Revista Insólito
Así de sencillo. No hay robots sofisticados, ni rayos infrarrojos ni atractivas museólogas en bata. Lo descubren y cuelgan entre cuatro empleados y un taladro. Lo que más me gusta del vídeo es que casi permite palpar ese morbo de tocar una obra de arte eterna, de saber que se puede romper por un descuido, es decir, el riesgo de modificarla, como si entonces fuese a modificarse la Historia. Se trata de la instalación del Juramento de los Horacios de Jacques-Louis David para la exposición Drama y deseo: los artistas y el teatroen el Museo se Bellas Artes de Ontario. Dicen que cuando el pintor itlaiano Pompeo Batoni vio el cuadro le dijo a David: tú y yo somos pintores, por lo que hacen los demás, se les puede tirar al río. Siempre habrá artistas egocéntricos y jueces de línea bizcos, aunque le escueza a la prensa inglesa