En esta serie de entradas en las que estamos tratando cómo trabajar las escenas de nuestra novela, ha llegado el momento de detenernos un instante para aprender no sólo a planificarlas sino también a revisarlas, de manera que nos aseguremos de que hemos extraído de ellas su máximo potencial y de que dotan a nuestra historia de una mayor tensión, interés y profundidad.
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Puntos a tener en cuenta para planificar y revisar las escenas
Siguiendo con su libro, Scene & Structure, cuya lectura nunca me cansaré de recomendar, estos son algunos de los puntos que Bickham recomienda tener en cuenta a la hora de planificar y revisar las escenas de nuestra historia en términos de estructura y de la unión de unas con otras:
1. El objetivo de cada escena debe tener una relación clara con la pregunta dramática central.
2. El conflicto debe tratar sobre el objetivo propuesto en esa escena.
3. El conflicto debe ser externo, es decir, debe ocurrir con otra persona. Jamás debe suceder en el interior de los personajes.
4. El punto de vista establecido en una escena ha mantenerse a lo largo de toda ella.
5. Los desastres hacen avanzar la historia, obstaculizando el camino del protagonista en su persecución del objetivo.
6. Los lectores serán pacientes con tu historia si tus escenas hacen que las cosas empeoren.
7. No deberías planear, escribir ni revisar tus escenas por separado.
Los tres primeros puntos ya fueron explicados en la anotación anterior, El resultado de las escenas, de modo que no requieren mayor comentario aquí. Vamos a ocuparnos, pues, de los cuatro siguientes.
El punto de vista
El punto de vista que has elegido establecer en una escena debe mantenerse a lo largo de toda ella. Si se lo has asignado a tu protagonista, la escena debe empezar y acabar con el personaje principal manteniendo el punto de vista a lo largo de todo ella.
Además, el objetivo con el que comienza la escena debe ser establecido por el personaje sobre el que recae el punto de vista. Hay dos razones para ello: una, el lector tiende a simpatizar con el personaje que ofrece el punto de vista; dos, a nosotros, como escritores, nos será más fácil mantener el recorrido previsto para el objetivo de esa escena si, de vez en cuando, dejamos que en el pensamiento del personaje, al que se le ha asignado el punto de vista, se deslice un recordatorio de ese objetivo, para así también recordárselo al lector.
Quizá te estés preguntando que, puesto que el conflicto debe ser externo, cómo es posible que podamos adentrarnos en la cabeza del personaje para mostrar lo que piensa. Bickham nos da la respuesta: mediante la regla de estímulo-interiorización-respuesta. A lo largo del desarrollo del conflicto, siempre encontraremos alguna oportunidad en la que el personaje al que hemos asignado el punto de vista reciba un estímulo al que deba dar una respuesta. Antes de que lo haga, tenemos la oportunidad de introducir el paso de la interiorización y aprovecharla para, a través del pensamiento de este personaje, recordar cuál es el objetivo de la escena.
Los desastres hacen avanzar la historia
Los desastres son la herramienta perfecta para hacer avanzar la historia y, al mismo tiempo, conseguir que nuestro protagonista no sólo retroceda en la persecución de su objetivo sino que, además abandone la escena en peores circunstancias de las que llegó a ella.
Las escenas bien planeadas, dice Bickham, terminan con un desastre que tensa el nudo que rodea el cuello del protagonista. Como escritores, no deberíamos tener miedo de empeorar las condiciones de nuestro personaje. Al parecer, y según afirma el autor de “Scene and Structure”, es axiomático entre los novelistas profesionales que cuando las cosas van de mal en peor para el protagonista, hay bastantes probabilidades de que la novela vaya viento en popa.
Recuerda que al lector le gustan las situaciones de riesgo y que disfruta viendo al protagonista pasarlas canutas a lo largo de la historia. De modo que, si quieres mantener la tensión en la novela y estimular el interés del lector, complícale la vida a tu protagonista todo lo que puedas.
La paciencia de los lectores
A la hora de planear nuestras escenas, siempre deberíamos tener presente una idea fundamental: la de empedrar el camino de nuestro protagonista, de manera que parezca que éste se mueve hacia atrás, en lugar de hacia delante en la persecución de su objetivo. Tal y como se apuntó en el apartado previo, a los lectores les encanta ver sufrir al protagonista, de manera que serán mucho más pacientes con tu historia si tus escenas hacen que las cosas empeoren para éste. Tal y como aconseja Bickham: Planea y escribe tus escenas de manera que las cosas siempre vayan a peor, nunca a mejor. Es algo que fascinará a tus lectores.
Tus escenas forman un todo
No deberías planear, escribir ni revisar tus escenas por separado porque el final de cada una de ellas influye en lo que ocurrirá después.
Las buenas escenas, dice Bickham, tienen objetivos importantes y fuertes conflictos que conducen a un desastre significativo. Este desastre produce un cambio en las cosas y coloca al protagonista en una situación aún más difícil. Cada escena, por tanto, debe tener un impacto en el desarrollo de tu trama. O, dicho de otra forma: todo cambio supone una amenaza. Tu historia debe comenzar con un cambio. Pero el desastre final de cada escena significa, a su vez, otro cambio que, nuevamente, supone una amenaza.
Finalmente, Bickham nos hace un recordatorio más: la unión entre escenas sigue la relación de causa-efecto y ésta es una de las razones por las que debes planearlas. Si las escenas que has planificado en tus cartulinas no están unidas, prepara nuevas escenas con las que puedas trazar una línea de unión entre ellas siguiendo la relación de causa-efecto. Si cada estímulo da lugar a un respuesta; cada escena debería conducir inexorablemente a otra escena.
Esto es todo por hoy, pero, si te gustó la entrada, te agradecería que la compartieras en las Redes Sociales y, por supuesto, no te pierdas el próximo artículo sobre esta serie acerca de las escenas: Doce consejos adicionales.
Referencia: Scene and Structure, Jack M. Bickham.
Fotografía de entrada: Ilya, Unsplash.
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