Revista Opinión

Cómo santificar un domingo por sexos

Publicado el 27 octubre 2019 por Carlosgu82

Todos conocemos al hombre de la motosierra o el taladro. Se trata de una especie, lamentablemente aún no en extinción, que suele actuar en domingo, preferentemente en la mañana y preferiblemente sobre las 8 o 9, o en la hora de tu siesta, pero después de la suya.

Su rostro y apariencia generalmente es una incógnita, pero es muy fácil de localizar acústicamente. Sabe que molesta, pero no duda en hacerlo y siempre en el momento menos adecuado. Es él, el vecino bricomaniáco o el vecino de la motosierra, depende del paisaje que aborde y la herramienta que ponga en su mano. Un clásico de los domingos.,

¿Quién no los conoce, quién no los ha tenido presentes y bien presentes taladrando nuestras sienes? No evolucionan mucho en el correr de los años. Como mucho se cargan de nuevos hijos o cambian de tarea o afición. Pero ellos siguen a lo suyo, al pie del cañón, haciéndose dueños de su tiempo de descanso y del tuyo también, y aprovechando el dominguito, ¡que si no esto nunca lo acabo!…

Además, existen otros sujetos que saltan la barrera, desde primera hora, al panorama dominical. Una serie de personajes que, de una forma u otra, nos resultan a todos tan familiares por ser exponentes lícitos de nuestro ecosistema nacional como por tenerlos dentro de nuestra propia casa. Estas son algunas de las tipologías con las que actualmente contamos:

– El maqueado y bien perfumado que va a misa de 1 y se queda tan ancho y libre de   pecado.

– El que se va a lavar el coche con el chaval como aquel que va a cruzar el Mississippi.

– El que dirige la tropa ciclista con toda la familia a cuestas incomodando el tráfico en las aceras.

– El que gusta del vermut matutino y le dan las 10 de la noche con los perros en danza.

– El del periódico y la barra de pan bajo el brazo.

– El que sólo practica deporte los domingos y presume de estar en forma.

– El de “os saco a comer el domingo”. Pero de menú.

– El cocinillas, el futbolero, el excursionista, el del golf,  el del centro comercial, el ciclista, el del partidillo con los viejos amigos, el de la pesca, el de la baraja de Heraclio y su copita al lado, el cazador, el de la barbacoa, o el del partido en la tele apoderado del mando.

Son nuestros chicos y sus aficiones dominicales.  Con actividades mucho menos ruidosas que los primeros, pero también dignos de mención.

Qué tendrá este día de la semana que consigue reunir “tanto figura” con papeles tan diversos y genuinos. ¿Cómo podríamos vivir sin ellos?

Pero ¿y qué pasa con las mujeres? Nuestro día de descanso no se parece en nada al suyo. ¿Acaso somos las embajadoras del aspirador, las lavadoras, los menús de la semana para congelar, la plancha y el resto de las labores domésticas por designio divino?

Si queremos empezar a cambiar y construir un nuevo futuro y mejorar nuestra condición, demos un giro desde aquí, que tampoco es mal sitio.

Y si me preguntan a mí, les diré que no me quedo con ninguno de estos caníbales del tiempo libre. Me convence más el que te hace el amor al despertar, y si quieres luego también en la siesta. Te trae unos churros para desayunar, riega y cuida del jardín, te ayuda con la limpieza, cocina algo especial para ti y se entrega al disfrute y descanso en tu compañía con un buen libro, una buena conversación o una sesión de cine.

Porque tú eres su paz, su hogar, su deporte favorito, su mayor afición y su mejor descanso. Y a eso sí le llamo yo santificar un domingo.


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