La crisis causado por el COVID–19 nos obliga a adaptarnos y cambiar la forma de vivir y trabajar. Pero esto no necesariamente es algo negativo.
Algunas empresas ya han encontrado que el teletrabajo puede ser un beneficio, mientras está bien implementado.
También en nivel personal, hay cambios que hemos implementado por obligación y que realmente mejoran nuestra vida.
Por ejemplo, Jordi Fortuny ha descubierto que la gestión de la intención da mejores resultados que la gestión de la atención.
Hace unos días, mientras comíamos, mi mujer comentó «tengo la sensación de que durante el confinamiento todo sabe mejor». Y es cierto, comparto esa misma sensación.
Lo que ha pasado es que superado el bache de los primeros días —poco a poco— todo ha ido poniéndose en su lugar. Esta nueva rutina —para bien o para mal— más pausada, ha hecho que me permita —por ejemplo— «disfrutar» de preparar la comida y comer en familia cada día.
El primer paso para dar este salto de la productividad personal (gestión de la atención) a la efectividad personal (gestión de la intención) es conocerte mejor. Toma el tiempo para no hacer nada y escucha a tu cuerpo y a tu mente.
Vuelve a disfrutar de los pequeños placeres. Vuelve a dar tiempo a tu mente para rumiar sin sentido. Vuelve a aburrirte.
Y verás que disfrutas más, que serás más creativo, que tendrás más claridad sobre qué es realmente importante en tu vida y en tu trabajo.
En tiempos revueltos y en tiempos más tranquilos, además de gestionar la atención, te recomiendo gestionar tus intenciones.
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