Revista Cultura y Ocio
Cómo me convertí en un muerto, de Borja Monreal Gainza
Publicado el 28 marzo 2012 por Goizeder Lamariano Martín
Título: Cómo me convertí en un muerto Autor: Borja Monreal Gainza Editorial: Bubok Año de publicación: 2011Páginas: 261ISBN: 9788499818047Este es un libro muy especial para mí, ya que su autor, Borja Monreal Gainza, fue mi compañero en Diario de Navarra durante el verano de 2005. Hace unas semanas se puso en contacto conmigo para invitarme a la presentación de su segundo libro en Pamplona, pero como vivo en Madrid desde hace más de dos años, me fue imposible asistir. Aun así, él se ofreció a enviarme un ejemplar del libro y yo, por mi parte, a leerlo y reseñarlo. Y aquí estoy. El protagonista de esta historia es un joven preso al que conocemos durante su estancia en la cárcel. Allí va a pasar los próximos 25 años de su vida. Tiene tiempo para leer, para escribir, para pensar, para recordar. Sobre todo para recordar. Para rememorar una y otra vez esas escenas que no le dejan dormir, que están ancladas en su cabeza, que le atormentan. Esas escenas que han cambiado su vida para siempre. Su forma de ver el mundo, su moralidad, su existencia. Todo ha cambiado por culpa de un asesinato. Su pasado vuelve una y otra vez a su mente. Un pasado oscuro y oculto que el lector irá descubriendo poco a poco, página a página, frase a frase. Y descubrirá también por qué este hombre está en la cárcel, qué hizo, quién es. ¿Un asesino, un terrorista, un ladrón, un violador? ¿Es inocente, es culpable? No sabemos ni siquiera su nombre. Pero tampoco lo necesitamos. Nos basta con comprender el por qué de su absurda existencia. Las mismas preguntas que se hace el lector también se las plantea Inés, una joven enfermera que cuida al protagonista cuando éste decide dejarse morir. Nada en su vida tiene ya sentido. Ya no importa el pasado. Ya no cuenta el presente y el futuro ha desaparecido. Ya no hay esperanza, ya no hay ilusión, ya no hay proyectos. Únicamente dudas, incertidumbres, desesperación. Con el paso de los días, Inés y el protagonista irán estrechando sus lazos, esos lazos especiales, peculiares, distintos, que les unen cada día más. No saben nada el uno del otro, no conocen sus historias, sus vidas, pero eso no les impide necesitarse, ayudarse, apoyarse el uno en el otro para intentar superar, día a día, sus vidas grises, monótonas, apagadas, asfixiantes. Inés es joven, muy joven, tiene toda la vida por delante y, aun así, es incapaz de vivir, de ser feliz, de ilusionarse, de emocionarse. No sabe. No puede. Su vida se limita a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. No tiene amigos. No tiene pareja. No sale. Ella también vive en una cárcel, su cárcel personal, en la que su madre, enferma desde hace años, es su carcelera. Tiene que cuidarla, atenderla, limpiarla. Aunque no pueda. Aunque no quiera. Entre Inés y el protagonista está ella. Una mujer de la que tampoco sabemos su nombre. Simplemente es ella. La compañera del protagonista. Su amiga. La que siempre ha estado ahí. En lo bueno y en lo malo. En la diversión y en el sufrimiento. En la alegría y en el dolor. En las juergas y en las lágrimas. En las risas y en la desesperación. Solo ella sabe realmente quién es él. Qué hizo, por qué está en la cárcel, cuál es su historia, sus motivos, sus razones. Solo ella sabe qué le empujó a hacerlo. Ella es su confidente, su apoyo incondicional, su única cuerda para salir de ese pozo, de esa oscuridad, de ese abismo. Pero ella también es el lastre que le une a su pasado, a todo lo que ocurrió aquella noche, a todo eso que ahora quiere olvidar. Que no quiere contar. Que no quiere recordar. Ella y él formaban un extraño triángulo junto con Ana, la novia de él, la amiga de ella. Siempre juntos, siempre unidos. Los tres. Siempre. Ahora también hay un triángulo. El que forman él, ella e Inés. Cada uno con su pasado, con su historia, con sus fantasmas, sus miedos y sus pesadillas. Con sus sueños, sus deseos, sus anhelos. Con su rabia, su impotencia, su dolor. Con sus dudas, sus incertidumbres, sus preguntas sin respuesta. Aun así, solo ellos pueden ayudarse. Se necesitan. Para vivir, para sobrevivir, para encontrar algo de sentido, por poco que sea, a su pasado, a su presente y, sobre todo, a su futuro. Si es que lo tienen en medio de tanto sinsentido, entre tanta desesperación, entre tanto absurdo. ¿Qué es la justicia, qué es la moral, qué es la razón, quién dicta las normas y las convenciones sociales? ¿Qué es lo bueno y lo malo? ¿Qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Qué es lo aceptable y lo prohibido? Esta novela corta pero intensa tan solo me duró dos tardes. Dos tardes en las que la historia me fascinó, me sedujo, me atrapó y me hipnotizó. Cada vez más cuantas más páginas leía. Quería saber, necesitaba saber. Conocer la verdadera historia de los tres protagonistas. De él, de ella, de Inés. Descubrir sus circunstancias, los motivos que les empujan a ser así, a comportarse así, a actuar así. Quería saber para entenderlos, para comprenderlos, para aceptarlos. Necesitaba saber para compadecerlos, para apoyarlos. Pero, por encima de todo, necesitaba saber para no juzgarlos. Y al final, gracias a los cinco cuadernos que él escribe en la cárcel, tanto Inés como los lectores descubriremos la verdad. Y entenderemos que no todo es tan simple como puede parecer, que todo tiene un antes capaz de justificar un después, por aberrante que sea. Cinco cuadernos que lo cuentan todo. Cinco cuadernos bajo seis palabras. Cómo me convertí en un muerto.