Revista En Masculino
Se tiene la percepción extendida de que los bebés no hablan, pero cualquier padre sabe que hasta los recién nacidos comunican por los codos. El llanto es el lenguaje exclusivo de los pequeños con el mundo exterior aunque su capacidad de expresión es tal que les permite abarcar todos los matices posibles. Sin embargo, sin ser arameo, este código requiere de unas nociones básicas para que los padres puedan entenderlo. La primera de ellas y la principal: el conocimiento de la vida del bebé.
La comunicación con los recién nacidos es uno de los grandes misterios para los padres primerizos hasta el punto de colocarles al borde de la desesperación. Pocas cosas provocan más desgaste e impotencia que un bebé atronando incesantemente con esa catarata de lloros que parecen incontenibles. En ese momento te sientes como un náufrago en pleno temporal cuando olas como montañas estallan en tu cabeza.
Afortunadamente, aunque parezca sorprendente en pleno ataque de lloros, los llantos también tienen un final. Para el novato principiante de padre el suceso refleja crudamente las dificultades de la nueva faceta donde no hay transición posible y para la que nadie te ha preparado. Las circunstancias te obligan a desarrollar un sexto sentido a toda velocidad y te introducen de lleno en la paternidad. ¿Alguien dijo que era fácil?
Superado ese momento de angustia, de pánico diría, las pautas del desarrollo del pequeño salen al rescate del progenitor. Básicamente, el llanto es la voz de alarma del bebé empujado por su instinto de supervivencia. Los padres son atropellados por ese mecanismo de autodefensa que se activa ante cualquier mala sensación del bebé. Sin embargo, la reducida vivencia del bebé reducen los motivos de la crisis.
Las causas del malestar del pequeño se limitan al hambre, al sueñoy por supuesto, al propio dolor. Afortunadamente, la naturaleza del bebé parece haber sido desarrollada por un ingeniero suizo. Los hábitos de sueño y de alimentación están pautados al milímetro en el tiempo. Por eso, la hora es un gran indicador de las necesidades del bebé.
En este caso, el llanto funciona como una alarma horaria, como ocurre en el caso de la comida o el sueño. Los dolores también suelen estar relacionados con problemas para conciliar el sueño o de digestión. No hay que olvidar que el cuerpo del bebé está en rodaje en este mundo y estrena un nuevo modo de vida tras su estancia de nueve meses en la reconfortante oscuridad del útero. También él tiene que adaptarse a este descubrimiento de la vida exterior en un mundo extraño que le obliga a alimentarse fuera del cordón umbilical y a descubrir los sonidos y las luces con una intensidad desconocidas hasta entonces.
El conocimiento de los hábitos y de los pequeños trastornos del bebé te darán la tranquilidad y confianza para superar el trance. En muchas ocasiones no podrás evitar el llanto incontrolado, pero sabes su origen y su desenlace más probable, el pequeño durmiendo nuevamente. La complicidad es otra de tus nuevas armas que te permiten transmitir tranquilidad al bebé para facilitar su sueño. Una canción de cuna, ya sea de cosecha propia o de las de toda la vida, carantoñas, y paseos ayudan a superar la situación.