ESPEJISMO NEOMODERNISTA CON ALMENDROS - ALEX AMELA
Hay tardes que se convierten en eternidad
Tal vez fue el aroma que volvió a mí, unos años después, en una esquina de otra ciudad.
El olor era marrón, y tenía gusto a almendras envueltas en hojas de parra resecas por el otoño.
La luz del sol caía perpendicular, acariciando los adoquines del cordón de la vereda.
Casi no lo vi.
Lo sentí.
Una fragancia alimonada rodeaba al anciano alto de lentes.
Levanté la vista y clavé mis ojos en su mirada verde musgo.
Nadie dijo nada.
Lo sé porque escuché el silencio previo al tumulto de recuerdos que me envolvió como un remolino.
El, alto y joven.
Yo, ágil y delgada.
Gastando adoquines con nuestros pasos en una tarde almendrada y llena de esquinas en otra ciudad.
El amor era tan nuestro como lo eran las farolas de la plaza del centro, llena de artesanos y bailarines descarados, que abrazaban la tarde contoneando las caderas.
Era todo tan suave y tan etéreo.
Creíamos que el tiempo estaba de nuestro lado, y que iríamos tomándonos de él como quien baja una escalera agarrado de la baranda.
La joven que se escondía dentro mío miró al anciano, que desorientado, sólo atinó a preguntar la hora.
BOSQUE VIENTO HOJAS Y FLORES - ALEX AMELAperro1970, almendras, taller, literario, adoquines, relato, amor, baranda
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