Recuerdo perfectamente el día que me di cuenta de un hecho tan simple como que la organización nos puede ayudar con los asuntos de la mente. Tenía 17 años y mi madre me dijo que mi tío había fallecido. Llevaba meses con cáncer así que no era una noticia que no nos esperásemos, pero aun así nunca es fácil aceptar algo así. Mi tío era una persona maravillosa… abierto, sociable, siempre sonriente y siempre con algo amable que decir.
Cuando mi madre me lo dijo, no derramé ni una sola lágrima, sino que me fui directamente a la cocina, abrí el armario que usábamos de despensa, lo vacié por completo, tiré todo aquello que estuviera caducado, quité el polvo y lavé los estantes. Y esa tarea hizo que mi cabeza estuviera ocupada durante toda la tarde y no dejara al cerebro espacio para lamentarse ni para llorar.
Este hecho se fue repitiendo durante los siguientes años y cuando me enfadaba, me ponía triste o mi cabeza necesitaba calma, en vez de sentarme en el suelo a meditar (ya que por entonces además no sabía hacerlo bien) o peor aún; tener cualquier tipo de crisis, cogía una bolsa de basura y recogía toda la casa, me encerraba con un par de trapos y me dedicaba a vaciar mis estanterías y quitarles el polvo por completo, o cogía el limpiacristales y lavaba todas las ventanas de la casa.Finalmente, el punto álgido que me permitió darme cuenta del enorme potencial de esto fue la primavera del presente año, cuando me diagnosticaron depresión.Sí, me llamo Kamila y tengo depresión.Y lo digo así, porque no hay forma bonita de presentar este tema.
No la hay porque la depresión sigue siendo algo tremendamente estigmatizado y a veces aún te dicen, “pero mujer, anímate, si todo se pasa”. Uy, qué bien, no lo sabía. Ala, ya estoy curada. Ay, espera, que no, que no va así.La depresión es como que el cielo sea azul. Oye, pues que no pasa nada, total, el cielo siempre ha sido azul y nunca he pensado sobre ello, así que sigamos como si nada.Y si le añades crisis nerviosas o ansiedad (como es mi caso), es como tener piojos, en cuanto la gente se entera, sale huyendo.La depresión es como un eterno tiovivo del que te quieres bajar, pero no puedes, porque el tiovivo no se para a pesar de lo mucho que le grites al chico que está al pie. Este sigue dando una y otra vuelta sin que tú puedas hacer nada por impedirlo. Solo cerrar los ojos e intentar no marearte.Es como una tenia que te va consumiendo por dentro poco a poco. Y tomas pastillas para que la tenia se tranquilice, pero ella no lo hace, solo finge un rato, para que te creas que ya todo está bien. Y luego se despierta con más energía aún y esa energía te roba la tuya.
Hay días en los que no tienes fuerzas para salir de casa y otros en los que hasta salir de la cama te parece un reto tan grande como escalar el Everest.
Así que ahí estaba yo, al principio con un montón de recetas de medicamentos en el bolso y un pastillero que tenía que ir siempre conmigo, y luego además, con una colección cada vez más grande de partes de baja. Y entonces llegó a mi vida un libro que no os debe de ser desconocido. Se llama La Magia del Orden y sigue una regla muy básica:
Quédate con solo aquello que te proporcione felicidad.Así que pasé al siguiente punto de mi enfermedad; deshacerme como loca de todo lo que sobraba en mi casa: libros, ropa, perfumes, cubiertos… cualquier objeto que no me hiciera feliz, desaparecía de mi vida. Poco a poco, día tras día y semana tras semana, iba consiguiendo que mi hogar se llenara solo de aquellas cosas que me hacían sonreír, aunque fuera un poco.Tras el método Konmari llegaron muchos más autores, más libros, más métodos, investigaciones, blogs, canales de YouTube…Y yo seguía ordenando, creándome mis rutinas de limpieza, mis rutinas de orden, dando pequeños pasitos cada día por salir de este infierno de días y noches sin fin.Y lo fui consiguiendo. De alguna forma, ordenando mi casa conseguía ordenar mi vida. Desechando la ropa que no me hacía sentir bien, me quedaba solo con aquella que me gritaba ¡guapa! desde el espejo (sí, estoy obsesionada con que los espejos me hablen, lo sé) y tirando cuadernos feos, me quedaba solo con aquellos que me llenaban de ganas de escribir y de crear.Y así saqué fuerzas para empezar con el blog, para trasmitirte a ti aquello que lleva años ayudándome a mí.Obviamente, el orden, la organización y la limpieza, no me curaron de la depresión. Para eso tengo a mi magnífico médico y a mi maravillosa enfermera que están ahí prácticamente cada día preocupados por como estoy, hablando conmigo y ayudándome en todo lo que pueden. Porque la depresión no deja de ser eso, una enfermedad, y como tal ha de tratarse.Pero sí me ayudan a seguir avanzando cada día, a no perder la esperanza, a tener una pequeña razón para levantarme de la cama, a evitar algunas crisis.Y no, no es una solución milagrosa, eso os lo puedo asegurar, y tampoco funciona en el 100% de los casos, para eso ya os puedo contar la historia de cuando me enteré del fallecimiento de mi abuela, a la que estaba muy unida, momento en el que no me sirvió ni la limpieza, ni el orden ni nada, solo llorar y llorar durante días y noches.Pero como esta historia va de victorias, quedémonos solo con la parte bonita; por ejemplo, cuando hace unos días pasé por un momento muy duro, tuve miedo de sufrir una crisis y lo que hice fue limpiar mi salón como nunca había hecho antes y reordenarlo por completo… ¡y funcionó! Como ves, lo que te escribo es todo probado por mí, y basado en mi propia experiencia, nada de cuentos chinos.
Así que, ¿qué te parece si lo pruebas tú también un día y me cuentas qué tal? Me encantaría saber que mi historia puede ayudar a otros 🙂