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Cómo muere Dios, según Federico Nietzsche (o Jorge Plotkin)
Publicado el 10 junio 2010 por Barcoborracho«No he sido yo, sino San Pablo y Lutero los grandes inmoralistas que enseñaron a los devotos cristianos cómo asesinar, mentir, robar y evitar la venganza de Jehová. Fueron San Pablo y Lutero quienes empujaron a los buenos cristianos más allá del bien y del mal, más allá de la ley moral, y predicaron la salvación mediante las tretas de la sangre del sacrificio de Cristo. Desde entonces se han redimido a sí mismos a través de la sangre del judío Jesús, y a través de millones de sus compañeros judíos. En el siglo veinte, en un paroxismo de frenesí nihilista, transformarán a toda Europa en un sangriento matadero y limpiarán sus pecados en la sangre de Israel. Esto no es simple imaginación: Heine ya ha profetizado el próximo derrumbe de la civilización cristiana, cuando los alemanes sacudan el polvo de sus viejos dioses paganos y sumerjan al Occidente en un terrible baño de sangre. Si Dios realmente viviera no permitiría que el siglo veinte sobrevenga. Por lo tanto, Dios debe estar muerto. Pero, ¿cómo murió? ¿Cómo un estoico demasiado orgulloso para ver su mundo remendado por los llamados prosélitos de Jesús? ¿Cómo un divino fariseo en protesta contra la calumnia cristiana de los fariseos, nobles judíos que creían en las buenas obras como piedra fundamental de la conducta moral? Dios, el fariseo, se mató en protesta contra puercos tales como San Pedro, San Lucas, San Juan y San Pablo, que corrompieron las enseñanzas de Moisés, contaminándolas con las turbias aguas del helenismo putrefacto y la bazofia oriental. ¡Qué censura para los cristianos fanáticos como mi hermana!Elisabeth no podía aguantar el hecho de que Lou Salomé fuera una judía, ¡pero Dios no podía soportar la amarga verdad de que ella era una cristiana que veneraba al Príncipe de la Paz, urdiendo pogroms junto a su antisemita marido de ojos feroces! Así, en un paroxismo de ira y repugnancia, Él cortó Su garganta con el filo dentado de una estrella y dejó que Su sangre vertiera sobre la tierra en un tormento divino de remordimiento.No, esta versión es demasiado romántica, tiene sabor a Wagner y al wagnerianismo. La explicación de Stendhal era más prosaica y más compatible con la verdad. Dios, el mecánico, falleció de muerte natural, ¡la enfermedad del corazón! Dejó Su mundo al Hijo, quien, como yo, no conocía nada de mecánica, ya que era un poeta, un soñador de salvajes fantasías. El Hijo se introdujo en el taller cósmico, rascó su cabeza ante el espectáculo de la complicada e inmensa maquinaria de la existencia, y levantó la palanca para que la maquinaria funcionara a contramarcha, causando locos estragos a través del universo, que se cubrió de ruedas que volaban por los aires, y de los despojos de una maquinaria destrozada.Así debió suceder: no es Dios sino Su Hijo el causante del caos del mundo. Dios murió de un ataque al corazón y Su Hijo nos sumió en un cósmico atolladero.Algunas veces creo que Su Hijo es Federico Nietzsche, el cual expía ahora sus torpes tonterías. Él paralizó el cosmos y ahora él mismo está en las garras de la parálisis.»
Federico Nietzsche, "Mi hermana y yo".Trad. Bella M. AlbeliaSantiago Rueda - Editor. Buenos Aires, 1955.Páginas 227 - 228