Cada uno de nosotros ha experimentado, en una u otra ocasión, un misterioso dolor en alguna parte del cuerpo, para el cual no tenemos explicación. No tenemos la menor idea de cómo se originó el dolor, por qué eligió ese determinado lugar del cuerpo ni de cómo tratarlo, a no ser que sea tomando algún tipo de analgésico.
Hay otros síntomas que vienen y van sin que tampoco los entendamos. Una erupción, o sarpullidos, por ejemplo, pueden aparecer en el dedo pulgar, en la pierna o en el brazo. ¿Por qué en ese lugar?, se pregunta uno. ¿Qué ha hecho que el ponga esos sarpullidos allí? ¿Aparecen arbitrariamente estas cosas, o el cuerpo tiene una razón para colocar síntomas donde los coloca?
Cuando nos hacemos estas preguntas, nos conviene tener presente el hecho de que el cuerpo humano es el organismo más eficiente y maravilloso que existe sobre la Tierra. No hace nada sin tener una causa. Nuestro reto es comprender la causa.
Con demasiada frecuencia descartamos los actos del cuerpo porque no entendemos cómo funciona.
La diagnosis oriental es la práctica de entender cómo funciona el cuerpo en un plano muy profundo. Un sarpullido en la mano o un dolor misterioso en la corva revela mucho acerca de lo que está ocurriendo internamente. Cada uno dice algo sobre nuestro comportamiento o nuestra manera de pensar. La clave para interpretar estos síntomas misteriosos es aprender cómo y por dónde circula la energía en el cuerpo .
Esta es la comprensión de la diagnosis de los meridianos, otra clave más para leer el cuerpo .
Consideremos una vez más las fuerzas del cielo y la Tierra. El cielo hace llover energía electromagnética sobre la Tierra en forma de rayos solares y otras radiaciones planetarias y estelares. Mientras tanto, la Tierra está rodeada por energía electromagnética generada por sus polos norte y sur. En esencia, nuestro entorno, el aire mismo que respiramos, está cargado de energía: fuerza vital.
Estamos sobre la Tierra y actuamos a modo de antena para las fuerzas electromagnéticas del cielo y la Tierra, los cuales cargan nuestro desde arriba y desde abajo. Esta energía electromagnética que inunda nuestro cuerpo se llama ki en Japón. En China se llama chi, y en India, prana.
Esta energía es esencialmente la fuerza vital que nos anima a cada uno. El ki circula por nuestro cuerpo por doce rutas distintas o meridianos. Cada meridiano es como un río de energía que se origina en un lugar concreto del cuerpo y sube o baja (depende del meridiano) hacia otro lugar. Estos doce ríos de ki llevan fuerza vital a cada célula del cuerpo. Cuando el río está obstruido, la fuerza vital no puede llegar a una determinada zona del cuerpo y entonces las células, los tejidos y los órganos se asfixian por falta de ki; la consecuencia es algún tipo de síntoma. En las primeras fases el síntoma es pequeño o leve: un sarpullido, una molestia o un dolor machacón. Estos síntomas menores son la manera que tiene el cuerpo de decirnos que algo no va bien; la fuerza vital sustenta al sistema inmunitario para que destruya las bacterias o virus que tocan nuestra piel, como son las substancias patógenas que entran en nuestro organismo cuando respiramos.
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Pero cuando la fuerza vital está débil, las células inmunitarias son incapaces de enfrentarse a las enfermedades fuertes y, por consiguiente, las substancias patógenas no tienen ningún problema para establecerse en el . La consecuencia es la enfermedad, de una u otra clase. El problema suele persistir e incluso empeorar. Comienza una degeneración grave. Las células y los tejidos se deterioran y finalmente mueren, y los síntomas se hacen cada vez más graves: atrofia muscular, enfermedad cardiaca, apoplejía, diabetes o cáncer.
Pensemos nuevamente en un meridiano como en un río. Cuando hay una presa, el agua deja de fluir y una parte del río se inunda mientras la otra se seca. Cuando un meridiano está obstruido, una parte del cuerpo recibe demasiado ki mientras que otra parte recibe demasiado poco. El desequilibrio resultante hace superactivo a un órgano, mientras que otro se aletarga o se cansa con facilidad. A veces la persona tiene dolor en una zona concreta del cuerpo. No sabe por qué tiene el dolor ni por qué lo siente en ese lugar determinado.
Al saber por dónde circulan los meridianos, podemos indicar con precisión cuál meridiano u órgano es el afectado y entonces decidir la mejor manera de ayudar a esa persona a superar el problema.
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Wataru Ohashi con Tom Monte
Cómo LEER EL CUERPO
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