir un día de un palo y al siguiente de otro. Eso no va a ayudarte en nada. Si el lunes te comportaste con tu equipo como un perro de malas pulgas, sería recomendable que el martes, el miércoles y los demás días de la semana mantengas el mismo tipo de contacto. Que te odiarán es una cosa segura, pero al menos no vas a marear a tus empleados. Otra cosa es si el perfil que te has planteado elegir no es el más apropiado. Te conviene conocer a tus trabajadores. Si son jóvenes de 18 años que acaban de salir de la universidad, que no han trabajado en su vida y que ni siquiera han hecho unas prácticas… en ese caso más vale que elijas bien. Quizá te pones en plan sargento de hierro y acabas encontrándote con un equipo desmotivado y perdido.

Hay muchos tipos de líder. Tienes el tipo paternalista, que viene a ser el que te pone en el pellejo del papi de los empleados. No importa si tienes la misma edad que ellos (edad física, se entiende), porque en cierto modo te gustará cubrirles con tu protección y que siempre se sientan seguros. Vas a tener que estar muy encima de ellos, porque ya se sabe que a los padres, en muchos casos, se les hace más bien poco caso.

También puedes ser un líder carismático. Se recomienda sonrisa profident, llevar unos bollos todas las mañanas a la oficina y marcarte unos discursos épicos de esos que hacen que los empleados se suban encima de la mesa y griten “¡Oh capitán, mi capitán!”.

Paso 2. ¿Y si esto falla?

No lo dudes, seguro que te encuentras alguna manzana podrida dentro del cesto. Tu equipo puede dar saltos de alegría cada vez que te vea entrar por la puerta, ponerse más rectos que un 8 al oírte hablar por teléfono o incluso hacerte regalos en tu cumpleaños por lo majo que eres, pero la excepción nunca falla. O quizá has tomado una decisión malísima y la excepción es el empleado que te hace caso. ¿Qué hacer en esos momentos? Lo más fácil es despedir a la gente. Sí, sí, a la calle, contratas a otros y vuelves a empezar, así de fácil. Pero seguro que, aunque sea por orgullo, te apetece intentar llevarte al huerto incluso a los más rebeldes, así que no les despidas… aún.

Habrá quien no trabaje, quien te ponga a caldo cuando no le veas, el que se pase el día jugando a Angry Birds en vez de responder tus correos y también te encontrarás con el caso del que parece que hace algo, pero lo hace todo mal. En esos casos medita y modifica tu conducta, intenta tener una interacción con los empleados de forma aislada y luego, cuando ya sean capaces de volar por sí mismos, ve haciendo que se junten y trabajen en equipo. Haz lo que haga falta para gestionar tu equipo con éxito y que así puedas confiar en ellos. Porque ya sabes que trabajar solo, lo que se dice trabajar solo, solo lo hace Batman, y no le suelen salir muy bien las cosas que digamos.

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