Revista Diario

Cómo llegaron a mi vida

Por Sandra @sandraferrerv
Cómo llegaron a mi vidaAnoche empecé a leer Una nueva maternidad. Empecé a leero con Pequeña Foquita disfrutando de su última toma nocturna. Lo continué en la habitación, sentada al lado de mis hijos con un gran invento, el boli-linterna. Más de 50 páginas deboré en ese rato. Tiene razón Rosa Jové cuando en el prólogo afirma que no deja indiferente.
Lo que he leído hasta ahora aborda el concepto del parto respetado. Admiro sinceramente a esas madres que narran y defienden el parto en casa, totalmente natural o sin interferencias médicas. Aplaudo de veras su valentía. Pero he de reconocer que yo hubiera sido incapaz. 
Leyendo aquellas maravillosas experiencias me entraron ganas de recordar las mías. Tuve a mis dos hijos en un hospital y creo que, a pesar de ellos, fueron partos respetados. Al menos lo fueron para mí.
En mis dos partos en un hospital sólo se cruzó conmigo un hombre, un anestesista que, a parte de ser de lo más agradable, estuvo escasos minutos en la sala de partos. Todo lo demás fueron mujeres. Maravillosas y profesionales mujeres.
En mi primer parto no apareció ningún médico. Solamente dos comadronas. En el segundo sí, una ginecóloga jovencísima, cariñosa y que, simplemente quería estar presente en lo que ella misma calificó como un parto precioso.
Mi primer embarazo fue perfecto, el inicio del parto también; pero al nacer mi hijo hubo un problema inesperado. Sin una incubadora a mi lado, quizás ahora no estaría aquí. Me dan escalofríos sólo de pensarlo.
Quizás yo tuve suerte, pero no he olvidado los rostros de aquellas mujeres que me arroparon y velaron por mi vida y la de mis hijos.
Creo que sin anestesia el dolor habría bloqueado mi capacidad de sentir y disfrutar el nacimiento de mis hijos. No todo el mundo tiene el límite del dolor a la misma altura y yo reconozco que no lo tolero desmasiado. Creo que fui plenamente consciente. Empujé, me sobrecogí, lloré, los vi salir de dentro de mí.
Las que me seguís fielmente sabéis que he estado inmersa en otra lectura fantástica. Una historia apasionante sobre las mujeres. Precisamente hace unos días leía que no fue hasta el tercer cuarto el siglo XIX que la mortalidad infantil y materna descendió sustancialmente gracias a importantes avances en ginecología y obstetricia. La gran mayoría de mujeres que sobrevivía a una larga vida de partos, había experimentado como mínimo la desaparición prematura de un hijo.
Para mí fue importante poder tener la posibilidad de vivir el parto con la tranquilidad de pensar que ante cualquier contratiempo, estaba en buenas manos. Como así sucedió.
Otra cosa que me gustaría añadir es que, puede que sea cierto que a médicos y personal sanitario les pueda faltar humanidad. Yo quiero pensar que su papel principal es vigilar, controlar y curar. La comadrona que asistió a mi hijo era sería y seca. Cuando salvó la vida de mi pequeño me importó bien poco que no me hubiera dedicado ninguna sonrisa. Después entendí que no era momento de sonreir. En segundos se juegan la vida de seres humanos. Les disculpo que no estén para otra cosa.
Para terminar, yo creo que la humanidad, el amor, y todo lo que rodea un parto lo lleva la madre (y el padre) y el bebé que está por llegar. Cuando nacieron mis hijos sólo veía sus cuerpecitos y la cara de alucinado de su nuevo papá. El resto quedó en un segundo plano.
Con todo esto no quiero decir que la experiencia de un parto respetado, natural, en casa, no sea fantástico. Como ya he dicho, creo que esas mujeres tienen un valor incalculable. Y yo también he oído experiencias dramáticas de mujeres que paren en hospitales de maneras nada respetadas, con programación de cesáreas innecesarias y otras cosas que no se caracterizan por ser partos naturales. Pero quería explicar mi experiencia porque creo que existen centros (yo tuve la suerte de acudir a uno, público, por cierto) en los que en todo momento intentan que la madre sea parte importante en el proceso.
Creo que lo importante sería como ellas reclaman, que cada mujer pudiera elegir con libertad. Del mismo modo que yo escogí parir en un hospital, otras mujeres deberían poder escoger hacerlo en casa sin que fueran tildadas de nada, simplemente de madres. Como lo somos todas.
Dicho todo esto, os animo a que leáis Una nueva maternidad porque os hará emocionaros de verdad. Yo espero seguir cuando mi Pequeña Foquita me pida su próxima toma de abreló.

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