A través del arte los niños inician un viaje de aprendizaje, de reflexión y comprensión del mundo, de búsqueda de su identidad, de desarrollo de su potencial fantástico. La contemplación artística desde edades tempranas estimula y desarrolla las capacidades sensibles y perceptivas, entre otras cosas.
Permite además desarrollar la percepción visual, responder interrogantes, conocer, investigar, explorar, en definitiva, ver el mundo de otro modo (ver lo irracional o lo invisible) y actuar en consecuencia de un modo diverso. Acercarse a la realidad y darle sentido.
Y es que los niños son capaces de imaginar una gran historia partiendo de una obra de arte, entrar en un cuadro y sentirse protagonistas. Construír un bosque de esculturas o su propio collage en una exposición fotográfica.
Y entonces
¿Por qué no llevarlos al museo? ¿se aburrirán?
Imagen de http://www.diariodelviajero.com
Actualmente la gran mayoría de museos ofrecen actividades, talleres, visitas, folletos, juegos,…. destinados al público familiar o infantil. Todas estas propuestas son un gran apoyo para los padres, pero somos nosostros “los padres” los que debemos enseñar a nuestros niños a disfrutar, apreciar y amar el arte.
¿Cómo? ¿Os atrevéis a visitar en familia un museo?
Seguidme:
1) Podemos comenzar en casa con imágenes artísticas, libros de arte, de fotografía, de pintores, de museos,…. e ir observando sus preferencias. En definitiva dejar que el arte esté presente en el rincón de juegos y de lectura.
2) El siguiente paso consiste en buscar, seleccionar el museo o la exposición y programar la visita. Debemos elegir una exposición que consideremos atractiva para nuestros niños, no muy extensa y una franja horaria sin demasiada afluencia de visitantes.
3) Una parte importante es la búsqueda del material que nos ayude a preparar la visita (libros, folletos o guías didácticas del propio museo, preparar nuestros propios juegos,….). Estar motivados es clave, la desmotivación se transmite.
4) Una vez lo tengamos todo planeado es conveniente prepararlo todo con él, compartir la ilusión de la visita en familia.
5) Ya en el museo no se trata de una clase de historia del arte, sino de una visita lúdica y divertida. Interactuar con los niños, compartir reflexiones, preguntas, anécdotas, dejarles ser los protagonistas, que ellos mismos nos muestren sus intereses.
Tal vez quieran saltarse una sala y permanecer más tiempo en otra,… dejar que nos muestren sus preferencias, sus dudas, sus inquietudes. No apurarlos.
6) Respetar su modo de contemplar tanto si les apetece observar la obra sentados en el suelo como realizar su propia versión en un papel.
7) Una vez notemos que comienzan a estar cansados terminamos la visita, es preferible que se queden con las ganas de ver más que con un sentimiento de desconexión o aburrimiento.
8) Ya fuera del museo compartir en familia vuestras impresiones sobre la visita.
Guardar la visita (entradas, folletos,imágenes, recortes,…) en una caja o albúm porque seguro que les apetecerá revivirla.
El arte es un compendio de sensaciones, emociones, lenguajes y sentimientos que nos invitan a entender la compleja realidad. Modos de ver y de expresar que nos abren interrogantes y nos ofrecen respuestas, nos conducen desde lo irracional a lo racional, nos obligan a pensar, a reflexionar. Otras realidades o fantasías que relatan otras historias. En nuestras manos está transmitir a nuestros hijos el amor al arte, educar desde la reflexión e invitarlos a expresarse libremente.
¿Los niños lo entenderán? ¿Y los adultos? ¿Y juntos?
Sólo hay un modo de saberlo cruzar el umbral de ese lugar misterioso llamado Museo.