Revista En Femenino

Cómo matar a la crianza con apego: Vínculo madre e hijo, ¿hasta dónde?

Por Mamikanguro @MamiKanguro

La crianza con apego está tomando fuerza, está siendo elegida cada día por más madres en todo el mundo. La bajada de  línea parece ser clara: hay que matarla antes de que se vuelva la forma “normal” de crianza. Naturalmente vamos a presenciar cada vez más de artículos que la desacrediten, como el que les copio a continuación.

Cómo matar a la crianza con apego: Vínculo madre e hijo, ¿hasta dónde?

La crianza con apego resurge con fuerza, pero los expertos piden no caer en los extremos

La crianza con apego se asocia a dar respuesta a las necesidades del niño Se vincula a una larga lactancia, el colecho y coger al bebé en brazos cuando lo pida La mujer ha de tener un buen equilibrio entre la vida familiar, laboral y personal El niño debe socializarse, lo que implica dejar el pecho materno.

Es la eterna discusión: ¿son malas madres aquellas que no dan de mamar a sus hijos más allá de la baja laboral (dieciséis semanas) frente a aquellas que hacen de la lactancia el baluarte de la maternidad?, ¿es peor madre la que impone una disciplina férrea a la hora de dormir frente a quien decide meter al bebé en su lecho?, ¿es más digna de admiración esa mujer que reduce su horario laboral para cuidar a sus hijos que aquella que trabaja las ocho horas?… Pero el enfrentamiento, según los expertos, no tiene sentido. ¿Por qué?

Pues porque no hay nada blanco o negro, “hay multitud de circunstancias y cada mujer debe adaptarse a lo que considere o pueda, entendiendo, eso sí, que durante el primer año de vida el bebé está unido especialmente a ella”, señala el psicólogo infantil Javier Urra.

Esta discusión se reaviva constantemente entre los defensores de la denominada “crianza con apego” y los colectivos feministas que ven en este modelo un intento de reesclavizar a la mujer, de reenviarla al seno del hogar al cuidado de los hijos.

Pero ¿qué es la crianza con apego?, ¿qué abarca?. Entendida en el contexto del estricto presente, podría decirse que este tipo de crianza es un estilo de vida que se puede seguir con más o menos militancia, pero que parte de una visión crítica con la estructura sociolaboral que se creó con la industrialización. En los años cincuenta del siglo pasado, el psiquiatra John Bowlby, basándose en la definición del ser humano como un animal social, consideró que los bebés, los niños pequeños, deben estar con sus padres por necesidad, por sentirse seguros, porque son así, y no sólo para satisfacer sus deseos, como el de la alimentación. El cuidado por parte de la madre –o de la figura referente– de este enlace emocional es lo que garantizará un buen, y psicológicamente saludable, crecimiento de futuro.

Pero más que definiciones genéricas hay que hablar de praxis. La crianza con apego se vincula hoy en día, entre otras cuestiones, a una lactancia materna larga, la defensa del colecho –dormir con los pequeños si así lo quieren–, el tener al niño en brazos o cerca, la expresión física reiterada del afecto. Prácticas difícilmente compatibles con la de dejar a un bebé en la guardería para irse a trabajar.

En España, el gran teórico es el pediatra Carlos González, que aboga por esta crianza al entender que en las primeras etapas de desarrollo del bebé la necesidad y el deseo es lo mismo (por ejemplo, no lloran para fastidiar ni comen más o menos por capricho), por lo que lo correcto es dar respuesta a sus peticiones.

Para sustentar sus tesis, González se retrotrae a la etapa preindustrial, cuando las familias –campesinos, artesanos…– trabajaban en casa o al lado, la separación de roles era menor, y madre y padre podían estar y hacer vida con sus pequeños. Es evidente que hoy –si se conserva el trabajo, claro está– las cosas funcionan de otra manera. Por ello, en un mundo con corrientes que propugnan modelos alternativos, la crianza con apego, entendida en ocasiones como una filosofía más global, se vincula a la defensa del parto natural, la crianza y la enseñanza en casa o la no vacunación –el doctor Carlos González sí defiende la vacunación–.

El razonamiento puede parecer lógico, pero en la vida se entretejen muchas cosas, así que la psicóloga clínica y psicoterapeuta Gemma Cánovas pone el interrogante en varias cuestiones y en una que puede pasar desapercibida. “La teoría del apego –señala esta especialista en mujer, maternidad e infancia– tiene poca consideración de la madre como persona, de cómo se encuentra. Para criar bien a un hijo la mujer ha de tener un buen equilibrio entre la vida familiar, laboral –si quiere trabajar–, y también un espacio para ella misma”.

Cuanto mejor esté una mujer con ella misma, mejor estará con su hijo y con más solidez se construirá el imprescindible núcleo afectivo. La construcción de este vínculo, señala, se puede hacer tanto dando el pecho al niño como el biberón. Se trata, por lo tanto, de que cada mujer pueda calibrar cómo organiza su vida y tener libertad para hacerlo, aunque es evidente que en España la flexibilidad en el ámbito laboral es escasa. De ahí la lucha que desde hace años mantienen distintos grupos tanto de familia como de mujeres exigiendo un marco laboral basado en la eficacia y la productividad y no en el presentismo, que obliga a hombres y mujeres a pasar gran parte del día en su trabajo, sin espacio para atender a los hijos y sin tener tiempo para uno mismo.

Según Cánovas, para la mujer actual “el modelo clásico ya no sirve, pero aún no se han encontrado referentes para plantear el tema con cierta comodidad y elegir sin presiones ni prejuicios de cualquier índole”. Algo, sin embargo, que se ha vuelto todavía más complicado a raíz de la crisis económica y el paro, que ha dejado aparcado todo debate sobre conciliación y modelos alternativos de trabajo.

En cuanto a la crianza y la educación del niño, la psicóloga autora de El oficio de ser madre observa un exceso en los extremos. Se protege mucho a los niños, dice, pero por otro lado se les acorta la infancia, dejan de jugar pronto, y eso sí que afecta a su crecimiento. Echando una mirada al proceso evolutivo de un niño y a la tesis del apego, no considera lógico que a los dos años se le siga dando el pecho. A partir de un momento fortalecer el vínculo es jugar con el pequeño, comunicarse con él, un niño “no es la prolongación de la madre”.

Javier Urra tampoco está de acuerdo con la prolongación de la lactancia. Al margen de cuestiones de salud (los pediatras lo recomiendan al menos hasta los seis meses por cuestiones de salud), Urra defiende que el niño debe socializarse, y esto implica destetarse. No entra a valorar la edad a la que debe producirse, pero sí tiene claro que los niños de dos años deben aprender que existen “otros”, “deben aprender el tú, y la lactancia de alguna manera sostiene el pensamiento del yo”. “Hay un momento en el que hay cortar el cordón umbilical que une a madre e hijo y permitir que este comience a volar y a aprender del entorno, eso sí, bajo la supervisión de los padres”.

Los expertos insisten en la necesidad de utilizar el sentido común y, sobre todo, abandonar las angustias a la hora de criar. No hay que obsesionarse, porque la angustia se nota y se transmite, y siempre hay que recordar que los vínculos hay que cuidarlos y cultivarlos y que el tiempo no se mide en minutos, sino en su calidad

Se asocia a la crianza con apego con una re esclavización de la mujer. La lactancia materna prolongada (recomendada por OMS hasta los 2 años) es defenestrada y “esclaviza” al hijo que no “logra desarrollarse” por esa madre que no lo deja crecer.

Lo triste, lo real, es que a este modelo de sociedad no le sirve una madre que crie con apego seres humanos seguros de sí, sin huecos emocionales que deban llenar con productos que no necesitan o con drogas, o con alcohol el día de mañana. A este modelo no le sirve una mujer a la que le importe más su familia que el “producir” en su trabajo.

La crianza con apego no es un camino fácil. Está siendo atacada y sólo el tiempo dirá si podrá ser destruida. Confío  en que no desaparecerá. 

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