Cuando el presidente Barack Obama y el presidente de Cuba Raúl Castro, anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas el 17 de diciembre del 2014, sorprendieron al mundo con algo inesperado después de 52 años, cuando el 3 de enero 1961 Estados Unidos tomó la decisión unilateral del rompimiento, imaginando en que, en abril de ese año, la invasión mercenaria contra Cuba retrotraería la historia, pero fue derrotada por el pueblo en sólo 67 horas.
La intrépida decisión tomada durante el 2do período presidencial de Obama, no fue un hecho festinado. Esa política había sido estudiada en 1967 para subvertir a la Revolución, a través del “magnetismo económico y cultural” de Estados Unidos, con el impulso de promesas de beneficios económicos y políticos que podría obtener Cuba, con un comportamiento yanqui más racional. En la misma participaron la CIA, los Departamento de Defensa y Estado, más la USAID, pero finalmente en 1968 no se aprobó.
En 1999 el poderoso equipo de analistas y directivos del Council on Foreign Relations (CFR), propuso darle un enfoque político diferente al seguido por administraciones anteriores, basado en el trabajo ideológico sobre la sociedad cubana desde adentro, mediante la promoción en Cuba de intereses y valores estadounidenses; el apoyo, aliento y reforzamiento de la sociedad civil; unido al trabajo priorizado en crear condiciones para materializar la transición pacífica y el surgimiento de una Cuba “libre, próspera y democrática”.
El equipo de dirección del presidente Barack Obama, acordó que ese nuevo camino podría ser más efectivo para alcanzar el objetivo deseado de destruir el socialismo, ya que 50 años de bloqueo y distanciamiento político no habían dado resultados.
Tal decisión contó con el apoyo del CFR, organización poco conocida pero muy influyente en los asuntos internacionales, con poder y prestigio, considerada por muchos como el verdadero cerebro político.
Meses antes, varios editoriales en importantes diarios de Estados Unidos, incitaban al cambio de política hacia Cuba, sumado a una carta firmada por un numeroso grupo de personalidades, en evidente preparación de la opinión pública, junto a equipos de influencia que se fueron conformando para respaldar la cercana decisión.
El potente equipo del CFR, lo componen altos directivos de instituciones financieras, poderosos industriales y medios de comunicación social; investigadores y académicos; militares de máxima jerarquía; políticos, funcionarios públicos; decanos de universidades, facultades y otros centros de estudios.
Entre ellos están los principales directivos de bancos importantes, entre ellos el Chase Manhattan del clan Rockefeller, ahora fusionado con el banco J. P. Morgan; el Bank of America y el gigante Citigroup; directivos y formadores de opinión de los ocho monopolios multimedia mundiales; rectores y decanos de las grandes universidades como Harvard, Massachusetts Institute of Technology, Columbia, Johns Hopkins, Princeton, Yale, Stanford y Chicago; más los 150 puestos clave del gobierno estadounidense, incluidos los cargos más relevantes de sus fuerzas armadas.
Si esa poderosa fuerza apoyó el cambio de política hacia Cuba, asumida por el presidente Barack Obama y aceptada por una parte importante de la sociedad estadounidense y de la comunidad cubana, ¿cómo pudo el actual presidente Donald Trump eliminarla de un plumazo?
La nueva estrategia política de Obama marchaba. Se incrementó el contacto pueblo a pueblo, su pieza fundamental para obtener beneficios a favor de Estados Unidos en la conformación de un escenario proclive, a la codiciada “transición pacífica hacia la democracia”.
Obama eliminó la restricción de los viajes de los miembros de la comunidad cubana y los límites del envío de remesas, porque entre las recomendaciones del CFR, estaba:
“Utilizar las visitas familiares de cubanos radicados en el exterior, para la influencia de la forma en que viven en Estados Unidos, sus comodidades y éxitos, lo cual crea en sus familiares y amigos un marcado interés por vivir de la misma forma”.
Él y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, denominaron a los cubanos residentes en EE.UU., como “los mejores embajadores para llevar a Cuba las ideas de la democracia representativa y el modo de vida estadounidense”.
Otra de las propuestas del poderoso equipo del CFR, consistía en proporcionar las condiciones para incrementar el trabajo no estatal, pero no para ayudar a la economía de la Isla, sino con el venenoso interés de:
“Que la mayor cantidad posible de personas dejen de depender de un trabajo para subsistir y lo puedan hacer con las remesas recibidas, lo que eliminará el vínculo laboral de muchos, su pertenencia al sindicato, al partido y a las organizaciones de masas. Serán una fuerza que pueda dedicarse a crearle problemas al gobierno, protestar y dar un mal ejemplo a los que continúen laborando para el Estado”.
Los cambios en el otorgamiento de visados para viajar a Estados Unidos, incluida la visa múltiple por cinco años, no tenía un fin humanitario sino político, porque el CFR creía que:
“Los que viajen conocerán las libertades del sistema, sus oportunidades y al regresar a Cuba se convertirán en abanderados de la transición”.
Todo estaba calculado para subvertir a la Revolución desde adentro, proceso progresivo y sin enfrentamientos, que podía ser aceptado con facilidad. Por eso propusieron:
“Reducir o eliminar las restricciones existentes que dificultan los intercambios académicos de graduados y de postgrado, emitir una licencia con carácter permanente a todos los estadounidenses que deseen viajar a Cuba para vincularse en actividades académicas, ambientales, de salud, culturales, atléticas, religiosas o de cualquier otro tipo”.
“La licencia también será aplicable a las agencias de viajes y Organizaciones No Gubernamentales que organicen viajes de grupos o individuos para visitar Cuba. El propósito de esta recomendación es facilitar, cada vez más, el contacto de los cubanos con los norteamericanos para que estos puedan trasladarle su mensaje, y en ningún momento se propone apoyar la industria cubana del turismo”.
Un aspecto singular de la nueva estrategia fue permitir visitas privadas a los Estados Unidos de funcionarios cubanos, entre ellos ministros, diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, dirigentes del PartidoComunista de niveles nacionales y provinciales y otros funcionarios de alto nivel de organismos estatales. Su ilusión era:
“Darle oportunidades de interactuar con los norteamericanos, experimentar directamente el sistema y ser testigos del vigor y la apertura del debate político en los Estados Unidos. Esto es importante debido a las posiciones que dichas personas tienen en la actualidad, las que puedan asumir en el futuro y la posición que adopten en un proceso de transición”.
Ningún sector de la sociedad cubana quedó fuera y sobre el artístico marcaron especial interés, debido a su influencia social, por eso apuntaron:
“Facilitar la colaboración y actuaciones culturales de estadounidenses en Cuba y de cubanos en Estados Unidos…Todo tipo de intercambio debe realizarse de forma natural, sin la intervención oficial del gobierno cubano, para evitar reconocerlo como rector en este campo. Las visitas de artistas cubanos tienen como propósito ejercer influencia política sobre ellos, y especialmente pagarles altas sumas de dinero con el cual regresarían a Cuba. Esto será un estímulo para que otros artistas se interesen en actuar en los Estados Unidos y situaría a los que regresen, en una posición económica por encima de otros artistas y del pueblo cubano en general, lo que paulatinamente los convertirá en personas con intereses y visión diferente. Algo muy importante para los planes de transición”.
El equipo de Trump reconoció que esa política tampoco dio los resultados ambicionados y era mucho mejor regresar al garrote, para asfixiar al pueblo cubano y que las penurias lo hicieran culpar al sistema socialista, tal y como apuntó la CIA años atrás, al reconocer:
“El principal objetivo de los programas encubiertos contra Castro es completar el aislamiento económico, político y psicológico de Cuba respecto a América Latina y el mundo libre… Estas medidas han sido en buena parte responsables de las actuales dificultades económicas de Castro, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de Guerra Económica”.
Los yanquis no comprenden el proceso revolucionario cubano, por eso sus errores. A Cuba tienen que respetarla y aceptar que hay tratarla de igual a igual.
Ninguna de sus estrategias podrá contra la voluntad popular de mantener su independencia y soberanía a cualquier precio, porque como afirmó José Martí:
“La independencia es condición esencial de la vida”
Por heraldocubano/Arthur González.