Revista Creaciones

Cómo ha cambiado mi relación con las compras desde que me hice minimalista

Por Gemma Adeva @holawasel

Mi relación minimalista con las compras

Desde que tengo uso de memoria he tenido una relación complicada con las compras. Y cuando digo esto no exagero, sólo os diré que los peores momentos de mi infancia han sido aquellos en los que me llevaban a comprar ropa, zapatos y demás (mis padres pueden corroborarlo). Siempre me he sentido mal cuando iba de compras. Mal emocionalmente y físicamente. Sé que suena raro, pero jamás le he encontrado placer a comprar, a mí me hacía sentir culpable y no lo disfrutaba. Da igual si se trataba de comprar ropa, objetos o comida. Da igual si era algo que deseaba muchísimo tener. O si era algo que necesitaba.

Ahora que lo veo desde cierta distancia, es posible que siempre haya odiado ir de compras porque inconscientemente sabía que comprando no sería más feliz. ¿No os ha pasado alguna vez que queréis algo y hacéis lo imposible por conseguirlo y una vez que lo tenéis sentís que ya no lo queréis? Pues eso. Era una niña que se conformaba con muy poquito, si tenía un cuaderno y pinturas me bastaba, por eso el tener que escoger cosas entre cientos de opciones era abrumador para mí. Y siempre tenía la sensación de escoger lo equivocado, bien desde el principio, o una vez que lo tenía. Esa sensación de la que he hablado unas líneas más arriba.

Esto siguió siendo así durante mi adolescencia y también durante todos estos años anteriores hasta hace bien poco. Concretamente hasta que empecé a interesarme por el minimalismo.

La sociedad y el mundo entero te incitan a consumir, consumir y consumir. Y te ofrecen tantísimas opciones sólo para asegurarse de que al final acabas comprando alguna (y así no te escapas). Tú crees que puedes elegir, pero no es tan fácil. Porque también se encargan de que no tengas tiempo para poder pensar de forma clara sobre lo que es mejor para ti (hola jornadas de trabajo interminables y anuncios de todo tipo). Así que al final acabas comprando, y crees que has hecho bien porque te hará más feliz o resolverá un problema que tienes, pero no. Cuando te das cuenta de que no, vuelta a empezar el mismo proceso. Lo tenemos tan automatizado que ni nos enteramos. Y si dices que no lo has hecho nunca, mientes. ¡A mí también me ha pasado!

Va a sorprenderte que diga esto, pero desde que me he vuelto minimalista, adoro ir de compras. En serio, no es broma. Ahora disfruto muchísimo cuando tengo que comprar algo, y tiene una explicación muy sencilla. Gracias al minimalismo:

No hago compras impulsivas

El minimalismo me ha ayudado a sentirme bien conmigo misma, así que me resulta muy fácil desvincular mis problemas y necesidades de las compras materiales.

He aprendido a diferenciar cuándo quiero algo porque me aliviará instantáneamente (por ejemplo, si estoy triste o desmotivada, etc.) y cuándo es algo que necesito porque cumple una función. Sé que ninguna compra puede suplir una carencia emocional. Si tienes esto interiorizado, tienes resuelta la mayor parte del problema.

Soy capaz de decir “No” y salir de una tienda sin comprar

Siii, incluso de mis tiendas favoritas como Tiger, llenas de cosas que me encantan. Si no necesito algo, ¿por qué comprar nada? Mis compras están muy meditadas y he aprendido que si compro algo sin pensarlo es posible que me acabe arrepintiendo tarde o temprano. A mí no me gusta arrepentirme ;)

Me encanta cuando voy con alguien a alguna tienda y me pregunta si no me gusta nada de lo que veo. Yo respondo que sí, que hay muchas cosas que me encantan, pero que en realidad no las necesito. Y me quedo tan ancha.

Pienso más allá de los objetos que compro

Antes de comprar, me imagino haciendo vida con esos objetos. Tal cual. Pienso en si encajan de verdad con mi estilo de vida, en cuántas veces los usaré a lo largo de la semana o del mes, en cómo encajan con el resto de cosas que ya tengo en casa. Si una de esas visiones falla, lo dejo donde está: en la tienda.

La mejor parte de hacer una compra es la investigación previa

Ahora disfruto del proceso, del camino. No hay compra sin meditación previa. Esto puede adoptar muchas formas, por ejemplo, cuando hago la compra de la semana. ¿Cómo? Planificando los menús diarios. Así evito traer a casa alimentos que luego se estropean porque no he tenido ocasión de consumirlos y todo aquello que es menos sano. Si no está en la lista de la compra o en los ingredientes de la comida de la semana, no lo pongo en el carrito.

Como debo estar muy segura de lo que quiero comprar, el proceso de investigación previo a la compra se convierte en algo interesantísimo. Pienso en las ventajas e inconvenientes de un objeto, en su precio, en su funcionalidad… de manera consciente. Y procuro comparar en varios sitios antes de hacer la compra.

Evito el desorden en casa

Soy muy fan del método Konmari, y todo lo que os he dicho sobre las compras contribuye muchísimo a mantener el orden en casa. Si no estoy segura de que me produce alegría, no entra en casa. Si ya tengo uno igual, no entra en casa. Si no tengo un sitio definido donde irá, no entra en casa.

El desorden está directamente asociado al volumen de cosas que tenemos. Es así. Al final te verás con mil objetos a los que no puedes dedicar todo el tiempo que te gustaría (por lo tanto han perdido su funcionalidad) y sin espacio para guardarlos. Pero si compras conscientemente, esto no sucede.
El minimalismo me ha ayudado a reconciliarme con el acto de comprar. O mejor dicho, me ha hecho aprender a comprar. Por eso ahora me encanta ir de compras. ¡Es increíble que yo lo diga! Siento que es algo que controlo y de lo que soy partícipe de forma totalmente consciente. Que sí, sé que suena raro, porque la mayoría de personas no se plantean absolutamente nada cuando entran en una tienda, pero deberían hacerlo. Porque lo normal no debería ser comprar porque sí, debería haber un motivo, igual que para muchas otras cosas de nuestra vida :)

Y tú, ¿cómo compras?

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