Revista Cultura y Ocio
She was intensely sympathetic. She was immensely charming. She was utterly unselfish. She excelled in the difficult arts of family life. She sacrificed daily. If there was a chicken, she took the leg; if there was a draught she sat in it — in short she was so constituted that she never had a mind or a wish of her own, but preferred to sympathize always with the minds and wishes of others. Above all -I need not say it-, she was pure.
(Virginia Woolf)
Disculpe mi osadía, señora, pero yo de usted no partiría en trozos más pequeños mi último trozo de pizza, aunque me lo pidieran dos, tres o cinco críos alrededor de la mesa. ¿Usted sí lo hace? ¿Y está contenta? No se ofenda usted, pero creo que están rifando un osito a la más tonta y en las manos le veo todos los números.
Mire, señora, no le quepa duda: ese trozo de pizza es suyo y sólo suyo. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué los niños no se lo piden a su señor marido en vez de mirarla a usted con esos ojos de cordero mimado y egoísta? ¿Se ha preguntado por qué creen todos en su familia que usted está obligada a cederles su trozo? ¿Es consciente de que en su casa modélica y tradicional todos la toman por la rival más débil? ¿Acaso nació usted con el delantal puesto y el plumero bajo el brazo?
Ah, que efectivamente fue así, que se lo han contado. Se lo han contado desde que usted era pequeña, claro, y se lo ha creído, claro también. Señora, es usted una santa. Mire, voy a proponerle algo. Le aseguro que si se atreve una vez, tendrá ganas de hacerlo más veces. Ya verá qué gustito. Siga las instrucciones de esa otra voz que lleva años sonándole adentro, abra esa boquita de ensueño y escupa la verdad que duele y escuece, aunque al hacerlo le queme el esófago. Deje de bailar el vals que le enseñaron y mueva sus bellos pies al ritmo de un son más salvaje. Usted no es una oveja y, sin embargo, mírese ahí, balando y bailando al son que ellos le tocan. Les da tanto miedo que un día deje usted de hacerlo, señora. Se quedarían sin criada, imagínese. Y esa niña de trenzas rubias quizá no aprendería a ser otro ángel de la casa, y no partirá su trozo de pizza sonriendo como una mema mientras se lo quitan de las manos. Quizás esa niña podría ser diferente y nadie la miraría con pena, ni sentiría náuseas al verla tan indefensa frente a su propia camada y al león de turno. Usted aún está a tiempo, señora. Por una vez en la vida, atrévase a ser inapropiada. Reclame su parte del botín. ¡Ruja!