Difícil e incompleta tarea, pero no imposible
¿Parlamentarismo o anarquismo?, ¿veganismo o carnismo?, ¿teísmo o ateísmo?, ¿crecimiento o decrecimiento?, ¿competencia o cooperación?, ¿capitalismo o socialismo?, ¿transhumanismo o luddismo? Prueba a defender ambas posturas en diferentes momentos de tu vida, o si no, fíjate en las personas que lo hayan hecho. Notarás que quienes han podido comparar entre ambos modos de ver el mundo tienden a defender en mayor medida uno que otro (por ejemplo, quienes han estado a favor y en contra del capitalismo suelen acabar estando en contra). Si el conocimiento ético fuera tan subjetivo como se cree, cabría esperar una mayor aleatoriedad. Es decir, entre quienes han defendido tanto el crecimiento económico como el decrecimiento cabría esperar que, después de comparar, un 50% aproximadamente hubiera preferido quedarse con el primero y el otro 50% con el segundo. En otras palabras, la probabilidad de que el abolicionista cambie de opinión y defienda la esclavitud debería ser igual a la probabilidad de que el esclavista cambie de parecer y defienda la abolición. Sin embargo, no es así. Si bien ambas probabilidades suelen ser bajas, la primera lo es más. Al parecer, lo bueno se diferencia de lo malo, lo cierto de lo falso y lo bello de lo feo -o, más modestamente, lo mejor de lo peor-, en que lo segundo tiende más a lo primero que lo primero a lo segundo.
¿Qué es mejor, ser tolerante o intolerante? Podemos dar razones lógicas de por qué la tolerancia es más coherente que la intolerancia (ej. no te comportes con los demás como no quieres que se comporten contigo), pero una manera complementaria y más pragmática de responder a la pregunta consiste en experimentar ambas actitudes en un número suficiente de personas y ver cuál de ellas resulta más veces ganadora.
Conclusión:
La fundamentación de la ética es posible, al menos hasta cierto punto, otra cosa es que sepamos decir cuándo la hemos fundamentado lo suficiente y si ese conocimiento puede generalizarse entre nuestros congéneres.