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Cómo hemos cambiado...

Publicado el 02 enero 2023 por Delaflor
Cómo hemos cambiado...Relato presentado al VadeReto de Enero
Blog: Acervo de Letras

Cómo había cambiado... Lina se miró en el espejo una última vez antes de salir de casa. Tenía la edad suficiente como para tararear aquella popular canción de Presuntos Implicados y empezar a rememorar cosas de su pasado. Metió en su bolso el sobre con su nombre que contenía la invitación a aquella intrigante reunión. Sin remitente ni matasellos. Quien se la hubiese enviado, sabía quién era y dónde vivía. No estaba asustada. Nerviosa sí, pero sin miedo en el cuerpo porque con cuarenta años, pocas cosas la asustaban ya. Así que decidió aceptar aquella estancia de dos días en la ubicación donde la esperaban.

Y allí estaba ella, un viernes por la tarde a la hora prevista. Con su lacia melena rubia y sus ojos tan azules, enfundada en su abrigo beige y su bolso de marca, llamó a la puerta y una asistenta la recibió. Sus botas altas resonaron en la entrada de la lujosa cabaña. Jaca siempre había sido uno de sus lugares favoritos para pasar unos días y desconectar. 

—Pase, por favor —dijo la asistenta—. Según tengo entendido, usted es nuestra última huésped, pues las otras tres señoras ya están esperando. 

—Gracias —contestó Lina— Perdón… ¿su nombre? 

—Anita, a su servicio. Y ahora, si hace el favor de acompañarme… 

—¡Faltaría más! 

Lina, de una manera desenfadada, enlazó su brazo con el de Anita que para nada, se esperaba aquella reacción de una de las invitadas. Cuando entraron al salón, la conversación que mantenían las tres mujeres, cesó al instante. Todas miraron a la recién llegada de arriba abajo y, en sus rostros podía verse una mezcla de envidia, admiración y sobretodo, intriga. Pues ellas sí se conocían de antes, pero ninguna conocía a Lina. 

—Buenas tardes, mi nombre es Lina Payton y es un placer estar aquí pero estoy algo confundida. ¿Alguna de ustedes sabe por qué se nos ha convocado? 

—No. Buenas tardes —dijo una de las mujeres mientras se levantaba del sofá. —Me llamo Rebeca Vidal, y estas son Raquel Ferrer y Rocío Acosta. Y no nos hablemos de usted, por favor. Podemos tutearnos. 

Rebeca, siempre esbelta, moderna y elegante, con su larga melena color chocolate oscuro y sus ojos almendrados, parecía tener estudiada cada una de sus poses. Con gran determinación, hizo que las otras dos mujeres se levantasen del sofá para hacerse un selfie las cuatro invitadas juntas. No por nada, era una de las influencers más famosas de España. 

—¡Mis followers van a flipar con mis Stories de este fin de semana! ¡Qué arda Instagram!

—Bueno Rebeca —saltó la más bajita de las cuatro—, deja presentarnos a las demás, ¿no? Yo soy Raquel Ferrer, dueña junto a mi marido, del restaurante con más Estrellas Michelin del país. 

—Y yo Rocío Acosta, actualmente terminando mi quinta novela, continuación de la saga romántica más vendida en los países de habla hispana, y que pronto verá la luz en forma de serie de televisión.

Lina y Rebeca parecían sacadas de cualquier revista de moda. Perfectas y preciosas. Por otra parte, Raquel pasaba del metro sesenta solo por dos centímetros y era la más curvilínea. Ojos verdes de mirada inquisitiva, melena corta pelirroja y rizada, con piel sensible a causa de su vitíligo. La impasible y seria Rocío, siempre con su pelo bien corto desde su mayoría de edad y sus gafas de pasta detrás de las cuales, sus ojos solían mirar por encima del hombro a todo el mundo. 

—¿Y tú, Lina? ¿A qué te dedicas? —preguntó la escritora—. A lo mejor tu vida me parece interesante como para hacer un personaje para uno de mis libros. 

—Perdonen, señoras —interrumpió Anita desde la puerta—. Si hacen el favor de sentarse alrededor de la mesa… Enseguida se les seguirá informando sobre el protocolo para disfrutar de este pequeño retiro invernal. Si lo desean, pueden pedirme cualquier clase de té o café. 

Rebeca pidió una manzanilla, Raquel un capuchino, Roció un café solo, sin leche ni azúcar, y Lina, un cortado. Así que al rato, apareció Anita con la merienda sobre una bandeja de plata y el comedor se llenó de risas, charla distendida y cucharillas removiendo las bebidas en las tazas. Las cuatro mujeres habían recibido el mismo sobre anónimo con la invitación. En ella se detallaba la fecha y la ubicación, así como que la estancia y los desplazamientos de ida y vuelta eran a gastos pagados. No tenían que poner ni un solo euro por estar allí, pues habían sido elegidas por una gran multinacional para ofrecerles suculentas sorpresas. Pero de pronto, el timbre de la puerta sonó y todas se quedaron mirando. 

—¿Falta alguien más por venir? —preguntó Rebeca levantando las cejas. 

—No, que yo sepa —contestó Anita—. Si me disculpan, voy a ver de qué se trata. 

Raquel y Rocío se levantaron y siguieron a la mujer que, al abrir la puerta, lo único que encontró fue una simple caja de cartón sin destinatario ni remitente. Rebeca y Lina llegaron tras ellas y, en vista que ninguna se atrevía a hacer nada, la siempre predispuesta Rebeca, cogió la caja y la puso encima de la mesa tras pedir a Anita que la limpiase de los restos de la merendola. 

—Esto está siendo mejor de lo que me esperaba —empezó a decir Rebeca—. Voy a grabarlo todo para después subirlo a mis redes sociales. A ver qué sorpresa nos tienen preparada.

Con ayuda de la larga uña acrílica de su dedo índice, abrió sin dificultad la caja. Al asomarse para ver lo que contenía, contuvo el aliento y el rubor de sus mejillas desapareció. La tensión le bajó hasta los pies y tuvo que sentarse en el sofá para no caer al suelo. 

—¿Qué pasa, Rebe? —preguntó Rocío preocupada por su amiga. 

Raquel fue hasta la caja y sacó su contenido. Con ira, la tiró a un rincón de la habitación y puso sobre la mesa una serie de fotografías y documentos. Pruebas incriminatorias de todas ellas. De todas… excepto de Lina. Entonces, la pelirroja se dirigió a la rubia visiblemente contrariada.

—¿Y de tí por qué no hay nada? 

—¿De verdad qué ninguna de vosotras me habéis reconocido? —respondió una triunfante Lina—. Sois más simples de lo que podía recordar. Cómo hemos cambiado, ¿eh? 

Todas se quedaron mudas. Lina prosiguió:

   «He dicho que mi nombre es Lina Payton, pero si cambiáis Lina por Paulina y Payton por Pérez. Exacto. Soy la tímida Paulina Pérez a la que le hicisteis pasar un infierno en el instituto. Tras tener que cambiarme de centro, me perdisteis la pista en el último curso. Después de tener que ir al psicólogo durante algún tiempo y ser respaldada por mi familia, seguí los pasos de mi padre. Ahora soy abogada como él, de uno de los mejores bufetes de España. No me reconocéis, tan guapa, tan estilosa, tan en segundo plano. Ya era así antes, lo que pasa es que ninguna se molestó en querer conocerme. Me decíais cada día lo fea e inútil que era, y la mayor estupidez que puedo recordar. Que yo no podía ser amiga vuestra porque mi nombre comenzaba por «P» y no por «R» . Que mi nombre era una letra R pero coja. Pero soy más lista que vosotras y en esta caja, están las pruebas de vuestras malas artes:

Rebeca Vidal, influencer. No contenta con tener inflado tu número de seguidores en Instagram a base de comprarlos. Subiste varias Stories relatando lo mal que lo pasaste para volver a España desde Ucrania cuando la guerra comenzó. Siendo esto completamente falso. Estuviste en tu ciudad, Barcelona. Tengo fotos y testigos de lo que estoy diciendo. Así como tickets de restaurantes, comercios y garajes, entre otros. Sin decir que, en tu pasaporte no hay rastro de tu estadía en dicho país. 
Raquel Ferrer, chef y restauradora. Tengo las pruebas suficientes como para demostrar que la gran mayoría del marisco que compras, lo haces a los furtivos para no pagar impuestos y ahorrarte un dinero, sin importarte lo peligroso que puede llegar a ser para la salud de tus clientes, ya que este marisco ilegal no ha sido sometido a los controles por el que pasa el legal. Con todo lo que ello conlleva, es un delito muy grave contra la salud pública. 

Y Rocío Acosta, escritora. O más bien, plagiadora. Tus libros de la saga «Besos robados», vaya ironía de título, son el plagio descarado de las obras de «Besos escondidos», cuya autora real es Ana León».

Entonces, Anita entró en la sala sin el uniforme de asistenta que había llevado hasta entonces. Ana era una mujer menuda de ascendencia filipina, portuguesa y española. Intentaba abrirse camino en el difícil mundo de la literatura publicando en Wattpad. Dicen que el mundo es un pañuelo. Ese mundo que unió a la abogada Paulina Pérez y la plagiada autora Ana León en una cruzada contra aquellas tres acosadoras, delincuentes e infractoras. Así que ahora se veían en la obligación de decidir cómo iban a hacer las cosas, si fáciles para todas o, no tan fáciles para ellas mismas. Pero lo que sí tenían seguro es que se encontraban en una delicada situación.


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