Revista Cultura y Ocio

Cómo hablar de los libros que no se han leído. Pierre Bayard

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Cómo hablar de los libros que no se han leído. Pierre Bayard

     Ahora que todo el mundo se agarra al junco, he pensado que era un buen momento para traer este ensayo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Cómo hablar de los libros que no se han leído.

     Afirma Bayard que un libro tiene más puntos intermedios en su relación con el lector que el de haberlo leído o no. Y es que este libro con título de autoayuda no trata precisamente de presumir sin leer. Aunque en realidad si que dedica muchas páginas al tema. Dice también que los profesores están expuestos y que no pasa nada por hablar de un libro hojeado, abandonado u olvidado debido a la cantidad de tiempo que hace que se leyó. Y aquí supongo que sería bueno preguntarse cuántas personas que hablan de El Quijote realmente lo han leído. Me quedo con la parte en la que sale en defensa de los periodistas literarios explicando que es imposible para ellos digerir todas las novedades que se publican semanalmente y que llegan a las redacciones. Reconozco que ahí me reí. Esta defensa o dardo envenenado ataca directamente al corazón del crítico literario que jamás asumirá haber realizado tamaña ofensa a su profesión. De hecho, para que quede claro el tono del ensayo lo abre con una cita del famoso Oscar Wilde que dice "Nunca leo un libro que deba reseñar. Me crea tantos prejuicios...". Decidme si no es ya esta parte para ir echando una sonrisa.

Bayard elimina de la lectura el aura de altura cultural que se le supone y la baja a tierra firme. A fin de cuentas, para él todos somos no lectores puesto que los libros que queremos leer o que ya tenemos incluso pendientes por anotados o adquiridos suele superar a la lista de aquellos que hemos leído. Dice que la literatura se nutre también de quienes hablan sin leer: de los que citan la crítica de otro o recomiendan de oídas. Perlas que, seamos sinceros, tienen algo de verdad. Y luego sí, habla de como fingir una lectura siempre y cuando uno no se meta en terrenos profundos sobre ella, claro. Y eso lo dice un profesor de literatura que, como uno entenderá, no ha tenido tiempo de hablar de todos los libros que ha leído y tampoco de leer todos aquellos de los que tiene que hablar. Utiliza la sinceridad brutal de quien lejos de confesar una falta, lejos de disculparse, argumenta. Y lo hace con mucho sentido del humor y una ironía a ratos corrosiva que estoy segura ha ofendido a más de uno que se ha visto obligado a defenderse de un libro que abogue por semejante práctica. Me imagino entonces a los indignados defensores de la ofensa que supone un libro que defiende que no es una vergüenza hacer algo así y mirar en su interior esperando no ver en ellos mismos la falta que tanto critican.

     Hay además que diferenciar entre el libro real, el libro en el que un título se convierte una vez que hay un entorno hablando de él (y yo lo leía pensando en esos títulos que se santifican desde su salida al mercado y de los que nadie parece poder hablar mal si en determinados lugares y determinadas personas los han elogiado) y el libro personal de cada uno una vez que lo ha leído.

     Llegado este punto supongo que debería de decir que este libro no lo leí para hablar de él pero lo cierto es que lo hice y que me resultó tremendamente divertido. Lo compré por irreverente y de hecho me hace gracia que no haya tenido el autor a hordas de indignados a la puerta de su casa por su osadía al escribir algo así sin fijarse posiblemente en la cantidad de títulos que aparecen durante la lectura acompañados de motivos para estar ahí que implican que este señor sí los leyó. Incluso ahora estoy con una sonrisa puesta. No me diréis que solo por eso no merece ya la pena su lectura...

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


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