Analizar datos, incorporar sensores para aumentar el rendimiento por hectárea, optimizar procesos, mejorar la calidad del producto final y ahorrar tiempo, así como predecir fallos en máquinas e, incluso, controlar plagas son solo algunas de las ventajas que ofrece a la agricultura el Internet de las Cosas o Internet de los objetos (IoT por sus siglas en inglés).
Aunque es uno de los términos más populares de los últimos años, la definición del Internet de las Cosas (IoT) todavía genera algunas dudas. Se trata de usar la interconexión digital de objetos cotidianos con acceso a Internet, a menudo sin la necesidad de mucha intervención humana, para que se comuniquen entre sí y, por lo tanto, sean más inteligentes e independientes. Nadie duda de su amplia demanda, según el último estudio de la consultora Gartner, este año finalizará con 8.400 millones de dispositivos conectados a nivel mundial, lo que supone un crecimiento de un 31% respecto a 2016.
También el sector agro se ha lanzado al mundo hiperconectado. Gracias a la Agricultura Inteligente se puede obtener información detallada del cultivo, el suelo y de las variaciones climáticas en tiempo real desde cualquier tablet o smartphone. Para Alberto Clerigué, director de inversiones de Sodena, “la agricultura inteligente es un paso más para el desarrollo e innovación del sector agroalimentario. Todos estos sensores transmiten información en tiempo real a un sistema en la nube que ayudará a los agricultores a conocer datos útiles para realizar predicciones y mediciones para ahorrar tiempo y conseguir mayor rentabilidad de los cultivos”.
Las nuevas tecnologías IoT han irrumpido con fuerza en sectores tan tradicionales como el agrícola o el ganadero con el objetivo de mejorar la calidad de vida y reducir el trabajo pesado. Con motivo del Día Nacional de la Agricultura Sostenible que se celebra el 23 de noviembre, desde Orizont, la aceleradora agroalimentaria de Sodena, han querido analizar algunas de las aplicaciones prácticas del Internet de las Cosas en este sector:
- Los smart tractors son unos tractores inteligentes que sustituyen la cabina del conductor por un completo sistema autónomo basado en cámaras, radares, GPS y sensores que detectan obstáculos y hacen que el vehículo cambie de dirección para evitar impactos. El agricultor lo programa con una aplicación y puede hacerlo trabajar de manera simultánea con otros tractores. Funciona gracias a la introducción de mapas en el sistema, con los límites del campo y, además, incluye un software de planificación de trayectos.
- Los drones son unas aeronaves no tripuladas que cada vez van a sobrevolar más terrenos agrícolas. En concreto, la consultora IDTechEx calcula que el mercado de los robots y los drones para la agricultura mueve ya 2.600 millones de euros al año y prevé que esta cifra se triplique en 2022 hasta alcanzar los 8.900 millones de euros. Muchos agricultores los utilizan ya para conocer con precisión en tiempo real el estado de los cultivos y, así, realizar una fumigación de precisión. Incluso, en Polonia han comenzado a trabajar con los denominados ‘drones abeja’ para favorecer la polinización mundial debido a la reducción de abejas.
- La monitorización en línea a través de sensores permite a los agricultores conocer desde su smartphone o tablet la temperatura, humedad y tamaño del tallo de la fruta o cultivo. En función del estado de los cultivos cada persona puede adecuar a cada finca el tratamiento de fertilizantes y funguicidas de forma eficaz y precisa. Gradiant, el Centro Tecnológico TIC de referencia en Galicia, afirma que estas aplicaciones pueden llegar a suponer un ahorro de hasta un 30% en el coste de los fertilizantes de muchas explotaciones.
- La ganadería conectada es otro de los avances que ya se están llevando a cabo. Herramientas y sensores que miden el movimiento del ganado, controlan su nutrición e, incluso, su capacidad reproductiva. Además, los ganaderos pueden saber en todo momento la localización de los animales para facilitar su recuento y reducir robos.
- Los controles de plagas inteligentes a través de sensores remotos, se instalan en los cultivos y avisan a los agricultores sobre cuáles son las condiciones más adecuadas para la proliferación de plagas. Incluso, las acciones necesarias para combatirlas pueden ser realizadas manualmente o automáticamente gracias al uso de las nuevas tecnologías.
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