Revista Cultura y Ocio
"Y ahora, ¿qué hago con el chico?, se preguntó Joshua. Todos los sentimientos humanos derivan del placer, del dolor y del deseo, pero lo más importante de todo -podría decirle DJ Spin a Rise- es el ritmo. ¿Y si el chico no decía nada?¿Qué pasaba si era un tipo de los duros, de los silenciosos? ¿Y por qué tenía que ser una cosa y no otra? Escribir no vale nada si no acarrea la agotadora e irresoluble carga de las decisiones sin consecuencia alguna.
En el Coffee Shoppe, la tarde fue dando paso al anochecer mientras el proceso de cafeinización de Joshua alcanzaba las mismas cotas que las plantaciones ruandesas de las que procedía su bebida."
Llevaba ya un par de libros leídos de Hemon cuando vi este, cuyo título es realmente impactante. Pero si uno ha leído a Hemon, sabe que terminará por leer más Hemon, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Cómo se hizo La guerra de los zombis.
Conocemos a Joshua, un treintañero que vive en Chicago mientras en las noticias hablan de Irak. Joshua quiere ser alguien pero no parece demasiado interesado en moverse para conseguirlo. Quiere ser guionista, pero no concreta sus guiones para lograr ese gran éxito que desea, y en realidad está dando clases de inglés a un grupo de inmigrantes que resultan un tanto hostiles. Joshua es judío, claro. Y vive sobre su casero, que es un veterano con espada samurái. Además tiene, si no recuerdo mal, una novia pulcra, una relación extra con una alumna de sus clases de inglés y un padre con cáncer. Bueno, y un taller para hacer guiones en el que nadie destaca por su talento.Y ahora, está escribiendo, La guerra de los zombis.
Hemon nace en Sarajevo y se licencia en literatura en el propio Sarajevo en 1990. Se traslada a Chicago y allí se encuentra, sin saber demasiado inglés, cuando estalla la guerra. Así que aprende inglés siendo ya adulto para poder escribir, ya que hacerlo en bosnio no era una opción. Comienza a escribir y pronto encontramos en sus libros, teñidos muchas veces con dosis de humor, un reflejo de vida. Por eso es sorprendente el título que nos ha dejado esta vez, manifiestamente cómico. Porque se aleja totalmente de su línea anterior. Y sin embargo, pese a lo extraño del título, a su argumento a priori peculiar, no nos cuesta sentarnos a leer y sentir que su protagonista no nos es tan ajeno como nos gustaría. Porque Joshua es cualquiera. Un joven de treinta que parece huir de cualquier responsabilidad mirando todavía lo que quiere ser, quizás esperando a que alguien le ponga nombre a esa falta de crecimiento acompasado de mentalidad y calendario tan frecuente en nuestra sociedad. Hay un punto de crítica que percibimos desde las primeras páginas y que se va desplegando a lo largo y ancho de la novela, desde los inmigrantes que reciben clases, hasta las relaciones amorosas del protagonista pasando, como no podía ser de otro modo, por esa guerra de zombis. Y es que, vamos a olvidarnos por ejemplo de las series tipo Walking Dead o películas de muertos vivientes con héroe salvador y vamos a pensar en cambio en esas guerras que envían a soldados sin preguntarles nada, sin saber si piensan o no que han de ir y sin que importe, sin pensar. Allá van. Pensar en eso, en ese concepto, hace que la novela refleje una parte de la sociedad dentro de otra, y aún así no pierde su contenido cómico. Pero cuando miramos la historia desde ese ángulo y volvemos a la primera página y a la cita de Bush, nos damos cuenta de que tal vez Hemon no se haya alejado tanto realmente de su línea habitual, aunque lo haya hecho en el modo. Solo hay que fijarse en el argumento para su guerra de zombis... no es demasiado sutil. Ni lo pretende.
Cómo se hizo La guerra de los zombis no es una novela redonda, pero tiene momentos que merecen la pena ser releídos y también tiene frases cuidadas, que nos llaman la atención. Momentos de manos formando paréntesis que recordamos una vez terminado el libro y que provocan que pensemos que el talento se mide en esas pequeñas gotas, y ni siquiera importa el idioma en el que uno comenzó a escribir cuando lo que hace implica saber expresarse. No he hablado de Spinoza, ni de la intención de la novia del protagonista. En realidad, del argumento os he contado poco, lo justo para que os apetezca descubrirlo, aunque a mi, y eso tengo que reconocerlo, el final no me convenció. Aún así le sigo dando vueltas a la novela. Y eso, siempre es una buena señal.
La verdad es que hay títulos que engañan, nunca hubiera pensado que trataba sobre esto la novela, pese a que una vez descubierto se me antoje lógico. Y es que, en ocasiones, veo títulos que me dejan pasmada. Y vosotros, ¿recordáis algún título sorprendente? Porque últimamente creo que vamos servidos con abuelos que saltan por la ventana y armarios de Ikea.
Gracias.