Es bien sabido que el cuerpo y el rostro es un fiel reflejo de nuestro estado interno. A través de la expresión corporal de alguien podemos apreciar si esa persona se siente triste, decaída, alegre o preocupada sin apenas conocerla y no hablo tanto de los gestos, de la manera de vestirse o de moverse sino de algo mucho más transparente y nítido; la expresión. “haces mala cara, estás muy delgado/a, pareces apático/a…” Podemos atribuir estados internos, psicológicos con solo observar la apariencia externa de una persona pero vayamos más allá ¿cómo refleja nuestro cuerpo nuestras preocupaciones, alegrías y tristezas? ¿De qué manera se hace presente en nuestro organismo lo que pensamos y sentimos? ¿Somos capaces de llegar a enfermar traduciendo todo aquello que depositamos en nuestra mente?
Me parece un tema realmente sorprendente, la manera en la que estamos conectados a nuestra entidad física. Unos más que otros pero todos dejamos huella en nuestro cuerpo de cómo estamos viviendo. Lejos de llevar una mala vida y que esto se refleje en nuestra presencia (rostro y cuerpo) hay un conducto muy fino entre el cómo estoy por dentro y cómo sin querer lo muestro por fuera. Sin entrar en patologías psicosomáticas (como la psique se hace presente en el cuerpo) sí me gustaría describir el proceso por el cual somos capaces de dejar rastros “dolorosos” que indican que algo va mal.
El cuerpo es sabio y cuando enfermamos nos avisa de que algo en nuestro organismo no anda bien. Gracias a eso tenemos la oportunidad de reaccionar, ir al médico y poner los remedios necesarios para curar esa parte que se queja pero dentro de su sabiduría también es capaz de decirnos que no solo físicamente algo no está bien sino que su alarma también nos llama cuando psicológicamente algo tampoco funciona y me parece de suma importancia prestar atención a esas señales porque son claves muy valiosas para reparar dentro de nosotros. Es un momento grande en el que debemos reflexionar, escuchar y atender qué es lo que nos está diciendo.
Está claro, usted está esquiando y se rompe un brazo, por consiguiente le dolerá y tendrá una fractura que habrá que reparar pero. ¿Qué pasa cuando usted está tranquilamente preparando un examen y de repente al tener que enfrentarse a él le duele el estómago?. ¿Por qué a uno se le puede caer el pelo en menos de un mes?. ¿Por qué es propenso a perder la voz sin gritar mucho?. Ejemplos y preguntas miles, respuestas particulares y personales. Lo que sí que es cierto es que es algo común que suele pasarnos a todos de una manera o de otra y que no es en vano que llamemos “nervios” a modo general a nuestros pequeños-grandes males corporales.
Thorward Dethlefsen, psicólogo y director del Instituto de Psicología experimental en Munich y Rüdiger Dahlke, doctor en medicina y psicoterapeuta, en su libro “La enfermedad como camino” explican un viaje interesantísimo a las dolencias más comunes del ser humano y su significación psicológica. Ellos mismos exponen que “no hay enfermedades curables sino una sola enfermedad determinante y esta es el “malestar del individuo” A groso modo y por pronunciar solo las más relevantes, proponen una interesante clasificación de dolores psicológicos que se hallan en determinadas partes del cuerpo. Así por ejemplo postulan que las personas propensas de aquejarse de dolores estomacales deberían revisar que es lo que “piensan que no pueden tragar ni digerir”, las aquejadas de dolores sensoriales (ojos “qué es lo que evitan ver") (oídos; “qué es lo que no quieren escuchar”) y las que tienen problemas de piel deben reparar en sus relaciones sociales y de contacto.
Por otra parte, las infecciones estarían relacionadas con inflamaciones ocultas a modo de rehuir conflictos, el sistema de defensa (alergias) estaría relacionado con los miedos y los problemas respiratorios (asma) con los aspectos que no se logran exteriorizar.
El libro nos habla de todas y cada una de las partes del cuerpo, explicando detalladamente la relación que mantienen con la mente. Del mismo modo hace referencia a enfermedades tan conocidas como el cáncer y el sida, al igual que habla de los aspectos relacionados con la sexualidad, los nervios o el dolor de cabeza, por citar solo algunos.
Hay que decir que esto es solo una clasificación, expuesta por dos autores que han estado años sometidos a investigación y aunque no por ello deba considerarse un tratado universal sí que es interesante hacer una reflexión profunda y abierta para todo aquel que le interese saber más acerca de nuestras reacciones corporales.
En resumen; expresamos siempre aquello que sentimos y pensamos y nuestro cuerpo hace un reflejo de ello. Creo firmemente en la unión de organismo y mente y en su relación directa. Pienso que cuando enfermamos nuestro cuerpo siempre nos comunica algo. También pienso que es una oportunidad enorme que tenemos los seres humanos para escuchar con atención y aprender más sobre nosotros. ¿Qué nos dice nuestro cuerpo? Escúchelo; el mismo que enferma es el mismo que sana.Bibliografía
La enfermedad como camino. T. Dethlefsen., R Dahlke (2007) Debolsillo, Barcelona.Blog de Núria Costa