Cómo Gestionar los Propios Residuos sin Morir en el Intento

Yo me vine hace unos años a vivir al campo, a una casita con terreno entre tablas de cultivos. Hasta la finca no llegan el tendido

Fuente: Flickr

eléctrico ni el telefónico, no hay servicios municipales de agua y basuras, ni por supuesto alcantarillado público. La construcción era legal cuando la compramos, al igual que otras por la misma zona, pero el ayuntamiento (afortunadamente) no ha entrado a ejercer sus atribuciones, y precisamente eso era lo que buscábamos. Ser independientes y autosuficientes. Instalamos un sistema de placas solares, llenamos el aljibe de agua del riego, tenemos una fosa séptica y hemos aprendido a distinguir las basuras. Porque cuando uno se hace cargo de sus propios residuos, el propio concepto de “residuo” tiene que ser redefinido.

En el casco urbano para estos menesteres tenemos, por un lado, los desagües: descargas la cisterna, pones la lavadora o el lavavajillas, te duchas, tiras el agua de fregar el suelo… Todo lo susceptible de desaparecer tuberías abajo es tirado a la fregadera o al wc, incluyendo pequeñas mascotas fallecidas (las no fallecidas originan leyendas urbanas). Eches lo que eches, mientras no atasques el conducto, va a parar a la red de alcantarillas y de ahí… ¿al río más próximo? ¿Al mar? Al final, llegará al mar de todas formas. Y el mar es enorme… Por otro lado, reciclemos o no, llenamos nuestras bolsas con la basura que generamos y luego al contenedor. Si te la retira un señor de la puerta, el proceso aún es más aséptico. Simplemente, desaparece.

Cuando vienes de vivir de esta manera, que ni tu basura ni el resto de los desechos de todo tipo desaparezcan es, como mínimo, chocante. Lo tienes planteado y resuelto en el papel, pero luego llega el día a día. Como la casa está bien acondicionada, al principio no te das cuenta de cuánta agua usas y, peor todavía: de a dónde va a parar el agua… De repente (no es de repente, pero te lo parece) la fosa séptica está hasta arriba y no sabes cómo ha sido. Has puesto dos cubos enormes de basura afuera y se llenan a velocidad infernal, por lo cual toca ir cada dos por tres a tirarla a los puntos de reciclado. Pero, como dice una amiga muy querida: ¡para aprender, perder!

No hace falta comprar manuales, ni googlear, ni preguntar a los ancianos de la tribu. El poderoso sentido común se abre paso y viene al rescate a poco que se lo permitas. Y así, el intrépido neo-rural aprende lo necesario para no acabar enterrado en su propia porquería, acostumbrado como está a generarla sin preocupación. Por ejemplo: abandonas las duchas de película americana a cámara lenta, y haces que tu cisterna sea eficaz. Usas ciclos exprés y ecobolas para la lavadora, y así desaguas directamente en la tierra, y lo mismo con el agua de fregar (hay productos de limpieza inocuos). De esta manera, la fosa hace su trabajo, ayudada por enzimas y bichitos microscópicos que te encargas de aportarle, y filtra a las capas profundas del suelo, donde a la tierra nada le es ajeno y todo se convierte en tierra.

Fuente: wallyir en Morguefile

Redefinir “basura” también es importante. Cualquier cosa orgánica que haya que desechar: restos de comida, peladuras de verdura, etc, pasa por tres filtros antes de su destino final. En este orden: mis tres perros, los arisco-gatos, y mis gallinas (ninguno perdona los “extras”). Lo que queda, se convertirá en compost y alimentará la tierra de mi huerto. Y vuelta a empezar. Lo que no es orgánico lo dividimos para reciclar. Pero, y es lo que yo quería transmitir, cuando eres quien se ocupa de todo esto, ves las cosas de otra forma. Consumes menos, reutilizas cristales, compras de otra manera. Terminas produciendo menos desechos y eso tiene un efecto en todos los planos de tu vida.

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