Entramos en un McDonalds de Madrid, Santiago de Chile, Toronto, Johannesburgo, Riyad o Moscú. Nuestra intención, además de comer, es medir la economía de ese país, así que pedimos el conocido BigMac. Gracias a tres panes, un par de filetes de carne, un poco de queso y unos pepinillos, vamos a poder analizar la fuerza de la moneda nacional y el poder adquisitivo que tiene dicha divisa en un local del payaso Ronald McDonald.
Esta ocurrencia la tuvo la conocida revista estadounidense The Economist a mediados de los años ochenta. Su intención era crear un nuevo indicador económico que sirviese para comparar las distintas monedas del mundo, ver si estaban sobrevaluadas o devaluadas respecto al dólar – moneda de referencia en multitud de indicadores económicos – y analizar también la capacidad de compra que se tiene en un país determinado usando la divisa local. La cuestión era que a la hora de comparar decenas y decenas de países, a menudo es difícil encontrar una referencia fiable que esté presente en todos los lugares a analizar. ¿La solución? McDonalds, la empresa prototípica del capitalismo estadounidense, localizable en casi todas las economías desarrolladas, emergentes y medias del mundo. ¿El elemento a comparar? El BigMac, producto que podemos encontrar en todos los restaurantes de la hamburguesería norteamericana a lo largo y ancho del planeta.
La paridad de poder adquisitivo para comer hamburguesas
El Índice BigMac se basa en el análisis de la paridad del poder adquisitivo de las distintas economías. Si viajamos a un país que no tiene nuestra moneda, notaremos que los precios allí son más baratos o más caros que en nuestro lugar de origen, y llevando una cantidad determinada de dinero encima podremos comprar más o menos productos o servicios que si los adquiriésemos en nuestro país. Esto se debe fundamentalmente a la fuerza de la economía y la moneda del lugar. Por ejemplo, para el caso de los residentes en la Eurozona – aquellos que tenemos el euro como moneda de curso legal –, países europeos como Gran Bretaña, Dinamarca, Noruega o Suecia nos resultan un poco caros. Si viajamos allí, al cambiar euros a la divisa local, perdemos poder de compra puesto que los precios in situ, además de ser altos, se ven perjudicados por la fortaleza de dichas monedas frente al euro. Sin embargo, si viajásemos a Rumanía, Bulgaria, Serbia o Turquía, veríamos cómo nuestros euros pueden comprar muchos más bienes y servicios que en el país de donde venimos, ya que allí la economía, así como su moneda, son más débiles respecto al euro.
Todas esas diferencias de precios, tipos de cambio entre monedas y producción de bienes y servicios son un problema a la hora de comparar economías. Sin analizar correctamente esas tres variables, las comparaciones inducirían a error. Fue por este motivo por el que desde hace décadas, todos los precios y monedas se referencian al dólar a la hora de hacer estudios comparativos. Cualquier moneda del mundo tiene un cambio conocido respecto al dólar. Partiendo de ese tipo de cambio y según la teoría de la paridad de poder adquisitivo, los precios en el país que usa la moneda referenciada al dólar deberían estar en la misma proporción que el tipo de cambio de su moneda con la divisa norteamericana. Como decimos, esta es la teoría. La realidad es que por diversos factores, aunque la gran mayoría de monedas tiende o se encuentra cerca de esa “proporción correcta”, hay desviaciones, bien por encima del cambio ideal, bien por debajo. Es por esto último por lo que The Economist se propuso lanzar el Índice BigMac: comparar, en base a esta teoría de la paridad de poder de compra, todos los precios que el BigMac tiene en los diversos países del mundo en los que McDonalds está presente, que en la actualidad ronda los 120, de cara a concluir qué países tienen unos precios más altos de lo que deberían en función al cambio de su moneda con el dólar, cuáles lo tienen más bajo y cuáles se ajustan al cambio existente y en teoría el correcto.
Compremos dos BigMac
Para clarificar mejor lo que es la paridad de compra y la relación entre las divisas, vamos a comprar un BigMac en un McDonalds berlinés y otro en uno neoyorquino. En el de Berlín pagamos por él 3€, mientras que en el norteamericano pagamos 4,80$ por la hamburguesa. La operación es sencilla: dividimos el precio del BigMac del país que queramos entre el precio del BigMac en Estados Unidos. Esa división nos dará un resultado, que será la tasa de cambio en paridad de poder de compra. Si la tasa de cambio entre las dos monedas es superior al resultado de la división, la moneda está sobrevalorada; si es inferior, subvalorada respecto al dólar. Para el ejemplo que estamos viendo, la tasa en paridad de poder de compra es de 0,62. Resulta que en el tipo de cambio actual, la relación entre dólar y euro se sitúa en 0,72/1, por lo que el euro aquí estaría subvalorado. Si quisiésemos mantener la misma capacidad de compra partiendo de la base de que el dólar está a 0,72 euros, la hamburguesa en Berlín debería valer 3,45$. Todas estas diferencias entre el precio “que es” y “el que debería ser” es lo que analiza año tras año el Índice BigMac con la intención de concluir si una moneda vale más o menos de lo que debería respecto al dólar basándonos en la comparación entre un BigMac de un determinado país respecto a un BigMac norteamericano.
La evolución del McMundo
Este estudio anual hay que tomarlo con cierta precaución. Su hipótesis central es que la mayoría de los precios de los BigMac tienden a coincidir con el cambio real entre las divisas, lo que a largo plazo lleva a cierto alineamiento de los tipos de cambio. Lógicamente, este tipo de teorías que pretenden analizar el mundo a partir de una hamburguesa – como la teoría de los arcos dorados –, presentan ciertas inconsistencias. Sí es cierto que este postulado sería bastante más acertado en un mundo con una liberalización extrema del mercado, pero sabemos de sobra que esto no es así y existen muchos actores, así como dinámicas, que interfieren en los datos que la teoría pretende estudiar. Factores tan sencillos como los impuestos – en Dinamarca existe hasta un impuesto especial para la comida basura – o la penetración que McDonalds pueda tener en un determinado país – en India sólo se venden hamburguesas de pollo –, aquí no se contemplan. A pesar de esto, el Índice BigMac es una interesante y original iniciativa para ver desde otra perspectiva el mundo, sobre todo a nivel histórico.
En 1986 se publicaba el primer Índice BigMac. Es evidente que en los casi veintiocho años que nos separan de entonces, el mundo ha cambiado muchísimo económicamente hablando: Alemania reunificada, la desaparición de la URSS, Europa bajo el Euro, los BRIC o el auge de las potencias medias bien pueden ser algunos ejemplos. Por aquel entonces, todos los estados que ahora funcionan con euros tenían su propia moneda nacional. Los franceses con el franco, los alemanes con el marco o los españoles con la peseta. Por aquel entonces, la mayoría de monedas, especialmente las europeas, tenían un valor más bajo del debido respecto al dólar según esta teoría. 1,60 dólares era el precio en EEUU en el año 86; hoy, 4,56$. En la España de la época su precio era de 260 pesetas, poco más de euro y medio. Hoy su precio ronda los 3,5€.
NOTICIA: “España vale menos”. Lo dice la hamburguesa Big Mac (abc.es, Julio 2013)
Dejando de lado estas curiosidades nostálgicas, actualmente el Índice se ha perfeccionado bastante y The Economist ofrece análisis más detallados, incluyendo otro tipo de comparaciones. Por ejemplo, la hipotética correlación entre el precio del BigMac y el PIB per cápita (PPC) la podemos encontrar en una gráfica del índice de 2011. La línea roja es la que representaría la relación ideal entre PPC y el precio de la hamburguesa.
A mayor separación de la línea hacia abajo, más barata es un Big Mac en relación al poder de compra de los habitantes de ese país; cuanto más arriba esté el país en relación a la línea, es que el precio de la hamburguesa es bastante mayor a la capacidad de compra normal que se tiene allí. Como observamos, existe más o menos cierto agrupamiento en torno a dicha línea, si bien existen excepciones como Hong Kong, Singapur, Japón o Australia, con precios muy devaluados – un BigMac en Japón cuesta 3$ cuando su PPC es de 45.000$ – y lugares como Brasil o Colombia, donde el precio del BigMac es muy alto en relación a su PPC.
Si vamos a lo que realmente es el Índice BigMac de 2014, encontramos lo siguiente: tres países con una moneda muy sobrevaluada respecto al dólar, ejemplificado en la corona noruega, el bolívar venezolano y el franco suizo. Llama la atención que según este indicador, la moneda venezolana está muy sobrevaluada al costar el susodicho BigMac 7,15$, o lo que es lo mismo, 45 bolívares, siendo este un 54% más caro de lo que debería.Luego observamos un tramo de ligera sobrevaloración con las coronas suecas, los reales brasileños o las coronas danesas. Los países nórdicos, al tener unas economías tan protegidas, con salarios muy altos y con monedas tan fuertes, dan como resultado que según este indicador sus monedas tengan más valor del debido. También merece la pena destacar la ligera sobrevaluación del euro respecto al dólar, un 7,3% concretamente.
Por último, toda una ristra de países con monedas muy devaluadas respecto del dólar. Salvo Japón o Singapur, todo son países emergentes o potencias medias que prefieren la devaluación de sus divisas de cara a exportar con mucha facilidad a los países industrializados. Hasta el BRIC que es India, aquí farolillo rojo, tiene devaluada la rupia un 66%.
Si a base de hablar tanto de hamburguesas les ha entrado hambre y quieren ahorrar un dinero mientras llenan el estómago, esta miniguía de los BigMac que pueden comprar por 50$ en diversos países del mundo les vendrá bastante bien.