Mandar a las personas a combatir, y que lo hagan entregándose, es raro arte de motivación. También es un tema en el que Napoleón tuvo cosas que enseñar. Jamás dejó de estimular la vanidad de sus hombres, incrementando su credulidad a expensa de sus temores, convirtiendo a seres prudentes en guerreros, en hombres dispuestos a sacrificar sus vidas por una causa que, muchas veces, no comprendían.
“ Los hombres que valoran más sus vidas que la gloria y la estima de sus camaradas –dijo -, no debieran ser miembros del ejército francés”.
“El valor, no puede ser comprado con dinero”. En lugar de este último, apeló a su sentido de la gloria. En plena batalla recorría a caballo las filas gritando: “¡Desplegad los estandartes! Ha llegado el momento.. Ello hizo a los franceses acudir impetuosos al combate”.
“La 32 Brigada hubiera muerto por mí, ya que después de Lonato, escribí: “La 32 Brigada estaba allí para mi tranquilidad”. Es sorprendente el efecto de las palabras sobre los hombres”.
“ En Italia fuimos siempre uno contra tres, pero los hombres tenían confianza en mí. La fuerza moral, más que el número, decide la victoria”. “ No es el número de soldados lo que proporciona solidez a un ejército, sino su lealtad y estado de ánimo”.
Estaba convencido de que el contacto personal entre oficiales y soldados constituía el secreto de un caudillaje acertado: “Un jefe de batallón no debe descansar hasta conocer los más mínimos detalles: tras seis meses de mando ha de saber incluso los nombres y la capacidad de todos los oficiales y soldados de su batallón”. De sus hombres decía : “Si el valor es la primera cualidad del soldado, la perseverancia es la segunda”.
Le preocupaba profundamente la salud de sus hombres. “La enfermedad es el enemigo más peligroso, es mejor librar una sangrienta batalla que situar las tropas en una ciudad insalubre.”
Y por ultimo, recordemos una de sus frases más conocidas, y aplicables al Mando. Citamos libremente:
“ No hay buenos o malos soldados. Hay buenos o malos oficiales”