Esta semana falleció el padre de un amigo del colegio y se celebró el funeral y el entierro en el Cementerio de Zaragoza. Aunque los cementerios son siempre lugares algo tétricos y tristes muchas veces andan llenos de grandes historias y de buenas enseñanzas.En cierta ocasión, un maestro le dijo a su discípulo:
- Acércate al cementerio y, con toda la fuerza de tus pulmones, empieza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
Aunque al discípulo la misión le pareció extraña, obedeció. Fue al cementerio y tal y como le había ordenado el maestro, comenzó a dar voces elogiando a los muertos. Al regresar junto al maestro, este le preguntó:
- ¿Qué te han dicho los muertos?
El discípulo contestó:
- Nada. No han respondido a mis voces.
Entonces, el maestro repuso:
- Bien. Pues ahora vuelve al cementerio y lanza a los muertos toda clase de insultos.
Si el primer mandato le pareció extraño al discípulo, este lo fue más; pero hizo lo que el maestro le ordenaba y, tras vociferar toda clase de imprecaciones contra los muertos, regresó y el maestro le preguntó:
- ¿Qué te han dicho ahora los muertos?
- Nada. No han respondido a mis voces
Entonces, mirando a los ojos del discípulo con ternura y seriedad el maestro concluyó:
- Así debes ser tú: indiferente a los halagos o a los insultos de cualquier persona, como los muertos lo han sido a los tuyos.
