En otoño no es raro que nos invada el desánimo, la falta de energía, o un malestar general que puede derivar en cansancio e inapetencia. Es lo que conocemos como astenia. Del sol y la playa pasamos a la sombra de la oficina, a cumplir con nuestras obligaciones después de disponer de todo el tiempo del mundo para organizar nuestros propios horarios, sin prisas ni estrés.
Es fundamental poner freno a la ansiedad que esta situación nos pueda producir, por eso hoy te traemos estos interesantes consejos de mano de la directora técnica de Clínicas Origen, Pilar Conde, para prestar especial atención a nuestros hábitos de alimentación y sueño, así como a nuestra salud mental.
Planifica y organiza tus tareas diarias
Para la psicóloga, el primer paso para no caer en el agotamiento propio de la vuelta al trabajo es la organización. No se trata sólo de realizar a tiempo nuestra obligaciones, sino también de reservar horas al día para el ocio y el bienestar personal. Para lograrlo, el único camino es el de la planificación y organización de nuestro tiempo. Una tarea que debe llevarse a cabo sin perder de vista las siguientes recomendaciones:
Elabora una lista con todas las tareas que tengas que realizar y ayúdate de una agenda, cuaderno o aplicación digital. Al escribirla estaremos ya fijando nuestros objetivos.
Prioriza las tareas: Ni todas las actividades pendientes son igual de importantes, ni nos lleva el mismo tiempo acometerlas. Por este motivo es fundamental clasificarlas y ordenarlas en función del grado de urgencia y de los plazos de entrega o consecución.
Sé realista: No te exijas más de lo que humanamente eres capaz. Las personas, tú incluido, tenemos recursos limitados y no sería realista pretender abarcarlo todo.
Reserva tiempos para descansar y desconectar: Hacerlo resulta imprescindible para lograr un rendimiento óptimo. De lo contrario, acabaremos saturados y perderemos más tiempo. No es cuestión de las horas de trabajo que invirtamos, sino de las horas productivas.
Delega algunas tareas: no podemos abarcarlo todo, hay tareas que pueden hacer otros . Delegar es necesario también para el buen funcionamiento de los equipos.
Ten en cuenta los imprevistos: Las interrupciones, los cambios de planes o cualquier otro contratiempo forman parte de nuestro día a día, por lo que debemos aceptarlos y no adoptar ante ellos una actitud catastrófica. Si surge un contratiempo, coge tu lista de tareas y reorganízalas en función de la prioridad y el nuevo imprevisto.
Intenta evitar las distracciones: Trabajar con desorden minimiza nuestra productividad, por lo que intenta que el entorno de trabajo esté lo más ordenado posible, libre de ruidos y con buena luz. Las redes sociales o el móvil son grandes fuentes de distracción, por lo que procura desconectar de ellos mientras trabajas.
Controla el hambre emocionalEs la vuelta de las vacaciones una de las épocas en las que existe mayor presión social en torno a la imagen. Se nos recuerda con insistencia que debemos perder esos kilos que nos hemos traído del chiringuito o de las barbacoas. Si a la pérdida de peso, muchas veces sin supervisión médica, se une la falta de apetito que produce la astenia y, además, añade Pilar Conde, hace su aparición el llamado "hambre emocional" podemos tener serios problemas de salud.
Tal como explica la experta, el hambre emocional es un acto fisiológico que se une a las causas físicas de por qué comemos - la necesidad de alimentarnos - otras como la ansiedad, el aburrimiento, estrés o enfado. Esta necesidad psicológica de alimentarnos hace que relacionemos el premio en general y los momentos placenteros en particular con comer cosas ricas, y normalmente insanas.
Para diferenciar el hambre real del hambre emocional y poder controlarla, debemos fijarnos en los siguientes aspectos:
Cuando sentimos hambre emocional no nos saciamos con verduras o carne, si no que nuestro cuerpo nos pide alimentos calóricos, ricos en azúcar y grasas saturadas. Aunque nos llenemos, no estamos satisfechos Podemos decir, pues, que se trata de antojos.
Surge como respuesta al malestar emocional. Pretendemos aliviar las emociones negativas con la comida, lo que en un principio, creemos que conseguimos. Pero esta sensación de alivio solo permanece durante la ingesta.
La falta de control, la cantidad de alimentos que ingerimos y el hecho de que sea poco saludable nos hace sentirnos culpables después.
Comemos sin pensar, de manera impulsiva. De repente sentimos unas ganas intensas de satisfacer el hambre emocional de manera inmediata. Por su parte, el hambre física surge de manera gradual y puede ser controlada. Es bueno programarnos un menú semanal, en el que se realicen las famosas cinco comidas. Podemos basarnos en como comíamos en épocas saludables o, si llevamos tiempo sin conseguirlo, acudir a profesionales nutricionales y psicológicos para que nos ayuden a afrontar y organizar este situación. Asimismo, en estas épocas de desequilibrio es más necesaria que nunca una dieta balanceada, rica en verduras y frutas.