Acabo de dar una conferencia sobre Innovación en Medicina. Como sabéis la inteligencia en gran parte la heredamos, pero ¿podemos aprender la capacidad de innovar? La respuesta es sí.
Este verano estuve trabajando en la Clínica Mayo y colaboré con el Centro de Innovación del hospital. Este departamento está formado por más de 100 personas entre ellos médicos, psicólogos, matemáticos, enfermeras, etc. Su misión es clara: mejorar la experiencia del paciente durante su estancia en el hospital. Trabajan en cómo recibir al paciente, el sistema de citas, el mobiliario de los despachos y habitaciones, la distribución del personal y la tecnología, etc.
Cuando hablo de innovar no hablo de inventar una técnica novedosa o un nuevo tratamiento para una enfermedad. Esto es realmente difícil y está al alcance de unos pocos. Al hablar de innovar en medicina me refiero a cómo hacer que el acto médico, que la experiencia del paciente sea mejor.
Por lo tanto se trata de innovar en los procesos. Todos conocemos ejemplos en este sentido: Ikea hace que el cliente “monte” el mueble, Zara empezó a transportar la ropa en avión y a presentar nuevas colecciones de forma continua, Uber utiliza la tecnología de los móviles para dar un servicio de transporte, etc.
Está claro, pues, que en un mundo competitivo es importante innovar. ¿Pero cómo aprender a hacerlo? Parece que lo que diferencia las personas innovadoras de las no innovadoras no es su cerebro sino su comportamiento. Las personas/médicos innovadoras tiene 4 tipos de comportamiento habitual:
- Observar: mirar con curiosidad a otros colegas, otras técnicas, tendencias, necesidades de los pacientes, etc.
- Questionar: desafiar el “status quo”, preguntarse “¿qué pasaría si...?
- Experimentar: probar nuevas técnicas, visitar otras clínicas, desmontar cosas, etc.
- Relacionarse (networking): compartir con otros especialistas, con colegas de otras generaciones, con profesionales de otros campos, etc.
Por lo tanto para pensar diferente lo que tenemos es que actuar diferente. Nunca nos pasaran cosas nuevas en nuestra vida personal o profesional si siempre hacemos lo mismo.
Sin embargo la formación que tenemos los médicos, y muchos otros profesionales, es de “ejecutores” y no de innovadores. Es divertido el siguiente chiste de un profesor que explica a sus alumnos cómo ser innovadores:
Para innovar no hace falta grandes presupuestos. A veces hay que mirar “dentro de la caja”, en nuestra propia organización. Me gusta el ejemplo de un hospital americano que para evitar sedar a niños que necesitaban una resonancia magnética lo que hicieron es inventar un juego para que los niños permanecieran quietos durante la prueba:
Con esta sencilla acción el porcentaje de sedaciones disminuyó de forma considerable, con el consiguiente ahorro de dinero y efectos secundarios.
El tema de la innovación es fascinante. En este caso podemos aplicarlo a la medicina pero también podemos aplicarlo en nuestra vida personal. Os daré más información en sucesivos posts, y algunos ejemplos aplicados al campo de la Dermatología.
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