Revista Opinión

Cómo se forjó el descrédito de la realidad

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia
CÓMO SE FORJÓ EL DESCRÉDITO DE LA REALIDAD
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     “La modernidad nunca es ella misma: siempre es otra. Lo moderno no se caracteriza únicamente por su novedad, sino por su heterogeneidad. (…) La antigua tradición era siempre la misma, la moderna es siempre distinta. (…) Ni lo moderno es la continuidad del pasado en el presente ni el hoy es el hijo del ayer: son su ruptura, su negación (…) (A los modernos) no nos rige el principio de identidad (…) sino la alteridad y la contradicción”(Octavio Paz[1]).

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     “El hombre moderno vive asomado al mañana para ver llegar la novedad”(Ortega y Gasset[2]).

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     “Este tipo de vida para el que vivir es insistir en lo recibido, es el tradicionalismo. Pero he aquí que en el Renacimiento, de pronto, vira sobre sí mismo el corazón europeo, y se invierte la actitud de los espíritus. Todas esas tradiciones, todo eso recibido empieza a aparecer insuficiente, infundado, torpe, absurdo. Las gentes comienzan a sentir que la vida solo tiene valor si lucha contra todo eso, si se libera de todo eso. Llevamos sobre todo tres siglos durante los cuales para las gentes vivir era libertarse de algo, de alguna tradición. Por tanto, llevamos tres siglos (…) de combate contra lo constituido como tal, contra la autoridad política, contra el dogma religioso, contra el escolasticismo científico, contra la norma poética (…) (Se ha impuesto un) sentido de la vida como un esfuerzo negador (…) En 1870 comienza, con el impresionismo, la gran rebelión contra las Bastillas pictóricas, contra los Museos y su tradición. También los pintores van a abrir la serie de los programas subversivos. En fin, hasta (…) Los títulos de las nuevas ciencias del espacio ostentan a la intemperie su musculatura negativa: la geometría no-euclidina, no-arquimédica etcétera” (Ortega y Gasset[3]).

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     “La modernidad es una separación. Empleo la palabra en su acepción más inmediata: apartarse de algo, desunirse. La modernidad (…) es una ruptura continua, un incesante separarse de sí misma; (…) Como si se tratase de uno de esos suplicios imaginados por Dante (…), nos buscamos en la alteridad, en ella nos encontramos y luego de confundirnos con ese otro que inventamos, y que no es sino nuestro reflejo, nos apresuramos a separarnos de ese fantasma, lo dejamos atrás y corremos otra vez en busca de nosotros mismos, a la zaga de nuestra sombra. Continuo ir hacia allá, siempre allá —no sabemos dónde. Y llamamos a esto: progreso” (Octavio Paz[4]).

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     “Sólo por medio de su absoluta negatividad puede el arte expresar lo inexpresable, la utopía” (Theodor W. Adorno[5]). 

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“En la actualidad ya no restan más que estas pasiones: odio, disgusto, alergia, aversión, decepción, náusea, repugnancia o repulsión. No se sabe lo que se quiere. Pero sí lo que no se quiere. El proceso de la actualidad es un proceso de rechazo, de desafecto, de alergia. El odio participa de ese paradigma de pasión reaccionaria: yo rechazo, yo no quiero, no entraré en el consenso” (Jean Baudrillard, analista de la posmodernidad[6]). 

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“Cuando alguien preguntaba a Baudelaire dónde prefería vivir, con un gesto de dandysmo displicente, que era, según es sabido, su religión, respondió: «¡En cualquier parte, en cualquier parte, con tal que sea fuera del mundo!»” (Ortega y Gasset(7)).

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Y SIN EMBARGO…

“Somos herederos, continuadores siempre. Nada ha empezado con nosotros” (María Zambrano[8]).



(0) PORTADA: Octavio Paz: “Los hijos del limo”, paz-octavio-los-hijos-del-limo.pdf, p. 138.

[1] Octavio Paz: “Los hijos del limo”, paz-octavio-los-hijos-del-limo.pdf , p. 129.

[2] Ortega y Gasset: “Descreimiento, asfixia y rebelión”, O. C. Tº 5, p. 505.

[3]Ortega y Gasset: “En un banquete en su honor en ‘Pombo’”, O. C. Tº 6, p. 228.

[4] Octavio Paz: “Los hijos del limo”, paz-octavio-los-hijos-del-limo.pdf , p. 138.

[5]Theodor W. Adorno, citado por Ignacio Echevarría en “El odio: una pasión moderna”, de la obra colectiva “El odio”, Barcelona, Tusquets, 2002, p. 94.

[6] Jean Baudrillard citado por Ignacio Echevarría en “El odio: una pasión moderna”, de la obra colectiva “El odio”, Barcelona, Tusquets, 2002, p. 95.

[7]Ortega y Gasset: “Idea del teatro”, Anejo 1, “Máscaras”, O. C. Tº 7, pp. 468-469.

[8] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011 p.119.


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