Revista Infancia

Cómo los adaptógenos naturales pueden ayudarte a manejar el estrés sin perder tu energía

Por Mamapsicologain @mamapsicologain

Vivimos en una época en la que el ritmo es tan intenso que, a veces, parece imposible llegar a todo.
Trabajo, familia, casa, responsabilidades… y, entre medias, el deseo genuino de seguir cuidándonos.

El día parece no tener suficientes horas y, aun así, intentamos cumplir con todo: rendir en el trabajo, atender a los hijos, cuidar el hogar y mantener cierto equilibrio personal. En medio de esa exigencia constante, a menudo olvidamos que el cuerpo también tiene límites y que la mente necesita pausas para sostener el día a día.

Cuando las demandas externas superan nuestras propias reservas internas, el organismo empieza a notarlo: aparece el cansancio, la falta de concentración o la sensación de estar “en modo automático”.


Y aunque el estrés forma parte natural de la vida —porque nos ayuda a responder y adaptarnos—, aprender a escucharlo, entenderlo y gestionarlo con conciencia puede marcar la diferencia entre vivir acelerados o vivir con mayor presencia.

El cuerpo bajo estrés: cuando la exigencia no da tregua

Cuando pasamos demasiado tiempo en modo “hacer, hacer, hacer”, nuestro sistema nervioso se mantiene en alerta.
El cortisol —la principal hormona implicada en la respuesta al estrés— aumenta, el descanso se altera, la concentración se resiente y pueden aparecer irritabilidad o fatiga.

Esta reacción es normal y útil cuando se activa de forma puntual: nos prepara para actuar.
Pero cuando se mantiene sin espacios de recuperación, el cuerpo empieza a pedir una pausa: a través del cansancio persistente, dolores musculares o esa sensación de “ya no puedo más”.

El problema no es sentir estrés —todos lo hacemos en algún momento—, sino de no disponer de tiempo, recursos o apoyo suficientes para recuperarnos después.


Vivir en alerta de manera continua nos desconecta de nuestras necesidades y puede alterar nuestro equilibrio emocional y físico.

Adaptógenos naturales: aliados del equilibrio interno

En los últimos años, muchas personas han mostrado interés por los adaptógenos, sustancias naturales que, según algunos estudios, podrían contribuir a mejorar la respuesta del organismo ante el estrés.
No eliminan las dificultades ni sustituyen hábitos saludables, pero pueden complementar un enfoque de autocuidado orientado a la estabilidad y al bienestar general.

Entre los más conocidos se encuentran la ashwagandha y rhodiola, dos plantas empleadas tradicionalmente por su posible efecto modulador sobre el sistema nervioso.

En mi caso personal, descubrí estos recursos naturales en un momento de alta exigencia vital. No fueron una solución inmediata ni única, pero sí una ayuda complementaria dentro de un proceso más amplio de autocuidado: dormir mejor, alimentarme de forma más consciente y aprender a escuchar mis propios límites.

Los adaptógenos deben entenderse como un apoyo puntual dentro de un estilo de vida equilibrado, y siempre conviene consultar con un profesional sanitario antes de incorporarlos, especialmente si se toman otros tratamientos o existen condiciones médicas previas.

Cuerpo y mente: una misma conversación

Desde la psicología, sabemos que el bienestar emocional y el bienestar físico están profundamente conectados.
La forma en que respiramos, comemos, dormimos o nos movemos influye directamente en nuestra capacidad de regulación emocional y en cómo afrontamos los desafíos cotidianos.

Cuidar el cuerpo —descansando, alimentándonos con calma y manteniendo rutinas sostenibles— ayuda a crear una base estable para gestionar mejor las emociones.
Desde ahí, resulta más fácil poner límites, tomar decisiones con claridad y afrontar el día con una actitud más serena, sin exigirnos tanto.

Pequeños gestos como respetar las horas de sueño, desconectar de las pantallas o dedicar unos minutos al silencio tienen un impacto real en nuestro bienestar psicológico.
Cada persona puede encontrar sus propios recursos: paseos, meditación, lectura, escritura o simplemente unos minutos de respiración consciente.

Aprender a acompañar el estrés

No se trata de eliminar el estrés, sino de reconocerlo, entender qué lo provoca y acompañarlo con respeto.
A veces, el estrés nos avisa de que estamos superando nuestros límites o de que necesitamos apoyo. Escucharlo sin juicio es el primer paso para poder regularlo.

Cuando el día termina y todo se aquieta, recordar lo esencial —respirar, descansar, cuidar lo básico— nos devuelve al equilibrio.
Son gestos sencillos que no resuelven todos los problemas, pero sí ayudan a sostenernos mejor mientras los atravesamos.

El estrés forma parte de la vida, y aprender a convivir con él de manera consciente es una forma de cuidado profundo.
No podemos controlar todo lo que ocurre, pero sí podemos elegir cómo acompañarnos a nosotros mismos mientras lo vivimos: con amabilidad, con presencia y con coherencia entre lo que sentimos y lo que necesitamos.


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