¿Con qué cara le diría a mis hijos que su papá es un guardia nacional de los de ahora? Hoy vino a mi consulta una paciente a quien llamaré Diana, una bonita muchacha de 25 años, que trabaja en publicidad y mercadeo y quien ha sido mi paciente desde hace tres años. La conocí cuando fui a verla a su casa a solicitud de su familia porque estaba prácticamente incapacitada, llevaba tres meses que no salía de la casa, con un cuadro de depresión, angustia y agorafobia. Seis meses antes el hermano de Diana, estudiante universitario, había sido asesinado casi frente a su casa cuando regresaba de clases. Diana, que estaba asomada a la ventana, vió cuando dos motorizados con chaquetas negras aparecieron de pronto e intentaron atracar a su hermano, éste quiso correr a la casa y el parrillero le hizo un disparo mortal antes de huir en la moto. Diana recuerda todo borrosamente, como una película de mala calidad: la gente corriendo, los vecinos ayudando a subir el cuerpo al carro para llevarlo al hospital, la familia gritando al saber que había llegado muerto, el velorio, el entierro, las misas, el llanto, el trabajo y el regreso a la rutina diaria, todo eso con la sensación de apartamiento de la realidad, desconexión de la realidad cotidiana por la ausencia irreversible.
Diana colapsó 3 meses después. Tenía pesadillas sobre lo sucedido a su hermano. Tenía ataques de pánico que la hacían salir corriendo como loca. Un sonido inesperado, el ruido de una motocicleta, grupos de gente, noticias de atracos, tipos con chaquetas negras, eran estímulos que le disparaban ataques de pánico en el trabajo, en la buseta, en el centro comercial, en cualquier parte. Dejó de ir a trabajar y durante tres meses no salió de su casa porque no toleraba ver el sitio donde había caído muerto su hermano. Vivía sobresaltada, asustada, sin bañarse, sin comer bien, sin dormir casi, aislada, enojada con la vida. Además se sentía desmoralizada, creía que era una una persona débil e incapaz; y quería morirse pero a la vez tenía miedo de morirse. La familia no entendía por qué tenía pánico, por qué no podía salir de la casa o por qué no podía ni hablar del asunto sin estallar en crisis de nervios, cuando todos ellos estaban pasando por la misma situación de duelo.
Le diagnostiqué a Diana un trastorno de estrés postraumático y depresión severa. Ella fue testigo presencial de la muerte de su hermano, un evento traumático por lo repentino, imprevisible e inesperado de la muerte, haciendo que el proceso de duelo fuera más difícil de elaborar y tornándose en un duelo complicado. Hace tres años aún había psicofármacos en las farmacias, por lo que Diana pudo cumplir el tratamiento prescrito con buena respuesta a los fármacos y a la psicoterapia. Pudo volver a salir de casa y asistir a un grupo de apoyo. Pasados varios meses eventualmente retomó su vida, sus relaciones sociales, trabajar en marketing y lograr cierto autosostenimiento. Incluso un año después se hizo novia de un guardia nacional al que conocía del vecindario y aunque añoraba al hermano ausente, nuevamente tenía ilusión por la vida. Yo tenía unos 5 o 6 meses sin verla, hasta que reapareció hoy en el consultorio. La muchacha bonita estaba sin maquillaje, ojerosa, apagada y con mirada triste y expresión apenada.
Pensé "otra vez deprimida" y me pregunté cómo haría para tratarla en un país donde no sólo no se consiguen psicofármacos, sino que la tensión social, la incertidumbre y las loqueras del desgobierno contribuyen al malestar y las recaídas. Diana me contó que se sentía muy mal porque había terminado con su novio hacía una semana y quería preguntarme si debía tomar medicación nuevamente. Le pregunté qué había pasado, ya que supuestamente ambos estaban muy enamorados. Y me respondió: "Terminé con mi novio porque es guardia nacional".
No había otras razones, como infidelidad, falta de compromiso, ausencia de amor. Antes de Abril Diana no pensaba que ser guardia nacional fuera algo malo. Creía que era una profesión como cualquier otra. Pero luego de que comenzaron las marchas y protestas, ya no podía verlo igual. En las redes sociales se reproducían miles de videos de la violenta represión, con los guardias disparando a edificios y civiles de todas las edades, golpeando muchachos y colaborando con los malandros de las motos. No había ningún honor en matar muchachos universitarios como su hermano. Diana le preguntó a su novio por qué actuaban así y él respondió que los estudiantes eran terroristas a los que había que eliminar. Para Diana era el final. Sin poder soportar la angustia de seguir con él, decidió terminar. Me dijo que tenía en su mente la imagen recurrente de que tenía hijos con él y que en algún momento cualquiera esos hijos le preguntaban que hacía su papá en estos días históricos, esperando escuchar un relato épico. "Doctora, dígame ¿con qué cara le diría a mis hijos que su papá era guardia nacional de los de ahora? ¿De esos que pasarán a la historia como ladrones y asesinos de estudiantes como mi hermanito? Los hijos merecen ver a su papá como héroe y sentirse orgullosos de él, no avergonzados"
Confieso que en el primer momento no supe qué decirle, pues sus palabras sonaban perfectamente racionales para mí. Pero claro, procedí a asegurarme de que no había otros problemas, no tenía ideas de morirse ni estaba psicótica; solo estaba deprimida y avergonzada. Y vaya que me sorprendía su firmeza al rechazar la posibilidad de tener hijos que pudieran avergonzarse de su papá por ser guardia nacional en estos tiempos.
María Elena Sánchez Chavez @psiquiluz
Médico Psiquiatra
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