Revista Cultura y Ocio
" ¿Qué es el feminismo? Sólo la convicción de que todas las mujeres deben ser tan libres como los hombres, por muy chifladas, estúpidas, crédulas, mal vestidas, gordas, menguantes, vagas y engreídas que sean"
Cómo ser mujer es un libro de Caitlin Moran sobre el feminismo con una visión divertida de todos esos problemas que tenemos las mujeres. Visto así cualquiera pensaría que es un libro para mujeres, y no lo voy a negar, yo me he divertido muchísimo viendo como Moran se acerca a temas tan femeninos como la depilación o los zapatos de tacón. Pero las preguntas que subyace detrás de todas las experiencias y reflexiones que Moran nos plantea son: ¿Por qué las mujeres hacemos todas esas cosas? ¿Qué nos lleva a aceptar como normal tacones de diez centímetros o depilación integral? ¿Por qué tenemos que ser madres o por qué no aceptamos un aborto como algo que íntimamente debemos decidir nosotras? ¿Por qué no somos libres como los hombres? Ahí es nada. Las grandes preguntas que te acosan cuando ves un anuncio en el que un tacón enorme sale de un coche o una chica le explica a un chico como ponerse un tampax, algo tan estúpido como si te contase como colocarse bien el paquete en el pantalón. Y lo peor de todo es que no nos horroriza nada, lo tomamos como algo normal, somos mujeres, tenemos que depilarnos, tenemos que estar delgadas, tenemos que llevar trajes entallados y tacones. Nuestra feminidad se ve comprometida si no llevamos esas cosas o si por ejemplo no queremos ser madres. La clave está en ser libres, algo que se nos niega. Se imaginan ustedes que todas decidiésemos lucir unas piernas melenudas o fuésemos en zapato masculino con un vestido por encima de la rodilla. Hemos interiorizado tanto lo que tenemos que hacer para ser mujeres que hemos perdido nuestra libertad. Nos educan como princesas, vivimos en un mundo que nuestro ideal es Blancanieves o Draculaura cuando somos niñas. Buscamos un príncipe azul que nos salve y nos colme. Estúpidamente él es la razón de nuestra vida. Una imagen. Dedicamos años y años a buscar esa imagen sin darnos cuenta que no existe. Sí, ya se que usted -lector o lectora de más de treinta y cinco- estará diciendo que todo ésto son tonterías, pero piense cuando tenía trece o quince o diecisiete años. La edad nos da perspectiva. Pero no nos quita de otras tonterías cuando las arrugas nacen o los pelos se llenan de canas. Corremos a pincharnos botox o veneno de abeja- caray, que nombrecitos le ponen- o simplemente a teñirnos. No nos gustamos de mayores, y no nos gustamos de niñas. ¡Qué duro es ser mujer, caray! Y podemos reírnos de eso leyendo “Cómo ser mujer”, reírnos y reflexionar. Y luego podemos tomar decisiones, renunciar a los zapatos de tacón, a los bolsos de diseño o simplemente intentar ser más libres, enseñarles a nuestros hijos que la igualdad es también llevar las axilas con barba de tres días y que las princesas también lloran, que muchas veces es mejor hacer las cosas por una misma, tener un trabajo y contar las monedas cuando miras unas sandalias planas que además de bonitas son cómodas.
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