El verdadero autor de la Constitución vigente fue Fernando Abril Martorell, vicepresidente del gobierno con Adolfo Suárez.
Se reunió en el mes de mayo de 1978 en el comedor reservado que el José Luis, el que sirvió la boda de la Ana Aznar, tiene frente al madrileño Estadio Bernabeu, para redactar, enmendar, pactar, conceder o capitular con cuatro socialistas conspicuos y cuatro ucedistas aptos para todo, y por supuesto "sin luz y sin taquígrafos", el texto de lo que luego aprobarían disciplinadamente las huestes sociatas y ucedeñas, imponiendo así el texto escrito a mano por el sumiso Pérez Llorca al dictado de los componedores Fernando Abril y Alfonso Guerra. El padre Celestino y su acólito Cortadillo mangonearon cuanto les convino la virginidad de los artículos pendientes (sobre la libertad de enseñanza, las Fuerzas Armadas, la huelga, el matrimonio, etc.) sin dar cuenta ni razón de sus manejos a las demás fuerzas políticas representadas en la Comisión, despreciando así de modo claro y notorio la opinión de éstas, que ni siquiera mereció de los componentes de tan peculiar maridaje la más mínima discusión; ni siquiera que se les explicara qué razones tenían los manipuladores para actuar con la nocturnidad y la alevosía que emplearon en su contubernio. Vale la pena tener en cuenta, pues, que una buena e interesante parte de esa "suprema" norma ha pasado a la historia sin que en el correspondiente "Diario de Sesiones" aparezcan los motivos y las razones que tuvieron tan privilegiados y minoritarios legisladores para privar a sus compinches de las Cortes, a los españoles de entonces y del futuro, jurisperitos, comentaristas, políticos, comentaristas o simples estudiosos de los textos legales, cuáles y cuántos fueron los "toma y daca" de las cuadrillas actuantes en el reducido ámbito de la cena abrileña.
Un proceder, sin duda, muy democrático para redactar una fundamental norma calificada de democrática. Peculiar fórmula democrática que con la debida inspiración y ayuda extranjera nos hemos dado y venimos protagonizando nosotros mismos. Conviene recordar estas cosas siempre que se nos hable de la democrática Constitución que tenemos.
Ya ven, estós falsarios componedores de constituciones, no solo engañaron a la ignorante población, sino que entre ellos mismos se la jugaban unos a otros como buenos estafadores que son.